Mi Carso
Scipio Slataper
Editorial: Ardicia
ISBN: 978-84-941235-2-8
Sinopsis
Mi Carso, obra maestra de la literatura italiana del siglo XX y única novela de Scipio Slataper, fue concebida por su autor como una suerte de autobiografía lírica, articulada en torno a tres periodos cruciales de su vida. Piedra angular de la brillante tradición literaria triestina e impregnada del espíritu fronterizo que la caracteriza, Mi Carso es un texto de rara y agreste belleza, en cuyas páginas conviven, en asombroso cruce de géneros, la novela, la reflexión filosófica y el poema en prosa.
Esta pieza, inédita hasta ahora en español, fue escrita poco antes de la muerte de su autor en el frente durante la Primera Guerra Mundial. Mi Carso es un canto nostálgico a la tierra natal, a la infancia y al amor perdidos, a la par que el valioso recuento vital de un hombre que supo captar, con una sensibilidad y una agudeza excepcionales, el espíritu de su tiempo. En una Europa a punto de partirse en dos, Slataper nos legó un testimonio áspero y conmovedor, con plena vigencia en nuestros días.
La primera vez que oí hablar de Scipio Slataper fue hace unos 6 años en un artículo de Enrique Vila – Matas, titulado “El factor Stuparich”, que servía de presentación a la novela del autor triestino “La isla”, editada por “minúscula”. En él se hacía referencia, además de a la excelente obra de Gianni Stuparich, a la generación de jóvenes escritores, – Scipio Slataper, Carlo Michelstaedter, Carlo y Gianni Stuparich, Enrico Mreule y otros – , que eclosionó a principios del siglo pasado en la ciudad de Trieste; entre todos ellos, el más destacado, a pesar de su prematura muerte y de su escasa producción literaria, era Slataper, al que se consideraba jefe reconocido de aquella extraordinaria y malograda partida de jóvenes que dio origen a la literatura triestina. Recuerdo que, entonces, hice un intento de acercarme a “Mi Carso”, pero me dijeron que no estaba publicada al castellano; ahora, aprovechando su edición por “Ardicia”, la he conseguido y leído por fin.
Su título hace referencia a la meseta de Carso, región fronteriza entre Italia y la actual Eslovenia, y desde la cual se divisa la ciudad de Trieste. El libro, muy breve, es un canto nostálgico y lírico, – quizás demasiado para mis gustos literarios -, a la infancia y a la tierra natal, a los primeros juegos y a los primeros amores de la niñez, a la separación frustrante del terruño, – de muy joven, el autor italiano se trasladó a Florencia para cursar estudios -, y a un sentido íntimo de patria , – por entonces Trieste formaba parte del imperio austrohúngaro -, que a mí, cien años después y dentro del marasmo “nacionalista” que nos ahoga por todas partes, si no me resulta incomprensible del todo, sí lo percibo con cierta indiferencia.
Comprendo que el concepto patriótico de Italia pudiera inflamar los corazones de muchos jóvenes triestinos de aquel entonces, Slataper entre ellos, pero ese sentimiento volcado a todas y cada una de las páginas de “Mi Carso” resulta poco literario y asaz cargante. Se puede amar a la tierra propia, Slataper plasma este amor de forma sentida y bella con una prosa magnífica, pero cuando saltamos a conceptos menos reales y más abstractos, “patria”, “nación”, o como queramos catalogarlos, nos adentramos en terrenos algo cenagosos; los mismos en los que el propio autor triestino encalló a la edad de 27 años, – se suicidó en 1915, durante la batalla de Podgora, para no caer prisionero de las tropas austríacas -.
Slataper nos deja en “Mi Carso” una obra de excesos. A párrafos de singular belleza se unen otros que muestran a un autor con una sensibilidad rayana en lo enfermizo, ya sea para hacernos llegar sus sentimientos de soledad o sus frustrados amores imposibles.
A pesar de su brevedad, – alcanza poco más de las cien páginas -, y de su belleza, hay momentos en los que resulta interminable. Puede que sea, como anuncia la contraportada, una obra maestra de la literatura italiana del siglo XX pero, en ocasiones, hasta resulta salutífero pasar de puntillas sobre algunas de estas obras inmortales.
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