Defectos del canon literario

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Defectos del canon literarioDurante mucho tiempo he sostenido que, de un modo enigmático pero concluyente, el canon establecido parece como si acabara siempre por tener razón. Pese a la confusión de los lectores, pese a las anteojeras de la academia, pese a la ineptitud y el mal gusto de los críticos, los autores que el canon consagra -me decía yo, consoladoramente- demuestran ser, con el tiempo, los mejores. Recuerdo bien la curiosidad llena de expectativas con que, durante mis años de estudiante, me adentraba en la lectura de autores considerados menores u oscurecidos, y la decepción con que solían saldarse aquellas incursiones. No, definitivamente Francisco de Aldana no era tan bueno como Garcilaso de la Vega, ni mucho menos. Tampoco Felipe Trigo podía medirse con, pongamos por caso, Pérez Galdós. Ni siquiera con Pereda. La historia de la literatura, tanto la española como la “universal”, parecía bien escrita. Quizá porque el mecanismo que perpetúa el canon es de naturaleza tautológica: ingresa en el canon aquello que posee y emite virtudes canónicas.

La cuestión admite otro planteamiento, sin embargo.

El canon, como acabo de decir en otro lugar, se halla determinado por la ideología dominante, y en consecuencia tiende a excluir cuanto la cuestiona o la socava. Hay autores inasimilables por el canon vigente. Escritores cuya condición de “raros” o de “escritores de culto” camufla su radical indisposición a ser digeridos por el gusto imperante. Pensemos, por ejemplo, en Witold Gombrowicz, cuya reputación incuestionable habita en los márgenes del canon, en sus suburbios. O en una escritora como Elena Garro, por mantenernos ahora en el terreno de la literatura más o menos contemporánea. En general, cierta práctica visceral de la vanguardia resulta inasimilable por el canon (sobre ello discurre, entre otras cosas, la obra de Roberto Bolaño). Pero hay factores excluyentes de naturaleza no solamente estética, como se constata con determinada literatura de signo homosexual o con la escrita por mujeres. No se trata, entendámonos, de escritores “menores” que resistan mejor o peor la comparación con los consagrados. Se trata más bien de escritores y de escritoras obviados, desapercibidos, que trabajan conforme a categorías que no es que el canon desdeñe, sino que no entran siquiera en su campo de visión.

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