Hadjí Murat – Lev N. Tolstói

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Hadjí Murat - Lev N. TolstóiCuando una quiere leer buena literatura, con historias apasionantes y un estilo inteligente y cuidado, tiene siempre que recurrir a los escritores del siglo XIX, especialmente a los rusos.

Lev (antes León) Tolstói (Rusia, 1828-1910) fue uno de los más eminentes autores de narrativa realista. Además de ser un hombre con una vida intensa que abandonó sus estudios universitarios, se dedicó a tratar de mejorar las condiciones de vida de sus campesinos, se entregó a la disipación propia de la alta sociedad aristocrática, fue soldado en el Cáucaso, viajó por el extranjero y finalmente fundó una gran familia y se dedicó al cuidado de su hacienda.

Y, a pesar de esa vida tan ajetreada, tuvo tiempo de dejar una inmensa e insuperable producción literaria en la que destacan títulos tan universales como «Anna Karénina» o «Guerra y Paz«. «Hadjí Murat» es una novela histórica escrita de primera mano, ya que Tolstói conoció a algunos de sus protagonistas durante su permanencia en el Cáucaso.
La acción transcurre en torno a 1850, bajo el reinado del zar Nicolás I, que se caracterizó por llevar a cabo una política expansionista y de absolutismo represivo. De hecho, el retrato que del zar se hace en la obra nos le describe como un hombre arbitrario, poco justo y demasiado orgulloso.

«Hadjí Murat»es la historia de un djiguit, término árabe para designar a un jinete y, por extensión, a un valiente. Es un musulmán del Cáucaso que lucha en contra de las tropas rusas que tratan de dominar Chechenia, Osetia, Daguestán. Un tema que, siglo y medio después, aún colea, como sabemos. Pero nuestro héroe tiene un conflicto con el fiero Shamil, el jefe de las tropas rebeldes, por lo que decide pasarse al bando de los rusos, donde es acogido con gran regocijo.

Su presencia entre las tropas rusas supone en principio un duro golpe a Shamil, que pierde a uno de sus más bravos lugartenientes. En un principio Hadjí Murat es tratado como prisionero, aunque con honores, para evitar que su cambio de ejército pueda resultar una treta de los musulmanes. Por desgracia la familia de Hadjí Murat es retenida como rehén por Shamil, que les amenaza con la muerte si Murat no regresa a sus filas.

Pero éste sabe que si regresa, Shamil le matará como venganza por su traición, y trata de que los rusos canjeen rehenes chechenos por su familia. Sin embargo, los rusos no se deciden, por lo que Hadjí Murat decide escapar a su custodia, un tanto relajada, para rescatar a su familia.

El final es dramático, inesperado. Pero hace aún más hermosa la historia del valiente Hadjí, a quien Tolstói compara con un cardo mancillado. A riesgo de ser cursi, esta narración me ha parecido como un agua fresca, pura, cantarina, en la que el sol espejea.

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6 COMENTARIOS

  1. Tienes razón, los clásicos rusos transmiten una intensidad y una profundidad humana tan grandes que después de leer algunas obras maestras uno no vuelve a ser el mismo.Poquísimos autores actuales les dan la talla. Eran unos genios.

  2. Hace tiempo tuvo el deseo de leer a Tolstoi y decidí empezar por «La muerte de Ivan Ilich». La versión que compré contenía también la historia de Hadyi Murad. No había oído hablar de este relato, y cuando acabé con «La muerte de…» lo leí por curiosidad, de rebote, a pesar de que la primera narración me había dejado un mal sabor de boca.
    Resultó que Hadyi Murad me pareció una pequeña obra maestra, y me abrió el apetito de más Tolstoi, lo cual no me habría pasado si hubiese dejado el libro a medias.

  3. aun cuando apenas comienzo a mesclarme en el mundo literario,puedo afirmar que las grandes obras prevalecen en el tiempo

  4. Magnífico. Me ha encantado tu análisis de un libro que, pese a sus añoos, sigue tan de plena actualidad. Por desgracia…

  5. Por fin alguien se digna a decir verdades como esta:

    «Cuando una quiere leer buena literatura, con historias apasionantes y un estilo inteligente y cuidado, tiene siempre que recurrir a los escritores del siglo XIX, especialmente a los rusos.»

    A pesar de mi pasión por algunos escritores rusos, ampliaría la circunscripción del genio y empadronaría a los Buenos Escritores en un villorio más amplio (ya, jo, que Rusia es enorme, pero ya me entendéis), y si acaso matizaría el «siempre», porque Faulkner o Flaubert, por citar sólo uno por tiempo y otro por espacio, se merecen otra cosa.

    Pero qué gusto me ha dado, cuando tanto «estudioso» alaba tanta bazofia actual de ideas prestadas, citas referidas, bravuconadas sectarias y pastiches pretenciosos, que alguien diga una verdad con la que comulgo. Amén.

    Que avance el arte o que quede quieto el jardín de piedra zen, pero con la comida no se juega, y la palabra no se desbarata.

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