La habitación muda – Herbjørg Wassmo

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La habitación muda - Herbjørg WassmoHerbjørg Wassmo continúa con La habitación muda la Trilogía de Tora, cuyo primer volumen, La casa del mirador ciego, comentábamos con entusiasmo aquí hace un año. En ella, el lector se reencuentra con Tora, la tímida niña asustada que en la primera parte trataba de pasar desapercibida ante los demás, segura como estaba de que manifestar de forma visible su existencia sólo le acarreaba problemas.

Se puede afirmar que La habitación muda se divide en dos partes: la primera transcurre todavía en el ambiente cerrado del pueblo, y está marcada por la ausencia del padrastro, que ha sido encarcelado. La segunda se corresponde con la marcha de Tora a la ciudad para cursar el bachillerato. El regreso del padrastro marca el tránsito de una parte a la siguiente, dejando su terrible huella en la vida libre que Tora llevará en Breiland.

En La habitación muda, Tora se verá libre de su mayor temor: su padrastro. Su ausencia permitirá que la niña aprenda lo que es vivir sin temor y gane valor para enfrentarse al mundo. Sin Henrik en la casa, Tora puede olvidar la vergüenza que sus abusos le hacen sentir y, sin esa mancha, acercarse con menos trabas al resto de personas de su pequeño universo.

Herbjørg Wassmo plasma con acierto el sentimiento de culpabilidad que padecen quienes son víctimas de abusos o maltratos. Tora sufre esa culpabilidad que la paraliza y le impide buscar ayuda, dejándola únicamente fuerzas para ocultar su sufrimiento. La huella psicológica que deja el abuso se extiende además a todos los aspectos de su existencia, dificultando las relaciones con los demás.

Pero sin Henrik en casa, la muchacha va saliendo de su apocamiento. Poco a poco nace una relación más cercana con su madre, aliviada también por la ausencia del esposo. Y Tora empieza a soñar con abandonar el pueblo para ir a estudiar el bachillerato a la ciudad. «Salir por la puerta», le llama Tora a esa proyectada libertad, ante la que sólo se levanta un obstáculo, el regreso del padrastro. Salvar ese escollo le costará una vez más caro a Tora. Pero la sensación de seguridad, independencia y valía que experimentará en su nueva vida harán despertar su autoestima.

Como en el volumen anterior, Wassmo hace uso de una exquisita sensibilidad a la hora de presentarnos los cambios que la muchacha va experimentando. Su alivio por huir del pueblo es demasiado como para que le asuste lo que pueda encontrar en la ciudad. Además, pronto comprende que allí rigen unas leyes distintas a las que gobernaban su pequeña comunidad.

En la ciudad la gente no conoce su pasado —Tora es hija de un soldado alemán—, y en consecuencia nadie la desprecia por ello. Por el contrario, su buen carácter y modestia le granjean las simpatías de sus compañeros. Y sobre todo, en Breiland la gente se sirve de palabras para expresar sus sentimientos, mientras que en la Isla estos se mantienen ocultos y no se muestran jamás.

La autora narra con sutileza, pero con gran expresividad, el crecimiento de Tora. Su valentía para enfrentarse a lo desconocido, su vergüenza por una culpa que en realidad no es suya, su deseo de vengarse de su padrastro, su ira, su miedo y, sobre todo, la certeza de que sólo se tiene a sí misma para hacer frente a acontecimientos verdaderamente terribles.

Una vez más, quedamos a la espera del desenlace de la Trilogía de Tora.

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