Los premios literarios son un poco como la lluvia: nunca caen al gusto de todos. Sin embargo, más allá de las recurrentes y ya acostumbradas querellas acerca de la pertinencia o no de premiar a determinada obra o autor, otras polémicas más delicadas han salpicado a casi todos los premios importantes (y no parece que vayan a dejar de hacerlo).
Uno de los premios literarios españoles más importantes y prestigiosos, el Nadal, nació ya con polémica, en la que César González-Ruano tuvo un papel protagonista. Instalado desde septiembre de 1943 en Sitges, y amigo personal del grupo de hombres de letras que se movían alrededor de la revista y editorial Destino (Juan Ramón Masoliver, Carlos Sentís, Rafael Vázquez Zamora, Ignacio Agustí…), en cuanto supo de la creación del premio Ruano se ofreció a Ignacio Agustí a ganarlo con el argumento de contribuir de este modo a darle mayor empaque, cuando en realidad el objetivo del galardón era descubrir nuevas voces que renovaran el panorama literario español.
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