El mercado se nutre del fracaso. Es algo muy lógico. El mercado entero se sostiene sobre un 97% de proyectos que fracasan y sobre el éxito —quizá— relativo, siempre esperando que estos también fracasen, de ese 3% restante. Montas una librería, una editorial, lo que sea; tienes un capital base y un mercado cuyo principal objetivo es hacerse con él. Es decir, que tú lo dilapides. […]Hay un porcentaje altísimo de ese 97% que va a fracasar que sabe lo que se trae entre manos cuando se mete, conoce su oficio —sabe hacer libros, no digo venderlos— y durante tres, cuatro, cinco años, gastan el capital con el que empezaron en hacer muy buenos libros, en hacer cosas que son realmente interesantes, pero que no venden una puta mierda —ésa es la realidad: es muy difícil vender—, han estado dedicándose única y exclusivamente al éxito del libro… y al fracaso de su negocio. De manera que tienes a una cantidad enorme de gente produciendo muy buena literatura, muy buenos libros, destinados al fracaso que nutren una especie de imaginario social en el que todo el mundo dice «joder, qué buena salud tiene la cultura». Y sí, bueno, tiene buena salud a costa de que hay quien va dejándose la piel en ello.
[…]El libro, o más bien, el interés que se desprende de un libro, ha sufrido una gran inflación durante años. El espectro cultural ha sido sostenido por el capital social y no por la sociedad en sí, me parece. […]se trata de colocar ese libro y todos los de la editorial en la mesa de novedades. Se trata de vender el Ruiz Zafón, sí, pero sobre todo los de alrededor, y sobre todo, vender la marca.
[…]El Premio Planeta qué más da que venda o no venda. Puede vender los que quiera, en realidad es publicidad, están pagando anuncios, cuñas y televisión de la marca.
[…]Los libreros son gente con criterio, más que cualquier otro lector: Ellos tocan todos los libros, tienen ya coordenadas de identificación, calan rápido, establecen relaciones casi auráticas con ellos, son como Jedis. Puedes leer críticas, puede que tu madre te diga algo, puede que incluso otros editores te llamen la atención, pero lo que diga un librero sobre el libro tienes que grabarlo en mármol.
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Entonces habrá que contratar libreros como buscadores de talentos o que las librerías se conviertan en editoriales.