Ángeles rebeldes – Robertson Davies

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Ángeles rebeldes - Robertson DaviesYa cantamos alabanzas en su momento al canadiense Robertson Davies al hablar de su Trilogía de Deptford (El quinto en discordia —sin duda el mejor de los tres—, Mantícora y El mundo de los prodigios), diciendo de él que era un magnífico escritor. Reconozco que desde conocí la noticia de la publicación de Ángeles rebeldes, que da inicio a la llamada Trilogía de Cornish, ansiaba embarcarme en su lectura y refrendar así, si era posible, la bonísima impresión que me había dejado la anterior serie.

Y si están esperando un juicio de valor, ahí va: Robertson Davies es un escritor mayúsculo, capaz de reunir en un solo libro introspección psicológica, excursos humanistas y cientifistas, tramas plenas de intriga, personajes inolvidables de puro humanos y todo lo que su imaginación dé de sí. Con un estilo sencillo, pero sutilmente trabajado (sirvan como ejemplo las cenas de profesores que se reúnen en la residencia universitaria de uno de los protagonistas, repletas de diálogos ingeniosos, mordientes y con un alarde de erudición asombroso), el autor conduce la novela a través de una historia de celos profesionales, amores correspondidos… en parte y autoconocimiento: y todo ello con una naturalidad que recuerda a los folletines decimonónicos, cual si de una aventura dickensiana por entregas se tratara.

Narrada en primera persona por dos de sus protagonistas, Ángeles rebeldes sitúa al lector en el centro de una pequeña comunidad universitaria canadiense, la Universidad de San Juan y el Espíritu Santo, conocida por sus miembros como «la Entelequia» (primer y genial guiño de Davies, y preludio de lo que vendrá después). En esta institución imparten clases Simon Darcourt, reverendo profesor de griego, Clement Hollier, medievalista, y Urquhart McVarish, experto en el Renacimiento; unidos por la amistad o por la rivalidad, los tres son nombrados coalbaceas de Francis Cornish, un extravagante mecenas que atesoraba miles de antigüedades suculentas para los estudiosos. Entre ellos se bandea Maria Magdalena Theotoky, alumna doctoranda de Hollier, enamorada de él y pendiente no sólo de ser correspondida, sino de recibir un manuscrito inédito de Rabelais que le valdrá el reconocimiento académico. A estos cuatro curiosos personajes se les suma John Parlabane, antiguo alumno de la Entelequia, filósofo superdotado e incorregible trotamundos que pondrá patas arriba la tranquila comunidad universitaria.

Esta trama inocua y que recuerda a las historias de David Lodge no es más que la excusa de Robertson Davies para lanzarse a construir un minúsculo universo donde las venganzas, las envidias y los amores se cruzan sin cesar. La grandeza del escritor canadiense, su mayor logro, es dibujar unos protagonistas rebosantes de humanidad, en debate constante consigo mismos (algo que el lector puede observar de primera mano gracias al uso de los narradores en primera persona, pero que también se aprecia en los precisos perfiles que se trazan del resto de personajes de la novela) acerca de lo que ansían. Maria pretende el amor de Hollier, mientras éste anhela tener en su poder unas cartas privadas de Rabelais; McVarish aspira a la gloria universitaria (pasando por el éxito universal) y Darcourt se conforma con hacer de su vida un trayecto sosegado hacia la sabiduría. Como se puede suponer, todos estos objetivos se trastocarán o se frustrarán a lo largo del libro, pues el autor se encarga de revolver las vidas de sus creaciones hasta colocarles a todos en posiciones inverosímiles.

Amén de estos entrañables protagonistas, a los que se llega a conocer de una forma tan íntima que parece imposible que en realidad sean creaciones de ficción, la otra gran baza de Ángeles rebeldes es el no siempre soterrado sentido del humor. De nuevo se puede pensar en los escarnios de Lodge hacia los profesores y la comunidad universitaria, pero el humor de Davies es mucho más sutil, mucho más serio. En esas cenas de las que hablaba más arriba, en las conversaciones entre personajes (y aquí McVarish se lleva la palma como creación suprema: rozando la caricatura, pero con un fondo de crueldad y cinismo palmariamente humanos), en las descripciones de los estudios que se llevan a cabo o en las relaciones entre profesores y alumnos, en todo ello deja el autor entrever un conocimiento profundo no sólo del entramado social de la institución universitaria, sino del funcionamiento —tan complejo y tan simple— del alma humana. Davies nos ofrece un retrato fidedigno de cómo los deseos entorpecen el placer de vivir, de cómo el afán de sabiduría puede cegar el conocimiento de los demás y de cómo la vida sólo tiene sentido si perseguimos la felicidad.

Sólo cabe terminar esta reseña rogando a los responsables de la editorial que no hagan esperar más a los que somos devotos admiradores de Robertson Davies y que saquen lo antes posible las dos siguientes novelas de la trilogía… (se anuncia para esta semana la segunda, Lo que arraiga en el hueso) y todo el resto de la producción del canadiense.

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4 COMENTARIOS

  1. Tengo que agradecer a solodelibros el conocimiento de Robertson Davis. Leí la trilogía de Deptford y acabo de terminar «Angeles Rebeldes»: es literatura ingeniosa e inteligente con unos personajes increibles.

  2. A mi este libro me pareció estupendo, y me conseguiré en cuanto pueda el segundo, que ya ha salido. En mi blog lo comenté en su momento.

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