Al principio, pudiera parece que «El abuso del mal» es un libro de perogrullo; y me refiero a que, una vez leída la introducción y unas cuantas páginas, lo que Bernstein sostiene es tan lógico, tan razonable, tan verdadero, que uno podría pensar que hay gato encerrado.
Sin embargo, lo inquietante del asunto es que las tesis de Richard Bernstein son muy inteligentes, pero la sociedad (la política, en particular) se esfuerza en convertirlas en quimeras. Quizá por ese motivo tan sutil, pero tan importante, este libro se convierte en una lectura lúcida e interesante sobre el concepto del mal que se ha generado a raíz de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos.
Bernstein echa mano de los pragmatistas norteamericanos (William James, Dewey) para ilustrar el paso de una mentalidad maniquea a una concepción abierta —falibilista, como él la denomina— tras la guerra civil americana. Haciendo un poco de historia nos ilustra sobre el cambio que introdujeron (más bien cabría decir que trataron de introducir, aunque ahí entramos en disquisiciones de corte político) en la mentalidad norteamericana, planteando la idea de la incertidumbre como circunstancia inherente a la naturaleza humana; esa incertidumbre no se vence con posturas absolutas, dicotómicas, sino con una intención de progreso universal y de asunción de la contingencia, sin caer en el «consuelo metafísico» del que hablaba Nietzsche.
Enlazando con lo anterior, Bernstein analiza ideas de filósofos más contemporáneos que también han mostrado un especial interés tanto por estudiar la naturaleza del mal como por la aplicación de sus lucubraciones de una forma práctica, que ‘ayude’ a la gente. En especial, dedica todo un capítulo a definir el concepto de «democracia» tomando como referente a Hannah Arendt; así, el autor propone una concepción del término basada en el diálogo, en la confrontación de opiniones dispares, en la libertad de oponer puntos de vista, en la integración de todos en la vida pública, de forma que se intuye una forma de gobierno que bebe de lo mejor de aquélla que idearon los antiguos griegos en el auge de su civilización.
Como resultado de esta definición, Bernstein muestra la retórica política vacua y simplista que se ha convertido en el pan nuestro de cada día desde el 11 de septiembre, en especial en el discurso de los Estados Unidos de Norteamérica. Mientras que para los pragmáticos —y después para Arendt— el debate y la disensión eran las formas más recomendables (aunque no infalibles; la certeza absoluta —viene a decirnos el autor— es incoherente con la naturaleza humana) de enfrentarse a situaciones difíciles, Bush ha reducido los planteamientos a una dicotomía maniquea entre ‘el bien’ y ‘el mal’. Algo que, para Bernstein (y cualquiera con dos dedos de frente, añado yo), sólo puede engendrar violencia y más violencia.
Por último, el autor reflexiona acerca de la situación en que se ha visto la religión tras retornar esta etapa de simplismo moral. Mientras que la religión (las religiones, pues Bernstein considera las grandes religiones mundiales) ha contado habitualmente con representantes sensatos, el filósofo denuncia que la deriva política hacia una visión dicotómica del mundo ha influido sobre los representantes religiosos, especialmente en Estados Unidos, donde la lucha entre el bien y el mal se ha convertido en un discurso de enorme influencia entre una mayoría de ciudadanos. La Nueva Derecha Cristiana, heredera de unos valores tradicionales que vienen defendiendo desde comienzos del siglo XX, se ha transformado en garante de libertades que, en realidad, no son más que sus reivindicaciones históricas: la inspiración bíblica para la justificación de los actos, la creencia en valores morales absolutos o la infalibilidad de Dios. Citando a Schlesinger, el autor sostiene que «no hay personas más peligrosas sobre la tierra que las que creen que están ejerciendo la voluntad del Todopoderoso»; y en ese saco, claro está, mete a los fundamentalistas de toda condición, sean occidentales u orientales.
Y como colofón, unas palabras con las que Bernstein cierra el libro y que sirven de ejemplo a las tesis sostenidas en el libro:
Ha llegado […] el momento del compromiso ferviente y revitalizado en defensa de una genuina fe democrática que reniegue de la apelación a absolutos dogmáticos y dicotomías simplistas. Una fe democrática que promueva la libertad pública tangible en la que florecen el debate, la persuasión y las razones recíprocas. Una fe democrática que tenga el valor de vivir con la incertidumbre, la contingencia y la ambigüedad.
Una apelación lógica, plena de inteligencia y de confianza en el espíritu humano. Quizá, precisamente por ello, una apelación ideal.
[…] en esa última frase está la clave. Richard J. Bernstein, en un maravillo capítulo de un libro imprescindible, Hannah Arendt, el orgullo de pensar (Fina […]
Soy estudiante de filosofía y a lo largo del cursado me ha tocado leer este libro. A mi parecer es un libro que cae en un analisis demasiado simplificador de realidades tan complejas como lo puede ser la invasión a Irak por parte de ee uu. Por otro lado creo que sus argumentos son sólo aplicables al discruso y no a la acción. Además tiene el problema de prponer ideas ilusorias y que poco tienen que ver con la realidad. A mi parecer un mal libro.
He de reconocer que jamás he leído algo de él y este se me hace bueno para comenzar a conocerlo….
besos