Nuestra sociedad y, en especial, el liberalismo económico impuesto en las últimas décadas, se basan en dos premisas básicas: crecimiento ilimitado y combustibles baratos. Lo imposible de un crecimiento ilimitado, que se traduce en la acumulación masiva de bienes y servicios, en un mundo finito, es una idea que en los últimos años viene calando en la opinión pública –aunque no se hayan tomado medidas para variar el rumbo-. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la merma de recursos (como el agua o las tierras de cultivo), son la muestra de que nuestro planeta tiene un límite que el hombre amenaza traspasar. La disminución de recursos, concretamente de los combustibles fósiles, incide directamente sobre la segunda premisa sobre la que se asienta el actual paradigma dominante, poniéndolo seriamente en peligro.
Roberto Bermejo realiza en «Un futuro sin petróleo» un estudio exhaustivo de las consecuencias que tendrá para nuestro sistema socioeconómico el final del petróleo barato. Para ello compara el entramado de nuestras sociedades a nivel local, regional, nacional y mundial con el de un ecosistema, analizando cómo reaccionarían los distintos segmentos al terrible impacto que supone perder el recurso fundamental sobre el que se asientan.
El techo de las extracciones de petróleo, gas natural y carbón ya ha sucedido o sucederá en las próximas décadas (los más optimistas conceden veinte años más de tregua). Es difícil para los expertos llegar a un consenso, puesto que los países productores no facilitan datos fiables sobre sus reservas y hasta el momento se ha especulado con la posibilidad de explotar yacimientos que, finalmente, resultan difíciles o imposibles de explotar. La Agencia Internacional de Energía, después de mostrarse injustificadamente optimista primero, y ocultar informes relevantes después, ha acabado por reconocer que la situación comienza a resultar preocupante.
La mayoría de los yacimientos en explotación han alcanzado, o alcanzarán en los próximos años, el techo de su producción. Los estudios destinados a iniciar nuevas prospecciones demuestran que no quedan grandes yacimientos y los que se descubren proporcionan combustibles de mala calidad o difíciles de extraer, por lo que la energía extraída no compensa la que se invierte en la extracción. Esta situación se agrava ante la demanda de energía cada vez mayor de los países emergentes, lo que implica que las reservas que quedan deberán ser repartidas entre más consumidores y, además, que las fuertes economías de estos países estarán en mejores condiciones para comprar combustibles caros que las de los países que tradicionalmente han sido los grandes consumidores de combustibles fósiles.
Aunque haría falta un consenso internacional que asegure una rápida y ordenada transición hacia las energías renovables, la realidad es que la mayoría de los países ha ignorado pertinazmente la realidad del final de la era de los combustibles fósiles. De este modo, no se ha financiado suficientemente la investigación en eficiencia energética, energías renovables y combustibles alternativos, dando como resultado sociedades poco o nada preparadas para asumir un futuro sin petróleo.
Sin embargo, existen algunos Estados, ciudades o regiones que en los últimos años viene trabajando a favor de la independencia energética reduciendo el consumo de combustibles fósiles, impulsando la captación de energías renovables y la eficiencia energética, potenciando el transporte colectivo o investigando el desarrollo de nuevas tecnologías. California, el estado de Queensland en Australia, Noruega o el proyecto Transition Towns (existen varias en todo el mundo) son algunas de las regiones que han optado por reducir su vulnerabilidad a la escasez y carestía del petróleo que se avecina.
El estudio de Roberto Bermejo pone de manifiesto también que, una vez más, serán los países pobres quienes más duramente sufran el encarecimiento de un recurso cada vez más escaso. Con economías poco saneadas, cuando no claramente endeudados, estos países no podrán comprar el petróleo necesario para generar energía (de hecho muchos de ellos sufren ya cortes en el suministro eléctrico, consecuencia de la actual escalada de los precios del petróleo). Sin energía, su industria, orientada fundamentalmente a la exportación, dejará de funcionar, de manera que la pobreza se agudizará aún más. En un panorama de crisis generalizada, en el que incluso los países más ricos tendrán que dedicar grandes recursos a solventar los estragos que la falta de petróleo producirá en su economía, la ayuda internacional no será la solución.
En resumen, el grado de riqueza y la celeridad de los países en tomar conciencia de la realidad del techo de los combustibles fósiles y empezar a actuar en consecuencia, serán los factores que definirán la situación futura. Pero en general se puede hablar de crisis generalizada, al no haber tiempo suficiente para que la transición hacia las energías renovables se produzca de forma paulatina y ordenada. Se reducirá la producción, también las exportaciones e importaciones, lo que redundará en el crecimiento de los mercados regionales; el transporte se hará más lento y se potenciará el colectivo para las personas y el tren y el barco como medio de transporte para las mercancías; se optará por la agricultura ecológica y las pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas, lo que supondrá una subida del precio de los alimentos. Y, en definitiva, los modelos de producción y consumo que se han impuesto en las últimas décadas acabarán por desaparecer, al faltarles el combustible barato que ha sido su motor hasta la fecha.
A medio plazo el abandono del petroleo yo cro que será una realidad.
El que salgan al mercado coches electricos, implica que ya se esta dedicando un capital importante a la investigacion en tecnologias para transporte que no emplean combustibles fosiles, asimismo el auge de la eolica, geotermica, termosolar, yo cro que nos da esperenza en que se produzca a medio plazo un cambio del modelo energetico mundisl
un saludo
Esta claro que los intereses economicos prevalecen sobre ningun otro, pero ya es hora que todos abogemos por la sostenibilidad, y más ante los marcos que estamos viendo.
No tengo ninguna duda que el libro de Roberto Bermejo debe ser muy interesante y actual.
¿cómo hago para poder disponer de un ejemplar, acá, en Santiago de Chile?
Es un tema que me interesa mucho y del cual participo.