Leyendo a Noam Chomsky uno siempre acaba por pensar dos cosas: que lo que dice son verdades de perogrullo, por evidentes, y que pese a eso… no deja de tener razón. No obstante, cuando empecé a leer «La (des)educación» creí estar frente a un autor menos doctrinario y más comprometido con un espíritu formador y liberal; esperaba una formulación constructiva de las posibilidades de la educación como formadora de personas críticas y juiciosas, pero sólo hallé algo parecido en los dos primeros artículos del libro. El resto se centra de manera demasiado insistente en la política exterior estadounidense y, más en concreto, en las relaciones (por llamarlas de alguna manera) con los países centroamericanos durante la década de los ochenta.
Y ojo, que no es que lo que se cuenta carezca de importancia; simplemente, es de rigor que el tema que se pretende en el libro se siga durante el desarrollo del mismo; tres de los cinco artículos versan sobre asuntos muy significativos, pero que apenas si tienen que ver con la educación —salvo que uno tire mucho del hilo, claro—. Como sucede en muchas ocasiones, el criterio editorial a la hora de «fabricar» el libro prevalece sobre la coherencia y el saber hacer, ya que el mero hecho de que el nombre de Noam Chomsky aparezca en la portada asegura una cierta cantidad de ejemplares vendidos. La escasa dedicación que se aprecia en la corrección de los textos confirma esa impresión.
Pero, centrándonos en el contenido, lo importante —afortunadamente— es lo que el autor dice: sobre todo en los dos primeros artículos, titulados ‘Educar para la libertad’ (una conversación sostenida con Donaldo Macedo —profesor de Educación en la universidad de Massachusetts y editor de esta obra— en 1999) y ‘Democracia y educación’ (una conferencia pronunciada en Chicago en 1994). En el primero de los textos, la conversación entre Chomsky y Macedo sirve al primero para apuntar dos trabas fundamentales del actual sistema de enseñanza: su claudicación ante los intereses del Estado y la nula preparación ‘social’ de la que dota a los jóvenes. El autor reflexiona sobre la idea de democracia dentro y fuera de las aulas; el sistema sería ideal (recordemos que la definición de democracia es «doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno») si no fuera porque «la concentración del poder en el gobierno sirve para restringir las posibilidades de que un ciudadano o un grupo controle sus propios asuntos e, igualmente, para establecer el tipo de política […] que se pretende seguir». Así, la percepción de vivir en una sociedad sin clases, cuando la realidad es que los gobiernos tienden a polarizar las clases y a incrementar sus diferencias, es sólo el resultado de una propaganda gubernamental sin precedentes, disfrazada hoy día de ‘relaciones públicas’.
En el segundo artículo, Chomsky se apoya en pensadores y economistas (desde su admirado John Dewey hasta Adam Smith) para reconsiderar la idea de democracia, que —al menos en Estados Unidos— a pesar de partir de premisas igualitarias se ha convertido en la oligarquía de la clase adinerada. El mercado libre que se promovía desde las posiciones conservadoras (recuerden que hablamos siempre de los norteamericanos) se ha aplicado de manera feroz a la pequeña economía, mientras los grandes emporios comerciales se veían subvencionados por el Estado y quedaban libres para actuar a sus anchas. Un punto importante que Chomsky menciona, ya en 1994, es la progresiva implantación de políticas de desatención infantil: congelación de sueldos (o lo que se denomina «moderación salarial») y mayor número de horas de trabajo que provocan ausencias prolongadas de los padres y que, por ende, redundan en la falta de cuidados a los niños, que se ven obligados a pasar más tiempo solos o en la escuela. Obviamente, esto causa a la larga cierta ‘alienación’ infantil, generando adultos menos comprometidos emocional y socialmente: es decir, más proclives a la manipulación. El enriquecer a la minoría privilegiada sólo busca perpetuar un estado de cosas aristocrático, en el que la mayoría menos pudiente siempre se mantiene en las mismas condiciones, cuando no empeoran; la frustración, en lugar de dirigirse hacia los emporios y sociedades implicados, se proyecta en los políticos, meros peones del juego que, pierdan o ganen (esto es: sean elegidos para cargos públicos o no), siempre tienen beneficios.
Los otros tres artículos del libro, como ya he comentado, no se centran en el tema de la educación, sino que versan sobre la política exterior estadounidense, sobre todo en la era Reagan. Por tanto, y aunque no carezcan por completo de interés, no resultan relevantes si nos movemos en el terrreno de la política educativa.
Siempre resulta muy interesante leer las observaciones de Chomsky, dado que es uno de los pocos intelectuales lúcidos y críticos de la sociedad actual. No obstante, su pertinaz optimismo (muy norteamericano, por otro lado) y la ausencia de soluciones viables que propone —cuando las propone— convierte sus textos en meros alegatos. Cualquiera es capaz de leer las noticias, confrontar opiniones y sacar conclusiones: los medios están ahí, disponibles para cualquiera, sobre todo en esta época de Internet. Se agradece que personajes públicos se involucren denunciando cierto tipo de desigualdades, pero sería más importante educar a la gente para que desarrolle una capacidad crítica que ayude a comprender y enjuiciar lo que ocurre a su alrededor; ése fue el motivo que me condujo a leer «La (des)educación», pero la falta de ideas concretas y de soluciones me ha resultado desoladora; tal vez la conclusión terrible sea que no hay solución, que la degradación está más allá de cualquier propuesta lúcida. Me gustaría pensar que no es así.
Más de Chomsky:
Me ha gustado mucho tu reseña, no entendía cómo nadie comentaba ciertas cosas en otras críticas del libro que ví.
Mientras lo leía pensaba por momentos si me había perdido en algún punto para estar leyendo sobre Nicaragua y El Salvador en vez de sobre la educación.
Para mí ha sido una tomadura de pelo el libro. Que me parece bien que hable sobre esos temas, pero no que me metan gato por liebre. Los títulos y las contraportadas deben ser coherentes con el contenido del libro, digo yo.
El diálogo final donde transcribe cómo su interlocutor no le deja hablar me resulta totalmente fuera de lugar. ¿Se supone que es el truco final para que nos posicionemos a favor de él?, ¿haciendo ver cómo otros le tachan de mentiroso pero no le dejan hablar porque ellos en realidad son los mentirosos? Eso para las tertulias estará bien, a quien le apetezca verlas, pero en un libro…
Llego ya con un par de años de retraso y tengo este libro entre mis lecturas «pendientes» y leyendo tu reseña estoy tardando en hacerlo porque soy un bicho raro al que le interesa la política exterior de los USA.
Por cierto, enhorabuena por la reseña, es buenísima.
Yo también cogí el libro por el título,por el escritor y por la sinapsis, pero efectivamente, de educación se habla mínimamente, la mayoría del libro va de la política exterior de EEUU en tiempos de Reagan. Si se quiere ahondar en la educación este no es el libro.
Bueno, pienso que Noam Chomsky sí da soluciones, soluciones al hablar, al intentar abrirle los ojos a la gente, al intentar decir: abrid los ojos! nos están engañando a todos, nos está intentando decir que no nos dejemos manipular, estoy totalmente de acuerdo con este hombre 🙂 para uno que habla y le vamos a criticar?
[…] (Des)educación, La […]
es cierto estamos formando para la democracia, pero realmente existe libertad en nuestros paises, y la solucion tan lejana, alcanzaremos a verla?
Saque el libro desde la biblioteca en un préstamo especial para todo el verano. Vamos a ver que parece
artículo relacionado sobre educación y democracia o la enseñanza obligatoria:
http://www.lafabulaciencia.com/archivo/07/07-abril/boe-07abril.html
El desarrollo de la capacidad crítica es uno de los objetivos más importantes de la educación. Es lo que intentamos muchos de los que nos dedicamos a esta apasionante tarea, pero a veces es extremadamente difícil conseguirlo en una sociedad que consume tanta basura y que se cree todo lo que lee o escucha por los medios de comunicación.
Una reseña magnífica, por cierto.
Un saludo