Poco hay que decir sobre Robinson Crusoe que cualquier lector no sepa: novela de aventuras por excelencia, epopeya sobre la supervivencia y canto a la superación personal, el libro de Daniel Defoe se ha ido convirtiendo en un clásico con el paso del tiempo y su huella en la literatura universal está más que atestiguada. Pero más allá de toda esta sarta de tópicos, la verdad es que Robinson Crusoe es una novela viva, apasionante y fresca, que aúna momentos de acción con meditaciones reflexivas, conformando así un texto moderno y vibrante.
El único demérito que podemos achacar a la obra, y que no es sino fruto del contexto sociocultural y de su propio carácter como libro de entretenimiento, es la excesiva inocencia de algunos episodios. El encuentro del protagonista con Viernes, el nativo al que salva, hará del segundo un fiel servidor que roza el absurdo; los náufragos a los que socorre en el último tramo de la novela se le someten con una sumisión desmedida, y la fortuna le sonríe haciendo que sus posesiones hayan sido regentadas por personas que le son fieles durante los casi treinta años de su ausencia. Detalles ramplones que, por otra parte, son necesarios para tejer una historia que iba destinada a satisfacer a todos los públicos y a construir un protagonista memorable.
Lo cierto es que Robinson es, en efecto, un personaje de una talla inusual. Su periplo accidentado hace que termine naufragando en un isla frente a la desembocadura del Orinoco y se encuentre a merced de la naturaleza, si bien con unas decenas de herramientas que consigue salvar del barco encallado en el que navegaba. Las necesidades que va sufriendo hacen de él un hombre emprendedor: todo aquello que no sabe hacer debe aprenderlo para poder sobrevivir, y así pronto comenzará a zurcir ropas, tejer cestos, construir empalizadas, capturar animales para su sustento o fabricar utensilios básicos para la subsistencia. Robinson pasa de ser un simple marinero —con otros conocimientos, pero en general escasos— a convertirse (por imperativo natural) en un hombre-para-todo, una persona que aprende todos los días con objeto de sobrevivir, pero también (y quizá éste es uno de los puntos más interesantes de la novela) con objeto de mejorarse a sí mismo.
Esto puede observarse en las inclinaciones religiosas del protagonista, que brillan por su ausencia en un principio, pero que conforme se prolonga su estancia en la isla desierta se revelan como un asidero moral. Dejando a un lado las creencias concretas y la religiosidad propia de la época, la revelación que sufre Robinson va más allá de lo religioso: su conciencia le indica que debe estar agradecido, pero ese agradecimiento se plasma en forma de trabajo. El protagonista se emplea en mejorar sus condiciones de vida no tanto a causa de la fe, sino debido a una toma de conciencia con su responsabilidad como ser humano: Dios está presente en sus pensamientos, pero Robinson comprende que está solo y nadie puede ayudarle. Este hecho, tan obvio y simplón, no es tan evidente en una novela de estas características, en la que la religión podría haber tomado un papel principal. Defoe construye un personaje arquetípico en muchos sentidos, pero también ingenioso, tenaz y emprendedor, cualidades que lo definen como superviviente y que lo engrandecen como ser humano.
De ahí que Robinson Crusoe sea algo más que una apasionante novela de aventuras —que lo es— y se constituya también como una sutil reflexión sobre la capacidad de las personas para sobreponerse a las dificultades; una reflexión condicionada por la sociedad y la cultura de comienzos del siglo XVIII, pero llena de hallazgos inteligentes, sutiles y avanzados. El libro sorprende por su modernidad y por la clara conciencia de Defoe a la hora de afrontar el reto de plasmar una historia real en formato novelado: una conciencia que le permite aunar entretenimiento y reflexión a partes iguales sin que el ritmo decaiga en ningún momento. Un gran clásico que todavía depara horas de disfrute.
Más de Daniel Defoe:
Acabo de leer el libro y me ha encantado y sorprendido. Como consecuencia me ha dado por leer unas cuántas críticas y la entrada en wikipedia. Estoy en desacuerdo con unas cuántas opiniones comunes que he encontrado. Por un lado la del colonialismo. El llega como náufrago a la isla y movido por la necesidad acaba dominando la situación: conoce las corrientes, las zonas, las especies y plantas que la habitan. Pasa de cazador a agricultor y a ganadero, y alcanza una vida cómoda y confortable. Un día, consciente del control que tiene sobre todo lo que ocurre en la isla, le da por proclamarse rey y señor. Es el cúlmen lógico, creyéndose completamente sólo y con el monopolio de explotación de los recursos de la isla, no lo considero colonialismo. Su miedo cuando descubre a los caníbales no es a que le quiten la isla, sus tierras, su reino, su colonia; sino a que le quiten la vida y se lo coman. En todo momento le mueve la supervivencia, no la ambición.
Tampoco veo racismo ni inocencia en su trato hacia Viernes. Es el indígena el que impresionado por la tecnología (las armas de fuego, que no comprende) lo idolatra y se somete, pero a pesar de ello Robinson lo intenta convertir en su igual, enseñándole su idioma y su moral. Viernes es joven, y Robinson ya cuenta unos 40 años, así que es lógico que adopte una posición paternal, pero no lo esclaviza, no hay superioridad racial por ningún lado; de hecho lo quiere más que a nada en el mundo y admira sus virtudes, como quien ve crecer a un hijo. La novela está llena de humanidad en este sentido.
Es un anacronismo juzgar a Robinson porque de vez en cuando se vaya de caza, habiéndose hecho ya agricultor y ganadero. Era un hombre inglés de su tiempo, cuando/donde no se había desarrollado emotividad hacia las especies, y se practicaba la caza como afición deportiva. Es tan anacrónico como culpar a un austrolopitecus por sodomizar a otro más débil.
Por último, la religión no la veo por ningún lado. Él es un joven atípicamente ateo o indiferente a la religión, en una inglaterra mucho más involucrada por contra. Descubre en su aislamiento su fé en Dios (no en el cristianismo, la iglesia o la Biblia, por tanto no en la religión). Sí se dirige al único Dios que le han enseñado de joven, pero del mismo modo que lo haría cualquier persona hoy en día en situaciones similares. Lo podemos ver en los secuestros de larga duración, en una historia moderna como La vida de Pi, o en cualquier otro caso de aislamiento. Es una tendencia natural en el hombre cuando sufre tales fatalismos acabar pensando que hay un porqué, que responde todo a los designios de una entidad superior.
En general me parece todo muy coherente, muy actual, y me ha encantado.
Quiero resaltar que es sólo mi opinión.
Un saludo.
Hace unas semanas que leí la novela, en la estupenda traducción de Julio Cortázar, y con el paso de los días vienen a mi mente diferentes lecturas de las aventuras de nuestro protagonista. En cuanto a la forma, no es desde luego la novela más «hecha» de Defoe, pero su contenido te atrapa desde muy temprano, pues la aventura sucede casi de inmediato. Además de los significados morales (religiosos más bien) y sociales que emanan de la historia, muy bien comentados por el Sr. Molina, yo quisiera indicar la desgraciada modernidad de esta novela. Sí, en efecto, con el paso de los siglos, esta historia es de plena actualidad: nos hace disfrutar porque todavía nos impresiona cómo Robinson logra sobrevivir con tan pocas herramientas e incluso, cómo logra crear una «comunidad» o colonia. A mí, la «modernidad» de Robinson no me atrae nada, esto es, su relación con los animales y su consideración hacia otras etnias y culturas. Puedo entender que sea moderno en cuanto ese «sobreponerse a sí mismo», en cuanto a que todos intentamos ser robinsones en nuestras sociedades pobladas y llenas de artificio, pero no entiendo que sea moderno ni atractivo la muerte gratuita de leones y osos por puro divertimento de nuestro autor. No comparto el tratamiento del personaje de Viernes, que lejos de la inociencia, se someta a su amo y procurador de bienes porque Defoe nos lo dibuja inferior a Robinson. La novela decae en su 2ª parte precisamente por esto, por la constante preocupación del autor de hacernos ver lo superior que es el hombre europeo al resto de los humanos, sean caníbales, negros de magadascar o tártaros. Ciertamente, hay pasajes en los que detesto tanto a Robinson que doy cuenta entonces de lo poco que ha cambiado el hombre occidental y lo tremendamente moderna que esta historia. Historia, por cierto, de obligada lectura.
Saludos
Uno de los libros de aventuras obligados con el que empecé a leer.
[…] Robinson Crusoe – Daniel Defoe: Otro libro que ya he reseñado en alguna oportunidad. Destaco de la crítica del Sr. Molina una envidiable objetividad, la manera de transmitir a los lectores el por qué de la grandeza de esta novela, aún cuando ya fue escrita hace varios siglos. En efecto, no por nada tantos críticos consideran a Robinson Crusoe la primera novela moderna (bueno, por lo menos los que no tienen demasiados conocimientos sobre Don Quijote, diríamos los hispanohablantes). […]
Genial la reseña!!! Va link en mi próximo Lo mejor de la quincena.
Este lo tengo pendiente de leer. Cuando lo haga leeré detenidamente tu opinión.