Las crónicas de Cranford – Elizabeth Gaskell

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Las crónicas de Cranford recoge, además de «Cranford» —la colección de historias que da título al volumen—, «Confesiones del señor Harrison» y «Milady Ludlow»; todos ellos son escritos caracterizados por el común denominador de ser colecciones de relatos sobre una localidad o una persona, narrados a modo de crónicas por un narrador que va desgranando acontecimientos que conoció de primera mano en el pasado. Así, mientras «Confesiones del señor Harrison» narra las vicisitudes de un joven médico recién llegado a un pueblo, «Cranford» recoge las pequeñas aventuras de un grupo de damas; y «Milady Ludlow» da cuenta de la vida de una generosa aristócrata muy apegada a las tradiciones de su clase.

En general, estos conjuntos narrativos se centran en describir la vida  de personas de cierta posición en un ambiente rural. Ese ambiente puede resultar un tanto opresivo, como en el caso del señor Harrison, o bien cálidamente familiar, como en «Cranford», pero es fácil distinguir en él rasgos comunes. Esos rasgos, que definen la tranquila monotonía de la vida en el campo, a pesar de no aparecer especialmente subrayados en el transcurso de las narraciones, son la clave de unos textos que en su día reflejaron un estilo de vida que poco a poco empezaba a cambiar.

Esos cambios sutiles, que se infiltran poco a poco incluso entre los más reacios, quedan patentes precisamente en «Milady Ludlow», quizá la historia más acabada de las tres que reúne el volumen, y desde luego la más entrañable. La anciana lady Ludlow es una mujer generosa y justa, pero terriblemente chapada a la antigua, respetuosa con las tradiciones y orgullosa de su abolengo. Pero su inamovible visión del mundo se irá modificando con el transcurso de los acontecimientos; precisamente porque su sentido de la justicia le obligará a aceptar aquellos cambios que su código de honor reprueba.

Y es ese cambio gradual que recoge la narración lo que la hace especialmente atractiva. La narradora, Margaret Dawson, quien fuera una joven sin fortuna que milady acogió en su casa, se limitará a rememorar, ya anciana, varias historias que acontecieron mientras fue pupila de la dama. Al consignar los hechos, la señorita Dawson no osa juzgar el comportamiento de lady Ludlow —en parte como reconocimiento a su autoridad, en parte por gratitud hacia una dama adornada de numerosas virtudes—, pero la mera evocación de los acontecimientos deja patente el cambio que poco a poco se opera. Un cambio paulatino y sutil, que consigue que el lector se encariñe con la anciana, a la que ve humanizarse ante sí. Rara vez se encuentra un personaje trabajado con tan conmovedora atención.

Las crónicas de Cranford adolece sin embargo del defecto de una traducción poco cuidadosa, que afea la lectura con un mal castellano, a veces bastante farragoso, y que empeora al avanzar hacia el final del libro. Salvando ese defecto, siempre es agradable dejarse seducir por la mirada sagaz de Elizabeth Gaskell.

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3 COMENTARIOS

  1. ¿Empeora? Pues debe de ser terrible. Yo llevo unas 50 páginas y ya he tomado la decisión de devolver el libro. Y es una lástima, porque intuyo que bajo ese barro de disparates hay una obra que merece la pena, pero a veces da la sensación de que la traductora no entiende lo que está intentando traducir y que carece de recursos suficientes en español como para elaborar un texto coherente. Un lástima.
    Voy a intentarlo con alguna de las novelas de Elizabeth Gaskell que están en Alba, que parece una editorial más detallista.

    • Tanto «Hijas y esposas» (Alba), como «Los amores de Sylvia» (Mondadori) son novelas exquisitas y muy bien traducidas. Te recomiendo ambas.

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