El niño perdido – Thomas Wolfe

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El niño perdido - Thomas WolfeA veces, la vena poética de un autor convierte una historia en una pieza lírica; que ese hecho se inscriba dentro de un todo mayor que entendemos como narración es un acierto, pero si no es así el texto deviene una mera composición: bella, pero vacua. Eso es lo que ocurre con esta nouvelle de Thomas Wolfe, un canto a la infancia perdida y al tiempo una oda a la ausencia irreparable: en el aspecto estilístico es una narración bella, con unas cadencias que hacen de la lectura una experiencia delicada y sensual; sin embargo, en el aspecto formal apenas incide en el meollo de la trama, dejando que sea la sensibilidad del lector la que tome el mando y conduciendo la historia con una falta de concreción sorprendente.

El niño perdido se estructura en cuatro partes narradas por unos hermanos que van recordando a uno de ellos, Grover, muerto por tifus apenas con doce años. En cada una de esas partes se alude a algún aspecto de ese «niño perdido» que influyó sobremanera en los narradores, conformando así el retrato de un muchacho sincero, honorable, atento, trabajador y fiel. A través de los recuerdos y, sobre todo, de las imágenes que van surgiendo en el texto, podemos ir formando una imagen de ese niño tan especial, gracias a la poética que impregna todo el texto:

Tuvo que detenerse a mirar por un instante, no podía pasar de largo. Era como estar paseando por Arabia. Frente a la tienda se hallaba el carro del reparto, el viejo caballo gris, mustio, doblado sobre la inestable carga. De vez en cuando el viejo caballo levantaba una de sus escuálidas patas traseras y daba una fuerte coz contra el suelo. Grover conocía bien a aquel viejo caballo, siempre lo miraba con una dulce nostalgia. Le recordaba al verano y al aguacero repentino. Había pasado por la plaza en un día así. Hacía calor. Las nubes se habían acumulado de pronto. Realmente estaban preparando una amenaza sulfurosa y eléctrica. Y ahora todo el aire rumiaba la amenaza de la tormenta. La luz se puso violeta, la aglomeración de nubes llegó hasta el culmen del relámpago. Y entonces el rayo apareció, se desató la tormenta.

Como vemos en el extracto, el tono es profundamente lírico: las descripciones son morosas, los personajes se definen por las sensaciones que despiertan en otros… De ahí que la lectura sea en sí misma un placer sutil, ya que el lenguaje de Wolfe apela a la sensualidad, al lirismo; más que imaginarnos la historia la sentimos en nuestra carne.

No obstante, el problema estriba en que El niño perdido pretende ser una novela: es decir, pretende construir una historia mediante unos hechos y unos personajes. Y ahí es donde el edificio se derrumba, puesto que la poesía del autor trasmite con facilidad los sentimientos, pero deja al albur del lector la tarea de ensamblar los acontecimientos para extraer conclusiones. Más allá del hecho de que Grover es un niño especial, dotado de talento y capaz de influir en el espíritu de sus familiares a lo largo del tiempo, no tenemos nada; la figura del niño perdido es excepcional por su lirismo, pero no constituye un elemento tan sólido como para armar una historia coherente en torno a él.

En pocas palabras se puede decir que El niño perdido es una pieza de bella factura, pero nulo contenido. Un texto para los amantes de la literatura exigente en cuanto al estilo, pero que representa poco para el resto.

1 COMENTARIO

  1. No estoy de acuerdo con lo que se dice: «nulo contenido». Hay que leer más entre líneas. Cuenta una historia de un personaje ausente. Y cuenta muchas cosas importantes: còmo es la sociedad de su tiempo, los personajes. La vida en sí misma.

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