El discurso habitual se limita a decir que no cuesta nada producir un libro digital, pues aquí no consume ni papel ni impresión. En realidad esto es en parte falso, y tal vez aún más falso por los bajos tirajes que lamentablemente caracterizan a los editores independientes.
Para simplificar, podríamos considerar que el costo más importante de un tiraje corto son los gastos fijos: la pre-producción (armado, tratamiento de imágenes, etc.) y la puesta en marcha de las máquinas. Sin embargo, en digital los aspectos de pre-producción están igualmente presentes. Estos dos aspectos podrían considerarse poco significativos únicamente si se cumplen dos condiciones: que exista una edición papel simultánea a la edición digital y que sea la edición papel la que absorba los costos de pre-producción. Esta es la estrategia que muchos editores eligen, con el riesgo implícito de que los tirajes papel sigan disminuyendo: ello aumenta la porción de gastos fijos, arrastra el precio de venta al público en una espiral ascendente y provoca una caída en las ventas: bis repetita…
Así, si intentamos absorber una parte o incluso la totalidad de los gastos de pre-producción en la edición digital, nos percatamos de que los costos de establecer una edición de estas características no sólo son insignificantes sino que resultan difíciles de compensar con ventas aún muy débiles en este terreno.
Con todo, la conversión a digital del archivo correspondiente al diseño papel puede resultar muy económica si el editor se esforzó por trabajar en una lógica de publicación multi-formato y multi-soporte. Esto es posible con Indesign, QuarkXpress, Scribus. Pero por supuesto, el editor debe hacer un esfuerzo de capacitación. De lo contrario, la elaboración de los archivos no es tan sencilla, y resulta más realista acudir a un proveedor externo –al que habrá que pagarle, por supuesto.
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