Diario de un escritor – Fiodor M. Dostoievski

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Diario de un escritor - Fiodor M. DostoievskiHabría que empezar diciendo que «Diario de un escritor» tiene un defecto que entorpece su lectura, pero también tiene un ineludible punto a favor: el primero es su carácter eminentemente periodístico; el segundo es la profunda humanidad de su autor. Y esto último, que pudiera parecer un hecho sin importancia a la hora de abordar la lectura de un libro, se convierte en algo fundamental cuando uno se sumerge en este diario, ya que es el conocimiento del hombre que atesora Dostoievski lo que dota a sus crónicas de un toque universal, consiguiendo que trasciendan la barrera temporal que las separa de sus lectores del futuro.

Como decía, no obstante, el carácter periodístico de las entradas del «Diario de un escritor» no favorece la recepción de la obra más de un siglo después. F. M. Dostoievski escribió, entre 1873 y 1881, una serie de artículos en la revista El Ciudadano, que por entonces dirigía. En esas crónicas el escritor hace referencia, las más de las veces, a sucesos que ocurrían en la Rusia de finales del XIX: juicios, revueltas políticas o conflictos sociales; en algunas ocasiones escribe sobre algún escritor (Pushkin) o alguna obra («Anna Karénina»), o incluye breves textos de ficción —casi siempre basados en algún acontecimiento real— (‘La mansa’). Son, precisamente, esas constantes alusiones a hechos del día a día las que privan a estos reportajes del interés que, como es obvio, tendrían en su momento para cualquier ciudadano ruso que tuviera ocasión de leerlos; hacerlo mucho tiempo después provoca que se pierdan muchas referencias, muchas alusiones, y ello sólo lleva a que algunos artículos se vean como meras piezas narrativas, sin mayor alcance.

Sin embargo, ese humanismo profundamente arraigado en el autor convierte a muchas de estas crónicas en bellos y emocionantes alegatos en pro de la libertad, del conocimiento y de la justicia. Dostoievski demuestra, en cada uno de sus reportajes, que la responsabilidad moral de un escritor es obligada, que la oportunidad de que su voz sea escuchada no puede perderse escribiendo meros textos de compromiso, o cuentecillos pseudo-costumbristas para salir del paso: cuando un autor dispone de un canal de comunicación que le permite ponerse en contacto con un gran número de receptores, es casi un deber el aprovechar esa posición para denunciar, para desenmascarar injusticias y para sacar a la luz aquellos hechos que merecen ser conocidos por el pueblo. Algo, por cierto, que hoy ya no se estila en absoluto (con alguna rara excepción) y que ha convertido las columnas de opinión en simples ejercicios de autolucimiento para los escritores en boga o con mayor apoyo mediático.

Dostoievski pertenece a ese género de autores que consideran imprescindible utilizar ese púlpito para llevar a cabo, si se me permite la expresión, una labor social. Así, el ruso habla sobre personas inocentes llevadas a juicio, a las que defiende con ardor desde las páginas de El Ciudadano; habla sobre los malos tratos a los niños, harto frecuentes en Rusia en aquella época y que a Dostoievski repugnaban en lo más profundo; habla sobre la condición oprimida del pueblo, ignorado por una clase dirigente abúlica y desentendida, que está más al tanto de las modas y costumbres de la vecina Europa que de las necesidades y opiniones de la masa que les perpetúa en el poder. El escritor acusa, se interesa, investiga, escucha y discute; y todo ello lo hace con pasión, con una evidente voluntad de denuncia y con espíritu constructivo, con la esperanza de que su labor periodística sirva de algo y proporcione ayuda real a las víctimas de tantas y tantas injusticias.

Esta labor hace de «Diario de un escritor» una lectura casi obligatoria, por dos razones: la primera, porque se puede observar en sus páginas la faceta humana de un autor que, ya en sus obras de ficción, se preocupaba muy mucho por la condición del ser humano y sus necesidades; la segunda, porque ese espíritu de lucha contra la injusticia, sea del tipo que sea, no es muy común en la literatura, y encontrar un autor que lo conjugue en sus dos vertientes (ficción y no ficción) es algo digno de mérito. Incluso es probable que un lector que no haya disfrutado de «Los hermanos Karamázov» o «Crimen y castigo» (porque de todo ha de haber…) sí que lo haga con este diario, dada la cercanía y llaneza con que Dostoievski aborda los temas que trata.

Y como colofón, aunque no suele uno gustar de acabar con citas las reseñas, me gustaría copiar unas palabras de uno de los artículos, en el que Dostoievski diserta sobre la importancia del lenguaje y la lectura; parece mentira que haga más de cien años que se escribieron:

La lengua es, sin discusión, la forma, el cuerpo y el envoltorio del pensamiento […], y, por decirlo de algún modo, la palabra última y definitiva de la evolución orgánica. De donde se deduce que, cuanto más ricos sean los materiales y las formas que adquiero para expresar mi pensamiento, más feliz seré en la vida, más precisas y comprensibles serán mis razones tanto para mí mismo como para los demás, más facilidades tendré para dominar y vencer; podré decirme más rápidamente a mí mismo lo que quiero decir, lo expresaré con mayor profundidad y con mayor profundidad también comprenderé lo que quería decir; mi espíritu será más fuerte y más sereno y, por supuesto, seré más inteligente. […] Ni que decir tiene que cuanto más rico, flexible y variado sea nuestro conocimiento de la lengua en que hemos decidido pensar, más facilidad, variedad y riqueza habrá en la expresión de nuestro pensamiento.

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6 COMENTARIOS

  1. Pues aun reconociendo como válidos sus pros y sus contras, Sr. Molina, a la hora de enjuiciar la obra de Dostoievski, he de decir que la lectura de “Diario de un escritor” me ha resultado bastante más ardua de lo que de la reseña se desprende.

    Adquirí el libro al poco de su publicación, casi siete años ya, guiado por los elogiosos comentarios de Andrés Trapiello en el apartado “El libro de la semana”, editado en el suplemento cultural del periódico “El País”. Nada se hablaba allí de posibles defectos entorpecedores de la lectura, únicamente se afirmaba que no nos hallábamos en absoluto en presencia de un diario, “ni mucho menos ante un cajón de sastre”, sino de un almanaque, ya que en él se contenían los que para la crítica eran los tres mejores relatos del autor ruso y, yendo más allá incluso, la catalogaba, junto a “Los hermanos Karamazov”, como su gran obra maestra.

    Pues vaya usted a saber cuáles eran los fundamentos de semejantes afirmaciones, porque “Diario de un escritor” es lo que todos convendríamos en definir como el perfecto cajón de sastre, dotado de cierto orden, eso sí, y también de muchísima claridad; los tres relatos se quedan en poco más de dos, “Bobok” y, sobre todo, “La mansa”, ya que “El mujik Marei” no va más allá de un atisbo de esbozo literario y “El sueño de un hombre ridículo”, que tiene un arranque prometedor, se pierde muy pronto en los oscuros vericuetos de la culpa y la redención, para bordear, diría yo, el camino mismo del mesianismo. De lo de obra maestra prefiero no hablar, son tantos y tan inmensos los rivales con los que debe lidiar “Diario de un escritor”, que se me antoja una pura aberración clasificarla de esa guisa.

    Convengo como afirma la reseña en que muchas de las crónicas atienden a detalles localistas, de poco o ningún interés para el hombre moderno de hoy en día, pero también es cierto que los temas centrales del libro: la crueldad con la infancia, la injusticia de la justicia, los problemas de la juventud, la pobreza del pueblo, la enseñanza de los jóvenes, son tan consustanciales al ser humano que, casi dos siglos después, desdichadamente, nos continúan sonando más de lo que todos desearíamos. Incluso el problema eslavo, tratado con amplitud en varias entradas del diario, mantiene una desgraciada actualidad, basta con abrir las páginas de cualquier periódico y observar las noticias sobre Ucrania para darse cuenta de la verdad de semejante afirmación.

    Dostoievski pone de manifiesto, en cada una de sus opiniones, una profundidad y agudeza sin parangón; es su inteligencia la propia de un brillante polemista de mente ágil y despierta, pero ese torrente incontenible de ideas viene a condensarse muchas veces, más de las debidas, en un prontuario que roza de lleno el dogmatismo más inflexible. Le ocurre, por ejemplo, cuando comenta noticias referentes a los movimientos revolucionarios que convulsionaron la Rusia del siglo XIX: los decembristas, el círculo Petrashevski, en el que él precisamente participó, el grupo Chernishevski, los nihilistas, todos sin excepción, todos, recalco, cometieron el mismo error: separarse de la esencia y fe ortodoxa del pueblo ruso. Vamos, los ningunea y ridiculiza hasta tal extremo, – algo parecido hacía ya con determinados personajes en “Crimen y castigo” -, que dan ganas de etiquetarlos como poco más que cuatro señoritos descarriados, entretenidos en juegos revolucionarios. Cuatro señoritos, no olvidemos, añadiría yo, que se jugaron la vida como él mismo; Dostoievski tuvo suerte, otros no tanta.

    Cuando se plantea las causas de la gran cantidad de suicidios de jóvenes en Rusia llega también a conclusiones precisas, la falta de fe en la inmortalidad del alma humana es la que lleva a los jóvenes a escapar del mundo. Su sucesión de argumentos es como sigue: 1. “Sin fe en el alma y en la inmortalidad de esa alma la existencia humana es antinatural, inconcebible insoportable” 2. “Sin ese principio el hombre se aviene a vivir precisamente como los animales, es decir, para comer, beber, dormir, construir un nido y tener hijos” 3. “¿Para qué vivir entonces cuando uno es consciente de que vivir como un animal es repugnante, anormal e insatisfactorio para un hombre? Curioso devenir de razonamientos, ni las mismas aporías de Zenón de Elea podrían superarlos.

    Es este dogma extremo, esta fe ciega de nuevo converso, algo que siempre me ha rechinado en la maravillosa literatura de este genio de los genios, capaz de dudar y cuestionar todo pero también de agarrarse, como a un clavo ardiendo, a las teorías de las explicaciones únicas.

    El libro es, en suma, el ideario de uno de los escritores más grandes que ha dado la historia de la literatura universal; se podrá estar de acuerdo, o no, con sus postulados, pero da idea certera del gran corazón que se escondía tras la pluma creadora de personajes como el Aliosha de “Los hermanos Karamazov” o el Raskólnikov de “Crimen y castigo”.

    Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros

  2. una edicion reciente es de 2010, Paginas de Espuma, edicion de Paul Viejo. Muy completa e incluye otros articulos, previos a 1873. Saludos

  3. Excelente reseña. Muy bien escrita y planteada. Le felicito. Lo leí con fruición. Lo único que no me gustó fue una palabra que a mi parecer no guarda consonancia dentro del texto: «toque» universal.

  4. le sugiero a todos los periodista, de venezuela….. leer el diario de un escritor…. de esta manera, pueden ejercer esta profesion con verdadero sentido de etica profesional… este «el diario de un escritor». escrito por dostoyeski, hace 200 años… es una realidad, en el mundo… una biblia informativa….

  5. Un acertado comentario del Sr. Molina.

    Es cierto que al ser artículos periodísticos es díficil leerlos, pero el interés humano es muy grande.

    Dostoievski fue un genio de las letras, y por eso merece la pena intentar adentrarse en su forma de pensar.

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