Platero sin yo

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Platero sin yoLa obra más difundida de JRJ no es novela poetizada ni mera sucesión de estampas, sino relato lírico con ciclo temporal interno y esférico que sigue el devenir anual de un paisaje y su paisanaje.

Ciertamente, no es Platero una de esas fábulas de animales habladores que concluyen con moraleja, algo que desagradaba al andaluz universal (reconciliado con los animales parlantes gracias a La Fontaine), pero en su prosa sensual, impresionista, simbolista, en esa escritura de melancólica sensibilidad y agudeza, y en la que rompe, en pleamar, un oleaje de adjetivos, sí encontramos el buscado horizonte de rehabilitación moral a través del arte. Incluso la muerte, que tanto teme, puede quedar armonizada, en estas páginas, por la belleza, que tanto ama. Juan Ramón reconoce, agradecido y generoso, que “el impulso inicial del éxito se lo dio a Platero don Francisco Giner de los Ríos”, su querido y admirado “andaluz de fuego”. Relampaguea así el krausismo en los cielos moguereños de estas páginas. A tal respecto, señala Predmore: “Del krausismo español deriva, de hecho, el ‘regeneracionismo’ de Platero”. Y García de la Concha: “Platero es la ejemplificación práctica de los ideales de Krause”.

Una fría mañana de 1915, Juan Ramón, en compañía de Manuel Bartolomé Cossío, visitó a Giner de los Ríos, ya gravemente enfermo. Era el último adiós al maestro. Sobre una cómoda el poeta observó ejemplares de Platero y yo. “He regalado muchos desde Nochebuena —le informó don Francisco—. Este año mi regalo ha sido Platero”. Luego, tomó un ejemplar, buscó el capítulo de la muerte de Platero, y dijo a Juan Ramón: “Con esta sencillez debía usted escribir siempre. Es perfecto”. Y añadió: “Pero no se envanezca”.

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