El hijo de la sra. Glenn – Edith Wharton

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El hijo de la sra. Glenn - Edith Wharton

El definido estilo de Edith Wharton para plasmar las preocupaciones humanas más comunes se observa en esta novela corta con todo su potencial. A partir de un conflicto en apariencia banal se desencadenan unos hechos que afectan más a los ánimos de los protagonistas que a sus destinos individuales; aunque el origen de la trama sea un acontecimiento concreto, sus consecuencias ejercen su impacto en la forma de ver el mundo, en los deseos más íntimos, en los sentimientos ocultos en cada cual. La autora pasa así a mostrar las interioridades del alma humana con la excusa de una narración que parece centrarse en los detalles externos.

Y es que la historia es simple, pero atractiva. Un narrador que se mantiene en un discreto segundo plano nos narra su encuentro, de camino hacia París, con la sra. Glenn, una mujer de la burguesía neoyorquina que ha perdido a su hijo en la Primera Guerra Mundial y, poco después, a su marido. Aunque no tienen mucha relación, la mujer le confiesa que el motivo de su viaje es encontrar a un hijo que entregó al cuidado de una pareja americana ya que fue concebido antes de contraer matrimonio. A pesar de que han pasado casi treinta años, Catherine Glenn logra su objetivo y da con el muchacho, Stephen, aquejado de tuberculosis, y con sus padres adoptivos, los Brown. Lo que parece una feliz circunstancia pronto empieza a convertirse en una situación extremadamente tensa, ya que las dos mujeres no congenian y el joven Stephen no tiene claro a quién debe fidelidad. El desenlace será inesperado para todos los personajes y pondrán de relieve la cantidad de secretos que ocultan.

Wharton, como decíamos, utiliza como detonante de la trama un hecho misterioso y sorprendente: el descubrimiento de la familia Brown, los tensos lazos que se establecen entre la madre biológica y la adoptiva, la renuencia del muchacho a los cuidados que le prodiga la sra. Glenn… todos estos elementos hacen que la historia nos mantenga en vilo, pese a la brevedad de la obra. Lo que comienza como una narración sencilla, desencadenada por un hecho accidental, va pasando a ser una trama plagada de incertidumbres, secretos y giros.

Sin embargo, el verdadero drama tiene lugar en el interior de cada uno de los protagonistas: lejos de centrar su mirada literaria en los meros acontecimientos, la autora va poco a poco internándose en la psicología de los implicados. A través de un narrador que vive de primera mano la historia, pero que no participa de ella, iremos viendo la transformación de Catherine Glenn: una mujer decidida a cumplir su esperanza, pero que parece apagarse a medida que va entablando conocimiento con su hijo. De forma contraria, Chrissy Brown pasa de ser una figura gris y apocada a convertirse en un personaje sibilino. Así, al tiempo que la historia se desarrolla y nos conduce hacia su sorprendente desenlace, asistimos a unos cambios (algunos de una sutileza encomiable) psicológicos que pasan a ser el verdadero meollo de la novela.

Es en ese punto de la obra, en el momento en que los protagonistas empiezan a mostrar su evolución, cuando Wharton da rienda suelta a su certero olfato para los detalles intimistas y su capacidad para mostrar las emociones mediante puntillosas descripciones. Su narrador esboza opiniones, entrevé cambios, pero, al igual que el lector, no comprende lo que sucede hasta el mismo final. No obstante, sus impresiones son las que dan vida a esos cambios sutiles en los comportamientos de los personajes y nos permiten unir los hilos de ese tapiz sentimental. La autora logra con estos mimbres construir una narración que constituye un recorrido por los deseos más ocultos y cómo pueden dominarnos, incluso hasta el punto de sojuzgar nuestro juicio en favor de nuestras esperanzas más irracionales.

Aunque El hijo de la sra. Glenn no esté a la altura de otras novelas de Edith Wharton, sobre todo en cuanto a perfección estilística, sí que transmite la especial sensibilidad de la escritora estadounidense para reflejar los sentimientos más complejos de una descarnada.

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