Cuando se habla de sobreproducción hay que matizar. Es evidente que el volumen de títulos parece alto, que obliga a un ciclo de vida del producto muy corto en los canales de comercialización, pero el problema no está en el volumen de títulos, sino en una «deficiencia estructural de la edición», al no recurrir a edición digital (tiro corto) pensando en los nichos a los que muchos de esos títulos se dirigen. Tanto es así que el colapso del sistema es absoluto. Si a esto le añades la dificultad de la distribución de avanzar hacia modelos de «distribución selectiva» de muchas editoriales y sus títulos, el problema pasa de coyuntural a estructural. Y esto ya es más grave.
Por otro lado, el hecho de que las librerías no compren en firme (con derecho a devolución) sino que avanzan ya mayoritariamente a coger la mercancía en depósito, plantea serias dudas sobre la viabilidad económico-financiera de las editoriales. Un fracaso se lo pueden permitir, dos o tres las lleva inevitablemente al desastre. Y esta es la situación que hoy se aprecia.
135 empresas editan el 70% de todos los títulos. Durante estos años hemos visto como en todos los sectores industriales y de consumo todos han entendido que para competir era imprescindible «ganar tamaño», «generar economías de escala», «aunar sinergias”, etc. ¿Qué pasa con la edición que es incapaz de agruparse estructuralmente en grupos empresariales? Hay un 73% de editoriales que no están integradas en ningún grupo empresarial. ¿Tienen la culpa los pequeños editores de la sobreproducción? A mi juicio de ninguna manera. ¿Se corresponde la importancia cultural de lo que editan con su cuota de edición? A mi modo de ver no.
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