Embassytown – China Miéville

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Embassytown - China MiévilleAunque en esta página no solemos reseñar literatura de género fantástico o de ciencia ficción, lo cierto es que la lectura de Embassytown puede deparar varias agradables sorpresas a los lectores en general, sin caer en los tópicos que afectan a los géneros literarios. El escritor inglés China Miéville, uno de los representantes más ilustres de la ciencia ficción contemporánea, ofrece en esta novela una mirada harto singular sobre las relaciones y el poder que nuestra visión del mundo, condicionada por nuestro lenguaje y forma de comunicar, tiene para transformar el entorno. Más allá de su tema y su ambientación, la obra explora elementos que nos definen como humanos, rasgos que sirven para explicar comportamientos y, por ende, mostrar de una manera fantástica aquello que nos hace ser como somos.

La trama de Embassytown es, de entrada, sugerente. en un planeta en el confín del universo conocido, los humanos conviven con una raza alienígena a la que llaman Anfitriones. La lengua de las criaturas es un desafío al entendimiento, no sólo porque dispongan de dos apéndices bucales con los que emitir sonidos, sino también porque para esos seres la categoría de verdad en el lenguaje pasa porque haya una mente consciente tras el hablante; la mentira no es concebible, pues, ya que su realidad está sujeta a la interpretación que de la realidad hacen las palabras: el habla es pensamiento. Avice, una antigua piloto interestelar, se verá envuelta en una historia de conspiraciones, descubrimientos, traiciones y revueltas que conducirán a toda la colonia a afrontar una temible situación: que los Anfitriones dejen de verles como aliados y aprendan a engañar y mentir gracias al contacto con los humanos.

Por supuesto, a lo largo de la novela encontraremos elementos de la narrativa de género más usuales, amén de unas tramas repletas de golpes de efecto, giros inesperados y situaciones de tensión; características todas ellas de una obra que pretende resultar intensa y, por lo tanto, apela a los recursos más explícitos para ello. Sin embargo, y aparte del encomiable trabajo de Miéville en lo tocante al estilo (las descripciones son sensuales y magníficas, por ejemplo), podemos encontrar un jugoso trasfondo si escarbamos en la superficie. Lo que Embassytown nos ofrece es una reflexión sobre las relaciones: en este caso no solo sobre las humanas, dada la dimensión fantástica, pero la metáfora es evidente. Si el lenguaje nos sirve como medio para la comunicación, es asimismo una barrera en determinadas circunstancias; las formas de superar esa barrera y las maneras en que se encara la relación con el otro (sea quien sea) son elementos fundamentales para evolucionar como sociedad y como individuos. De ahí que la novela ofrezca una singular mirada sobre el hecho de abrirse a los demás, de buscar vías (ya sean lingüísticas o sentimentales) para poder aprender unos de otros. Lo que Miéville expone con agudeza es la capacidad inherente al ser humano de superar las diferencias para encontrar métodos de comunicación que permitan el aprendizaje, la comprensión y la evolución.

Embassytown es, por lo tanto, una novela que trasciende géneros y que, como las buenas obras, trata de hacernos pensar durante la lectura. Una novela que maneja los elementos más clásicos para el entretenimiento, pero que al tiempo no renuncia a plantear una trama compleja, rica en matices y profunda en su desarrollo. Una novela, en fin, que a pesar de pertenecer a lo que muchos suelen considerar un «subgénero» literario, tiene unos mimbres mucho más sólidos que los que una buena parte de la narrativa actual pretende ostentar.

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