Botchan – Natsume Sōseki

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Botchan - Natsume SōsekiTremendamente hilarante, Botchan es una novela que uno puede recomendar a cualquier lector, seguro de acertar. Es una lectura sencilla, muy divertida, pero que oculta una reflexión sobre la hipocresía, la envidia y las extrañas relaciones que entablamos los adultos. Con todos esos ingredientes, no es de extrañar que la obra de Natsume Sōseki lleve un siglo entre las novelas modernas más leídas de Japón.

Botchan es un joven que, recién terminados sus estudios, se traslada desde Tokyo a una pequeña población de la isla de Shikoku para trabajar como profesor de matemáticas. Del carácter impetuoso, y hasta temerario, de Botchan, sabemos por las jocosas historias de su niñez con las que se abre el relato. Ahora bien, entre las travesuras se perfilan también otros rasgos de su temperamento: el cariño hacia la vieja criada que le ha colmado de atenciones, el sentimiento de haber perdido el cariño de sus padres por culpa de sus trastadas y, derivado de esto último, un sentimiento de independencia, en cuanto persona en cierta manera desarraigada.

Botchan es un ser inseguro y de ahí que, a su llegada a Matsuyama, tache inmediatamente a todos sus habitantes de pueblerinos. La vida en la pequeña localidad le parece aburrida y, temiendo no estar a la altura de lo que se pueda esperar de él, se engatusa a sí mismo con la idea de la dimisión: la puerta está abierta, parece decirse, para marcharse en cuanto lo desee.

Y es que, en cuanto Botchan comienza sus clases en el instituto se da cuenta de que la vida en la pequeña comunidad escolar no le va a resultar fácil. Los alumnos le convierten en el blanco de sus burlas, y las relaciones entre los profesores están marcadas por la falsedad. Pero a nuestro héroe no le importa tanto no encajar como la falta de honorabilidad que presencia a su alrededor: los alumnos no afrontan las consecuencias de sus actos y dan mil rodeos para aparecer inocentes de sus travesuras. Por su parte, los profesores forman una sociedad donde las alianzas basadas en un doble juego hipócrita están a la orden del día.

Botchan siente que su código de honor, demasiado idealista, choca frontalmente con los tejemanejes de profesores y alumnos. Por desgracia, a su inexperiencia se une su dificultad para expresar de forma adecuada su disconformidad con la manera poco honesta de actuar de quienes le rodean. Así las cosas, su única manera de dejar clara su postura es amenazar una y otra vez con su dimisión, lo que provoca la hilaridad general.

Sorprende de Botchan su inocencia, a pesar de ser un joven de veintitrés años que debiera estar ya algo más fogueado; y es esa candidez precisamente lo que lo desmarca, a mi juicio, de las comparaciones que entre su personaje y el archifamoso Holden Caulfield de «El guardián entre el centeno» se han establecido. Botchan preserva su candor a fuerza de testarudez, pues a pesar de las evidencias de que con su actitud no logrará nada en la vida, se niega a dar su brazo a torcer y persevera en mantener su código vital izado como una bandera que nadie le obligará a arriar. En ese sentido es posible que Caulfield, llegado a la edad de Botchan, tuviera ya algo más de picardía para lidiar con su entorno.

Pero el personaje de Botchan logra la simpatía del lector no tanto por su rectitud como por la forma en que éste lo siente humano. Para ello, Sōseki le hace no sólo revoltoso e impetuoso, sino también glotón, algo gandul y hasta un poco mezquino, como cuando recién llegado a la escuela se dedica a poner motes a todos los profesores, y así se referirá a ellos durante toda la obra, sean amigos o enemigos.

A pesar de lo loable de su actitud, Botchan está condenado al fracaso. Aunque la novela termina con una aparente victoria, entendemos que realmente ha perdido en su lucha contra la terca realidad de la vida y que allá donde vaya, estará siempre condenado a arrastrar su ingenuidad, preservándola con terquedad y sacrificando por ella lo que sea necesario.

Muy recomendable Botchan, porque además de presentarnos un personaje entrañable, logra hacer reír a carcajadas.

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20 COMENTARIOS

  1. Acabo de leer Botchan de un tirón y puedo decir que me ha encantado. En mi opinión no es un libro para reírse a carcajadas salvo en ocasiones contadas, pero sí que me ha parecido una lectura muy divertida e hilarante.

    Lo mejor, el personaje protagonista y cómo refleja esa realidad hipócrita y con falta de integridad que muchas veces nos encontramos al relacionarnos en sociedad (que por lo que se ve es atemporal y no distingue entre diferentes culturas). Botchan no se ve capaz de enfrentarse a esta realidad y renuncia a formar parte de ella.

    Quiero aconsejar a quién se disponga leer esta obra de Soseki, que deje la introducción de Andrés Ibáñez para el final o no la lea directamente, ya que además de desvelar toda la trama de principio a fin, hace una crítica fría que no motiva a leerlo.

  2. Botchan, muy buen libro, reflexiona sobre la hipocresía humana pero con un tono divertido. Además, es muy fácil de leer y la lectura se te pasa volando. Muy recomendable.
    Aprovecho para hacer un poco de spam (lo siento, pero acabo de empezar mi blog :P)
    http://www.zonapsicopata.blogspot.com
    Aquí doy mi humilde opinión sobre Botchan. También hablo de música, cine, comics, series, y lo que me surja. A ver si os gusta 😛

  3. Mantengo la opinión de que no es bueno aproximarse a una lectura depositando excesivas esperanzas en ello. A pesar de esta teoría “sui géneris” de lector amateur, las expectativas con “Botchan” eran altas y no pude sustraerme a cierto optimismo previo. La verdad sea dicha, algunos indicios invitaban a pensar de otra manera: una de las novelas más leídas por la juventud japonesa, galardonada con el Premio Llibreter de Narrativa 2008 (el gremio de libreros, a diferencia de otros, me merece un respeto y lo supongo apartado de los tejemanejes típicos de las editoriales), décima edición (lo que quiere decir, cierto aval por parte de los lectores), comentarios elogiosos que lo catalogaban de “tremendamente hilarante”, “una lectura sencilla, muy divertida” (me permito citar, Sra. Castro, perdón por el atrevimiento, algunas frases de su reseña). Parecían, en fin, cuatro razones poderosas para contravenir esa ridícula manía mía.

    Bueno, pues tras todo esto, me embarqué en la lectura de “Botchan” y, conforme iba avanzando, empezaba a aflorar en mí cierta frustración. Pensé que tal vez mejoraría más adelante, al fin y al cabo no había alcanzado todavía ni la mitad de la obra, pero los párrafos desfilaban y mi percepción seguía siendo la misma o, incluso, iba en aumento… y, así, hasta el momento final de cerrar el libro.

    Tras leer “Botchan”, la sensación comentada no ha desaparecido, persiste en mí la impresión de haber perdido el tiempo (poco, por otra parte, afortunadamente son escasas sus páginas) en un libro insustancial y grotescamente pueril. Aun aceptando, como la introducción indica, que es “ante todo, una novela cómica”, no veo muchos rasgos de comicidad (o lo que yo entiendo, al menos, por comicidad) a lo largo de todo el relato; salvo un par de chispazos, que apenas despiertan una sonrisa, el resto de peripecias encajarían mejor en una representación teatral infantil de fin de curso que en un libro para adultos.

    Que no se malinterpreten estas líneas y se piense: ¡vaya, que tipo tan trascendental, tan estirado y poco divertido! No van por ahí los tiros, las películas de Takeshi Kitano (y, es japonés) han despertado en mí carcajadas y el extravagante e inolvidable, Ignatius J. Reilly, protagonista de “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole, me ha hecho pasar ratos muy agradables, pero las teóricas gracias de “Botchan”, incluidas “madonnas” y “gorukis”, (Rafael y Gorki estarán estremeciéndose en sus tumbas), me parecen extremadamente banales y carentes de originalidad. Sobre las manidas escenas finales prefiero no opinar, he visto tantas veces el recurso de los huevos (y/o) las tartas, que mejor guardar silencio.

    El único rasgo de valor del libro se lo otorgo al retrato del protagonista en sí. Personaje harto peculiar, impulsivo, testarudo y honesto, siempre dispuesto a la auto-inmolación, que más bien parece un samurái desplazado en el tiempo que un hacendoso profesor de matemáticas (por cierto, en mi opinión, cualquier parecido con el Holden Caulfield de “El guardián entre el centeno” es, como se dice en las películas de abogados, pura y llanamente circunstancial, o sea ninguno).

    En algún comentario de la introducción se indica, también, que Soseki emplea en “Botchan” un estilo casi telegráfico, por su brevedad y lo compacto de su información, sin embargo mi sensación es que, en general, su pretendido estilo resulta igualmente algo tosco y descuidado, carente de sutileza alguna. Parece ésta una peculiaridad extraña y muy apartada de la idea que habitualmente se tiene de lo “japonés”, pero no es la primera vez que encuentro cierta rudeza en la forma narrativa de su literatura (estoy pensando en Kenzaburo Oé y en Takiji Kobayashi). Quizás ésta característica sea falsa y provenga únicamente de las dificultades inherentes a la traducción de un idioma tan distinto al nuestro, la verdad es que no lo sé.

    Tengo pendiente de lectura “Soy un gato”, del mismo autor, pero dada la experiencia de «Botchan», creo que la voy a colocar en los últimos lugares de la lista de libros a leer.

    Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros

    • Cuánto lamento, amigo Miguel, que «Botchan» no hay satisfecho sus espectativas. Creo que no hay mayor frustración para un lector que cuadno una lectura largo tiempo esperada y deseada nos decepciona.

      Personalmente «Botchan» logró arrancarme más de una carcajada. Bien es cierto que yo soy de risa fácil. En cualquier caso, la recuerdo como una lectura divertida.

      Y a pessar de todo, me permito recomendarle (y espero no defreudar de nuevo su confianza), la lectura de «Soy un gato». Esa es sin duda, en mi opinión, la mejor de las novelas de Soseki. Cuando le llegue el turno en su lista (los libros son pacientes), espero que comparta una vez más con nosotros su parecer.

      Un abrazo.

      • Gracias, Sra. Castro, por su consejo.Reconsideraré mi decisión y el orden de prioridad de mis lecturas, daremos otra oportunidad a Soseki.

        Ahora estoy enfrascado en una recopilación de narraciones cortas de Andréi Platónov, titulada «La patria de la electricidad y otros relatos», pero no dude que acudiré, como siempre, a «solodelibros» para dar mi opinión sobre todas las lecturas reseñadas, que lleguen a mis manos. Éste rincón de libros, tan bien cuidado por usted y el Sr. Molina, se ha convertido ya en un referente para los que sufrimos esta maravillosa enfermedad de la lectura.

        Un cordial saludo y continúen con su magnífica labor.

  4. Últimamente no me había reído tanto con una novela. Y si encima te encuentras en una situación similar a la del protagonista (soy profesor de secundaria en un instituto de ciudad pequeña y con un entorno humano bastante conflictivo y corrupto), pues mayor motivo para que te sientas identificado con lo que el pobre Botchan sufre y padece. Su ironía y su mordaz forma de retratar a quienes le rodean es más bien un mecanismo para sobrevivir en tan hostil medio. El libro es además un excelente retrato de la sociedad del Japón de finales de la era Meiji, ese que aun navegaba sin rumbo definido entre la modernización o la defensa a capa y espada de las más rancias tradiciones. Si hubiera que leer una de Sôseki Natsume, yo leería ésta.

    Saludos

  5. Más que un libro divertido yo diría que es un libro gracioso. No te hace rodar por el suelo de risa pero pasas un rato divertido. El humor es la mejor arma contra la hipocresía.

    Wilt está muy bien pero, para ver las entrañas del mundo de los profesores y partirte de risa, no hay como Decandencia y caída de Waugh.

    Un saludo y felicidades por la página

  6. Es interesante esto de la risa y la lectura. A mi me gusta mucho reirme, cuando leo. Me produce una sensación de gran alibio intelectual. Es como si mi cerebro riese, junto con mi tripa y mi alma. Y no hay muchos libros que me han hecho reir. Gracias Pepe por darnos algunos titulos. Tambien hay momentos en que reimos más que otros… En que estamos más predispuestos a la palabra que hace reir. A veces necesitamos la risa como salvavidas.

    Creo sin embargo que la risa, en escritura, tiene nacionalidad, tiene cultura y color, de ahí lo interesante que es estudiarla. El humor judío es divertidísimo e hilarante. El humor africano, con Ousmane Sembene y su novela «El mandato» es particular al humor del Senegal,y podemos entender la risa africana, que es una risa un poco triste. El Gato es, creo yo, un humor bien oriental, una fusión de lo trágico (los japoneses son trágicos) y lo comico, con influencia britanica. El tema de la risa, en la escritura, es apasionante.

    Ah, y el famoso Wilt me encantó. Que cómico! (Muy inglés).

    Es un placer leeros.

  7. Yo no soy de risa fácil, quizá por eso la aprecio tanto. La novela con las que más me he reído últimamente ha sido «Fabulosas narraciones por historias», de Antonio Orejudo. Es de una frescura y un irreverencia absolutas. También recuerdo haberme reído con la última novela de Felipe Benítez Reyes, «Mercado de espejismos», que fue ganadora del Nadal. En mi opinión, ambas novelas son muy recomendables.

  8. Gracias por el comentario, Pepe.
    A mí el libro me ha parecido divertido en general y en algunas ocasiones me ha arrancado una carcajada. No creo que sea cuestión de humor occidental u oriental: es que yo soy de risa fácil. Ahora mismo me estoy leyendo “La Regenta” y también me hace reír.
    Saludos.

  9. Estoy de acuerdo con lydia en que la risa es maravillosa, pero no he conseguido reirme con el libro de Botchan. Es cierto que rebosa humanidad, ingenuidad y otras muchas cosas, pero no me parece tremendamente hilarante, como se dice en la reseña. No he podido evitar compararlo con otras novelas en las que un profesor tiene que ingeniárselas para salir adelante. En este género El profesor, de Frank McCourt, es mucho más divertida. Y la ganadora es, sin duda alguna, Wilt. Quizá tengo un sentido del humor muy occidental.

  10. Yo tengo «El Gato» en francés en una colección muy buena de la Unesco que traducen a autores japoneses. Es muy importante, cuando leemos a escritores del Japón, que estén bien traducidos y que podamos sentir el espiritu japonés, tan dificil de comprender, a veces.

    Sobre el Gato, recuerdo que cuando leí ciertas escenas, en el metro en Montréal, me dieron tantas ganas de reir. En Canada la gente es muy poca expresiva y reirte sola en un metro, o con amigos, no es muy corriente. Yo procuraba aguantarme la risa por dentro pero no habia manera y se me caian las lagrimas de los ojos. Era invierno y pasé magnificos momentos con Soseki, el profesor y su inteligentisimo gato. Tengo en casa otros dos libros de el, entre ellos el Botchan que está pendiente.

    La risa es maravillosa sobretodo cuando te la provocan escritores que tienen esta pizca de genio.

    Un abrazo,

  11. Humanoide,

    hasta donde yo sé, Panoplia de Libros distribuye en América (excepto en México, donde lo hace otra distribuidora) los libros de Impedimenta.
    Desde luego, Soseki es un autor para disfrutar, así que a ver si me hago con «El gato».
    Un saludo.

  12. Espero sinceramente que pronto se consigan los libros de editorial impedimenta en argentina.
    Ojalá algún día tenga ocasión de leer ésta obra de este genial escritor, cuyas obras: El gato, Mon y almohadón de hierbas he disfrutado muchísimo.

    Un saludo.

  13. De Soseki conozco a su gran obra «Yo soy un gato», uno de los mejores libros que he leido en mi vida, y tambien en él hay este humor del autor, un humor muy humano, muy profundo y muy ironico. Pero el autor era ante y sobre todo un gran critico de la sociedad de su tiempo, un Japón que poco a poco iba modernizandose y a la vez perdiendo su esencia.

  14. Me he leído el libro, me lo compré en la Feria del Libro, y es uno de los libros más deliciosos y divertidos que he leído en mucho tiempo. Enhorabuena por la edición, y estoy de acuerdo con todo lo que dice vuestra crítica.

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