
Hace unos meses, en abril, leí un magnífico reportaje de Nick Paumgartenen sobre James Salter en la revista New Yorker. Salter es un escritor de escritores, un maestro para varias generaciones de narradores norteamericanos, desde Susan Sontag, Richard Ford a Laumpa Lahiri. El artículo se titulaba El último libro, en referencia a All that is, su nueva novela, el gran acontecimiento literario del año en Estados Unidos.
Contó Muñoz Molina en una hermosa crónica en Babelia que leyó la novela durante toda la noche y que solo cuando alzó los ojos tras la última página se dio cuenta de que había empezado a amanecer. A mí me ha ocurrido todo lo contrario. La prosa de Salter, como una piedra tallada concienzudamente, o un lienzo impresionista, donde uno deba reposar la mirada en cada escena durante minutos, me ha obligado a leerla con calma, como si tuviera todo el tiempo del mundo por delante para saborear cada una de sus frases.
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