El decrecimiento feliz y el desarrollo humano – Julio García Camarero

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El decrecimiento feliz y el desarrollo humano - Julio García CamareroEl decrecimiento feliz y el desarrollo humano es el segundo libro de la trilogía que Julio García Camarero dedica al tema del decrecimiento. Si en el primero nos explicaba cómo el actual sistema sólo puede conducirnos hacia una perpetua crisis —probablemente sea ésta en la que ya estamos— en la que se unirán factores económicos, pero sobre todo medioambientales y sociales;  en el presente texto hace hincapié en la realidad de que la actual sociedad sólo se refiere a crecimiento económico cuando habla de desarrollo, y difunde el falso mensaje de que la felicidad de sus ciudadanos está exclusivamente ligada al consumo.

Progreso, crecimiento y ahora, desarrollo sostenible. Ideas que enmascaran una única realidad: aumento de la plusvalía de la que se apropian los más ricos del planeta, pero que ocultan una macabra realidad: daño a los ecosistemas, expolio de recursos no renovables, precarización de las condiciones de vida de los seres humanos, explotación de los trabajadores. El crecimiento es, en palabras del autor, el nuevo becerro de oro, una religión en cuyos altares los sumos sacerdotes están dispuestos a sacrificar todo y a todos, pero cuyo evangelio predican (de forma cada vez menos convincente), para que mansamente nos dejemos inmolar creyendo en la recompensa de un paraíso de riqueza y bienestar del que nunca participaremos.

La realidad demuestra que ese paraíso cada vez está más lejos de las clases medias occidentales, no hablemos ya de quienes habitan el tercer mundo. Pero nos han engañado y, en su desenfrenada persecución, hemos sacrificado aquello que constituía nuestra felicidad: las relaciones personales, el conocimiento, las tradiciones y la cultura, el ocio, la salud, la religión, la naturaleza. Todos los estudios demuestran que el consumo, el rito al que se nos pide que nos entreguemos desde todas las instancias, no nos hace más felices; al contrario, aumenta nuestra ansiedad y nuestra insatisfacción.

Como única manera de salir de esta crisis sistémica, García Camarero postula el decrecimiento para los países del Norte, y un crecimiento mesurado, ecocéntrico y sostenible para los países del Sur. Para el Norte propone un decrecimiento sostenible y ordenado, opuesto al decrecimiento caótico que producen las crisis. Un decrecimiento planeado que dará de lado al desarrollismo económico para centrarse en el desarrollo humano. Éste pasa por atender a nueve necesidades básicas para el ser humanos: subsistencia, afecto, protección, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. Un desarrollo que sea aleja de la cultura de lo superfluo en la que vivimos y retorna a un mundo donde las relaciones entre los seres humanos vuelven a ser el eje del crecimiento.

Decrecer invirtiendo recursos en educación, salud, cultura y ocio. Reducir las jornadas laborales para que todos podamos trabajar, a la vez que disfrutamos de más tiempo libre para dedicarlo a nuestro crecimiento personal. Trabajar para recuperar los ecosistemas. Cooperar con el Sur. Y, en definitiva, llevar una vida más plena y feliz es posible. Simplemente debemos bajarnos del carro del crecimiento enfermizo, y esta es una acción que cada uno podemos emprender hoy mismo.

Pero si los postulados de este libro son ciertos, la manera en que se exponen no es la más atractiva. Un estilo descuidado —apasionado, pero muchas veces plagado de incorrecciones—, que denota la falta de una segunda lectura más reposada del texto antes de su publicación por parte del autor; y una ausencia de corrección de estilo y gramatical por parte de la editorial, afean la lectura de un libro necesario por su temática, pero prescindible por su elaboración. Esperemos que estos aspectos se cuiden más en el volumen que cerrará la trilogía sobre el decrecimiento.

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9 COMENTARIOS

  1. Que crezca nuestro mundo interior va a ayudar a que lo material salga del primer plano. Más necesidades satisfechas para el desarrollo humano ayudará a un decrecimiento feliz.

  2. Mucho agradezco a la señora Castro las criticas que viene realizando a mis libros sobre decrecimiento.
    Pero en el caso de El decrecimiento feliz y el desarrollo humano, el que UD. diga: que un texto es prescindible por su elaboración… (aunque los postulados de este libro son ciertos), ello denota que UD., sin dudarlo, da mucha más importancia (algo muy de acorde con los tiempos de engaño que corren) al continente de la expresión de una idea que al contenido de la misma. Y esto último confirma que:
    – O no se ha enterado de la tesis central de mi libro, que en síntesis dice: “Es un desastre, (y precisamente el desastre que nos ha conducido a la actual crisis humana, económica y ecológica) dar más importancia al continente de una declaración que a su contenido”
    – O bien, su subconsciente (como nos pasa a casi todos en nuestro subconsciente) no está dispuesto a superar algo indispensable, que es inherente a este sistema: el imaginario que llevamos clavado en nuestra mente de que lo único que debemos valorar es una resplandeciente apariencia, aunque esta sea ficticia y sólo encierre vacío o falsedad. Para este imaginario es también de lo más importante condenar a las verdades (o como UD dice: los postulados ciertos) que se presenten con un envoltorio molesto.
    Pero mi tesis central del libro es que un contenido (aunque presente un continente de aspecto molesto y aunque se deba en parte a defectos de elaboración) si encierra verdades, o postulados ciertos, debe de considerarse imprescindible; y no prescindible como en su critica señala. julo garcía camarero

    • Estimado Julio

      En primer lugar, muchísimas gracias por asomarse a esta web y participarnos su opinión sobre la reseña de su obra. Es un placer tenerle por aquí.

      En primer lugar, declararme decrecentista convencida. Cualquiera que siga con asiduidad nuestras reseñas sabrá que los temas medioambientales y sociales tienen un espacio importante. Pero, en mi caso concreto, trato de cumplir los postulados del decrecentismo todo lo fielmente que es posible.

      Sirva esto como declaración de principios de alguien que en absoluto se deja seducir por las apariencias. Y es que no hablo para nada de apariencias en mi reseña, sino de estilo o, si lo prefiere, claridad expositiva.

      Como indico en el comentario, los postulados son ciertos y valiosos. Pero la falta de claridad, los errores de redacción, de estilo y ortotipográficos, dificultan seriamente el que el mensaje llegue al lector con la contundencia precisa. Yo me considero una buena lectora y además, muy interesada en el tema del decrecimiento, pero alguien menos motivado o con más dificultad para leer, tal vez abandonaría el texto sin más oportunidades. Así que, porque creo que es imprescindible que se conozca lo que el libro postula, creo que es necesario que el texto sea, no atractivo, sino formalmente correcto.

      Por otro lado, no trato de apariencias: si compro huevos no quiero que sean bonitos, sino frescos. Y si leo un libro quiero que esté correctamente escrito, sin errores ortográficos. Aunque creo que esa parte de la labor corresponde a la editorial, que es quien pone el producto en el mercado.

      En cualquier caso, gracias por tratar y divulgar un tema tan necesario como el del desarrollo humano y el decrecimiento. Quedo a la espera de su tercer libro y, si necesita una lectura reposada del borrador, que pula defectos, cuente conmigo.

      Un saludo muy cordial.

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    • interesante, pero lo importante a estas alturas esta, creo yo, en como bajarnos de este carro que devorara a nuestros hijos sin crear un problema mayor, diria yo. por que los que tienen la sarten por el mango nunca la quieren soltar y por lo tanto hay que quitarsela, cosa arto dificil.¿no?
      un saludo y espero que la semilla germine.

      • Amigo Paco,

        como ciudadanos carecemos de toda fuerza. En este remedo de democracia en el que vivimos sólo podemos participar votando una vez cada cierto tiempo a quines no representarán nuestros intereses, sino los de las grandes corporaciones y bancos.

        Ahora bien, como consumidores, tenemos todo el poder. ¿Cómo nos bajamos del carro? Dejando de consumir. Compre usted sólo aquellos productos que necesita para vivir bien (no creo que cambiar de móvil cada año aumente de verás su calidad de vida); elija con cuidado qué productos compra (dónde han sido fabricados, cómo y por quién), dónde los compra (nunca en grandes superficies, mejor pequeño comercio). Apueste por cosas duraderas, por arreglar mejor que reemplazar, por productos locales y de temporada.

        En fin, hay tantas pequeñas acciones que podemos emprender en nuestro día a día. Sólo es cuestión de querer hacerlo, de buscar información y de ser consecuentes con ese estilo de vida que elegimos (no este que nos imponen).

        Si tiene hijos, edúquelos en estos preceptos de austeridad y respeto (a la naturaleza y a los seres humanos). Trate de difundir esta idea entre sus conocidos, predique con el ejemplo.

        No es que de esta manera los que tiene la sartén por el mango la vayan a soltar, es sólo que procurarán que la sartén que sostienen nos guste más, para que sigamos comprándosela.

        Le pondré un ejemplo práctico:

        En el video de la activista Annie Leonard «Story of cosmetics» (http://www.youtube.com/watch?v=lMVXoV2-yus), se nos habla de cómo la mayoría de productos de belleza e higiene corporal contienen productos tóxicos, muchos de ellos cancerígenos, que ni siquiera están especificados en las etiquetas. Annie Leonard dice acertadamente que los gobiernos deben legislar para que esto no este permitido. El problema es que los gobiernos no lo hacen, porque las mepresas fabricantes tiene el suficiente poder para hacerles estarse quietos.

        Ahora bien, ¿y si los consumidores dejamos de consumir esas marcas? ¿y si buscamos en el mercado productos naturales, respetuosos con el medio y con las personas? Cuando Procter & Gamble dejen de vender champú, se preguntarán qué ocurre. Y verán que el consumo se ha desplazado hacia otro tipo de productos, y rápidamente se ocuparán de poner en el mercado productos semejantes a aquellos que ahora desean los consumidores.

        Así, no hace falta que el gobierno legisle: las propias empresas se regularán en busca del beneplácito de los consumidores.

        Y eso mismo es aplicable a todos los productos del mercado. No es tan difícil de lograr, sólo tenemos que tener la voluntad de empezar el cambio por nosotros mismos.

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