Por qué he robado y otros escritos – Alexander M. Jacob

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Por qué he robado y otros escritos - Alexander M. JacobHace poco hablaba en «Los entresijos del anarquismo» de la propaganda por el hecho, sistema que algunos activistas emplearon para difundir la doctrina anarquista. Entre ellos se destaca Alexander M. Jacob quien, con otros compañeros, creó el grupo Los Trabajadores de la Noche, que se dedicó a desvalijar con nocturnidad las viviendas de los burgueses para convertir sus bienes muebles en oro con que sufragar la causa anarquista. Por esta causa fue condenado a trabajos forzados en la Guyana francesa, de donde saldría indultado veinte años más tarde.

En «Por qué he robado» la editorial Pepitas de Calabaza recoge ahora una selección de textos de Jacob, escritos tras salir de presidio y la mayoría inéditos en español, basados en la recopilación que la editorial L’Insomniaque realizó en 2004 de los textos del anarco. Son textos que dejan patente la lucidez del autor, su voluntad de aplicarse en una lucha sin cuartel en la que la clase obrera siempre tiene más que perder y, sobre todo, su conciencia de estar trabajando por instaurar una situación más justa.

El primero de los textos, ‘Recuerdos de un rebelde’, describe el último golpe, fallido, de Jacob y su banda, su huida y su detención después de una intensa persecución. Jacob desgrana estos recuerdos con precisión, y los hila como si de un relato se tratase. Un relato que fascina, pero que sacude al lector con una descarga cuando cae en la cuenta de que esos hechos sucedieron realmente a un hombre; a un hombre al que no le importó tanto ser apresado, como la incomprensión que pudo percibir a su alrededor. En el momento de su detención centenares de obreros y campesinos, por cuya emancipación Jacob puso en peligro su vida, se reunieron para abuchearle. Absolutamente alienados, eran incapaces de comprender que insultaban al hombre que luchaba por su libertad, atacando al sistema que los oprimía.

A ese sistema opresor denuncia Jacob en ‘Por qué he robado’, el alegato que el anarquista leyó ante sus jueces en marzo de 1905. En un texto estremecedor por la justicia de sus palabras, el prisionero expone la realidad irrebatible: el obrero es expoliado día a día por un hombre que, siendo igual, se niega a compartir con él los enormes beneficios que su trabajo genera; por negarle, le niega incluso un salario que le permita vivir con dignidad. Siendo esto así, Jacob presenta sus robos como una justa restitución, consecuencia del hecho de que los que lo producen todo, nada tienen, mientras que los que nada producen, lo tienen todo.

Bajo el epígrafe ‘Les Trois-Roses’, nombre por el cual se conocía a las Islas de la Salvación, donde Jacob fue deportado, se recogen algunas de las cartas que el anarquista escribió durante sus años como forzado. Otros textos de presidiarios y funcionarios, vienen a completar la imagen de la vida terrible en las islas. En los escritos de Jacob se aprecia al hombre indomeñable, entregado a una lucha incesante por la justicia, incluso en unas condiciones en las que la degradación y la desidia suelen adueñarse de cualquier ser. Como muestra, se presenta una carta al ministro de las Colonias para denunciar las inhumanas condiciones de vida de los condenados, agravadas por el desinterés y la maldad de los guardias.

De ese tenor es la carta que dirige al diputado Ernest Lafont sobre la defensa en el Senado de un proyecto de ley para la reforma de la deportación. En esa carta, Jacob, que se niega a sí mismo la calidad de ciudadano en cuanto la sociedad quiso extirparlo de su seno como a un cáncer, explica al diputado cómo los políticos franceses pretenden legislar sin tener el más remoto conocimiento de lo que es la vida en prisión o para los deportados.

Cierto que Jacob es un asesino, y al leer la forma en que asume que ha quitado la vida a un hombre en defensa de una idea, no se puede evitar sentir repugnancia. Y sin embargo, Jacob es también, en cierta manera, un profeta. La verdad brota a raudales cuando habla de la vida sojuzgada del obrero desposeído, al que se le niega hasta el derecho a rebelarse. Sus razonamientos alumbran con viveza un panorama desolado en el que reconocemos la verdad y la justicia que, sin embargo, parecen condenadas a no materializarse nunca.

1 COMENTARIO

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