La luz nueva – Vicente Luis Mora

Tal vez muchos ya conozcan el excelente blog de Vicente Luis Mora, «Diario de lecturas», en el que lleva a cabo una labor crítica concienzuda y exigente desde hace bastante tiempo. En «La luz nueva», que lleva como subtítulo «Singularidades en la narrativa española actual», se recogen varios posts ya publicados en su bitácora, enlazados siguiendo el orden de las teorías que sugiere al comienzo del libro.

Establecer una teoría crítica sobre el panorama literario español contemporáneo es, qué duda cabe, difícil y arriesgado. Mora establece una serie de puntos con los que se puede estar más o menos de acuerdo (ahí están los numerosos comentarios en su blog para demostrarlo), pero que tienen una coherencia incontestable. Aunque —vaya esto de entrada— lo mejor es que todo el mundo lea «La luz nueva» para hacerse una idea cabal de su contenido, vamos a intentar resumir en pocas líneas qué es lo que Vicente Luis Mora enuncia en él.

El crítico divide a los escritores actuales en tres categorías, acordes a su modo de narrar, y entroncando con una tradición crítica más o menos tradicional. El primer grupo sería el «tardomodernista», aquellos artistas que no consideran acabada la modernidad y que se caracterizan por un uso lineal del tiempo, un concepto de verdad indiscutido y cuyas tramas se ajustan a estructuras clásicas (planteamiento, nudo y desenlace). El segundo es el «posmodernista», entendida esta etiqueta en su acepción (más o menos) tradicional: uso del tiempo discontinuo, un cuestionable concepto de verdad (narrador engañoso), una estructura disgregada, con referencias audiovisuales, y con finales abiertos. El último grupo es lo que Mora llama «pangea»: escritores que están un paso más allá de la concepción posmoderna; su uso del tiempo sería continuo (un presente absoluto y circular), sin un concepto existente de verdad y con presencia de medios electrónicos como un elemento más de la narración. Aún añade el crítico un cuarto grupo, al que denomina «narrativa mutante»: obras que son difíciles de abordar críticamente porque no pueden adscribirse a una categoría concreta, que superan cualesquiera barreras o definiciones y que apuntan hacia una manera desconocida de entender el acto narrativo.

La segunda parte del libro está dedicada al análisis de algunas obras de escritores que pueden inscribirse en estas tendencias, desde tardomodernistas que merecen atención (Eduardo Lago, José María Merino) hasta pangeicos que representarían lo más vanguardista de nuestra narrativa (Javier Fernández o Agustín Fernández Mallo). Algunas de estas reseñas, como ya hemos dicho, han aparecido en el blog de Mora, aunque no está de más leerlas en formato papel, aun cuando se pierda una parte importante de su versión on-line: los comentarios de los lectores.

Obviamente, en un libro de estas características hay puntos con los que se puede disentir y otros con los que no queda otro remedio que estar de acuerdo. Un ejemplo de lo primero es la elección de determinados escritores para ilustrar ejemplos. Agustín Fernández Mallo, por citar uno, es elogiado de manera desmesurada por su mal llamada novela «Nocilla Dream«, que no pasa de ser una amalgama desmadejada de fragmentos poéticos (o pseudo-poéticos) y que está muy lejos de conformar un nuevo modo de novelar, aunque la mayoría parece considerarla un puntal de la vanguardia.

Uno de los textos a los que es fácil adherirse es al decálogo colectivo que se alumbró después de un largo debate en el blog, y que contiene los puntos que la crítica literaria debería cumplir hoy día. Aunque no los cite todos, sí que me gustaría hacer hincapié en dos de ellos:

5. Oposición (más activa o radical cuanto más activo ideológicamente sea el crítico) a un panorama literario regido por el mercado como único criterio válido o criterio más importante. Esta oposición puede hacerse ensalzando las propuestas basadas en criterios opuestos al mercantil, o de modos más directos: desvelando operaciones mediáticas, haciendo reseñas negativas, sosteniendo denuncias puntuales, o buscando los poderes fácticos escondidos tras ciertas inercias culturales.

8. La crítica no debe constituirse con criterios antidemocráticos: evitará su constitución en poder de facto permitiendo la posibilidad de que el autor analizado o los lectores tengan la posibilidad de contestar al análisis y criticar al crítico.

Salvando las distancias, a uno le gustaría pensar que aquí también se cumplen, o intentan cumplir, ambos puntos. Y especialmente importante me parece el primero de los dos, en tanto señala uno de los deberes que todos los interesados en la buena literatura tendríamos que fijarnos. Aunque incluso entre la nueva crítica (y me refiero al auge de los blogs en los que se habla y opina sobre narrativa) se establecen jerarquías —porque parece que los males son congénitos, y también en la blogosfera se pugna por estar en primera línea de batalla, aun cuando eso signifique denigrar, despreciar o arrumbar—, me parece importante que cada uno ponga su pequeño grano de arena en el descubrimiento de nuevas voces, en el comentario de obras desdeñadas por la ‘gran’ crítica o en la ‘puesta en su sitio’ de determinados autores que no se merecen la consideración que ostentan. Espero que en esta página estemos contribuyendo, siquiera mínimamente, a ello.

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