En 1941, Henry Miller viajó a Nueva York y recorrió Estados Unidos, la ciudad en la que nació, su tierra. Salió espantado, excepto de Biloxi, un lugar “de ensueño” en el profundo Sur. Fue una pesadilla, Una pesadilla con aire acondicionado. Así tituló el largo relato de esa excursión al mundo capitalista que entonces vivía la siesta de la Gran Depresión. Como en las obras que lo hicieron famoso, dio mandobles a diestro y siniestro, y adivinó el clima de la guerra que se avecinaba así como el mundo de consumo irrestricto que vendría luego.
Veinte años después, en el otro lado del mundo, el mundo comunista, otra escritora, la francesa Simone de Beauvoir, visitaba con melancolía, acompañando a Jean-Paul Sartre, los avisos más dolorosos de la esclerosis del socialismo real y, además, de su propio marido. De ahí surgió un libro, Malentendido en Moscú. Ambos eran inéditos en español y acaban de aparecer traducidos por la editorial Navona.
En el libro de viaje del norteamericano que regresa de malhumor a su tierra y en la novela de la francesa que confirma su desencanto creciente hacia el comunismo se ponen en evidencia los dos espantos contemporáneos: el capitalismo ya no va a soltar su presa y el comunismo es aburrido como una mala historia de amor. Y los dos libros son eso, una historia de amor truncada, en el caso de Miller por su tierra, y en el caso de De Beauvoir desamor por el hombre que la había enamorado.
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