Leer a Stendhal es, por encima de cualquier otra consideración, un enorme y exquisito placer. Desde luego, empezando con esa ventaja está claro que casi cualquier obra a la que nos acerquemos tendrá muchas posibilidades de ser de nuestro gusto, si bien «La abadesa de Castro» no deja de ser una novelita menor en su producción literaria y, por ende, no resulta tan impactante como puedan ser «Rojo y negro» o «La cartuja de Parma».
Esta novella forma parte de las «Crónicas italianas», una serie de relatos cortos que Stendhal escribió por separado, pero que con el tiempo se suelen presentar reunidos dada la conexión temática que los une. En ellos, Stendhal suele representar motivos, lugares y personajes de la vida italiana, tanto contemporáneos como pasados, apasionado como era por el país y por sus costumbres.
En «La abadesa de Castro» se cuenta la historia de un joven, Julio Branciforte, hijo de un afamado bandido, que se enamora de Elena de Campireali, bellísima hija de un noble romano. Conscientes del abismo social que los separa, ambos se aman en secreto, aunque pronto su relación llegará a oídos del padre de Elena, que hará perseguir al enamorado; amparándose en el bosque de la Faggiola, el refugio y guarida del antiguo patrón de su padre, Fabricio Colonna, Julio trata de idear una solución, pero en una refriega con tropas de los Campireali mata por descuido al hermano de Elena. Ésta es encerrada en el convento de Castro, de donde Julio tratará de raptarla, sin éxito. Donde la fuerza de las armas fracasa, alcanza la maldad: la madre de Elena consigue hacer creer a ésta que su amante ha muerto y hace enviar a Julio a Holanda, a batirse junto a las tropas españolas en Flandes. El final, como se puede adivinar, es trágico: después de una separación de varios años, consumida por la ira y la añoranza, Elena queda embarazada de un joven obispo y cae en desgracia; cuando por fin Julio regresa a Italia con el fin de unirse a ella, la joven, consciente de su pecado, se suicida.
La trama no es en exceso original, ya que sigue un patrón clásico; de hecho, Stendhal utiliza el recurso de hacer creer al lector que la historia no es invención propia, sino que la encontró en los manuscritos de un antiguo historiador florentino, al estilo de Cervantes con el Quijote. Y, como comentaba al comienzo de la reseña, lo cierto es que su lectura resulta un tanto insípida: la maestría de Stendhal en el arte de narrar salva las formas, pero el poso que deja el libro es más bien ínfimo. De hecho, lo interesante de la novelita es recrearse en las descripciones que el autor hace de los parajes en los que enmarca la aventura: el bosque de la Faggiola, refugio de bandidos honorables, o el convento de Castro, fortificado en mitad de una ciudad que recibe ataques de ladrones continuamente. También es subyugante leer las escenas más trepidantes, en las que Stendhal consigue implicar al lector con unas representaciones casi cinematográficas: el asalto de Julio y sus hombres al convento es un episodio dotado de una tensión explosiva, con una escritura vertiginosa y un desarrollo narrativo dinámico.
Precisamente esta habilidad a la hora de pintar escenas es lo que convierte a «La abadesa de Castro» en un placer menor; de no ser por ello, la historia de Julio y Elena podría quedar en una mera anécdota decimonónica, sin mayor hondura. El buen hacer de Stendhal, ya lo dije, convierte una trama insulsa en un relato dramático intenso en lo emocional y vibrante en su desarrollo. Con todo, el resultado no tiene mayor mérito, y su lectura no pasa de ser un buen y placentero entretenimiento. Parece evidente que las dotes del francés se pueden paladear en toda su grandeza en narraciones de más calado, como son sus novelas. En las distancias cortas, sus novelle quedan como unas curiosidades impresionistas: vistas en su totalidad, son de una belleza subyugante, pero examinadas más de cerca, son sólo atisbos de maestría solitaria.
Más de Stendhal
muy interesante…………..
Reconozco que no he leído nada de Stendhal, pero lo tengo entre mis deudas pendientes, es tan corto el tiempo para uno mismo, y tan largo el paraíso de las palabras en los libros. ¿me aconsejas rojo y negro? Un saludo y espero que puedas visitarme