Aunque no es un escritor que pueda gustar a cualquiera, no cabe duda de que Henry James fue un gran maestro de la narrativa: su estilo inimitable y su capacidad para crear unas tramas psicológicas que involucran al lector en el devenir de los hechos son unas características que lo han convertido en un referente literario difícil de igualar. En Las alas de la paloma esa habilidad para la tensión interna alcanza unas cotas excelsas, tanta es la conexión que se establece entre la historia y el lector. Más allá del estilo (que, como en todas las obras de James, se caracteriza por un fraseo sinuoso que exige una participación activa, aunque en ocasiones abuse de la redundancia), lo sorprendente de esta novela es la sensibilidad que desprenden sus personajes, capaces de conmovernos con sus actos, ya sean estos egoístas, sinceros, honrados o veleidosos. Una sensibilidad que se añade a una tensión dramática creciente que aporta una intensidad seductora a esta obra maestra.
Las alas de la paloma nos cuenta la procelosa relación entre Kate Croy, una muchacha londinense cuya familia ha caído en desgracia, y Merton Densher, un periodista encantador, pero con un futuro poco prometedor. Kate es acogida por una tía adinerada, la señora Lowder, que la «protege» de sus parientes con la esperanza de usarla como moneda de cambio en la rígida sociedad británica de principios del siglo XX; Kate, por su parte, no renuncia a su amor por Merton y planea desafiar a su tía en cuanto le sea posible. Todos estos planes se ven alterados por la aparición en Londres de una joven heredera norteamericana, Milly Theale, que irrumpe en sociedad con energía gracias a su encanto, su timidez y, por supuesto, su riqueza. Kate y Milly traban amistad enseguida, y descubren que tienen en común más de lo que ellas mismas imaginaban. Los acontecimientos pondrán a prueba las relaciones entre todos estos personajes con un desenlace inesperado.
Como decía, el elemento más importante en la novela es la sutileza y sensibilidad que desprenden todos y cada uno de los protagonistas. Por encima de todos sobresale Kate Croy, una muchacha decidida, con un «talento para la vida» excepcional (como apunta Merton en varios momentos de la obra) y con un carácter obstinado; ese personaje soporta el peso de una historia en la que veremos cómo es capaz de pergeñar estrategias, soportar desengaños y afrontar inquietudes mostrándose con una coherencia mayúscula. En este caso, la particular prosa de James, solemne como pocas, constituye un aliciente para la creación de una atmósfera que es en parte opresiva (por la cantidad de secretos que se guardan a lo largo de la obra) y en parte rígida (dada la estricta observancia del código social por parte de casi todos los personajes); su capacidad para excavar bajo la superficie con su prosa solemne y circular hace que la trama se desarrolle con una morosidad que, lejos de exasperar al lector, le acicatee para saber, para imaginar, para descubrir.
A esto hay que añadir una historia que, si bien retrospectivamente puede parecer manida (e incluso previsible en alguno de sus giros), es en verdad una recreación sublime de esas dobleces del alma humana, capaz de lo mejor y lo peor con solo unas amables palabras de por medio. Frente a la huraña compostura de Maud Lowder, que al principio parece el «enemigo» de la novela, pronto encontramos otros comportamientos que esconden mucho más de lo que podría parecer. El talento de James para el detalle sutil, para la descripción plagada de pistas, es prodigioso en esta ocasión, llegando a descubrirnos (o a velarnos…) facetas ocultas de todos los personajes involucrados en la trama; una característica que hace de la novela un tou de force de fascinante belleza… y de una crueldad incomparable.
Las alas de la paloma es, sin la menor duda, una de las mejores obras de Henry James y una joya literaria que cualquiera debería paladear, sean cuales sean sus gustos. Esta edición es una oportunidad espléndida para ello.
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