Dos horas de lucidez – Noam Chomsky

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Dos horas de lucidez - Noam ChomskyEste libro es uno de esos que a todos nos viene bien leer de vez en cuando para aclarar las ideas y desentumecer la mente, embotada por tanta basura entre la que vivimos, no sólo sin protestar, sino saboreándola con satisfacción.

Este libro recoge, agrupadas en capítulos según su temática, distintas reflexiones de Noam Chomsky en respuesta a diversas preguntas que se le plantean. Una estructura que siguen la mayoría de los libros del que se considera ‘el último pensador rebelde’ y que facilitan su lectura.

En «Dos horas de lucidez» Chomsky nos invita a reflexionar, entre otras cosas, sobre el poder de las multinacionales, en cuyas manos los gobiernos democráticos son meros títeres dispuestos a pisotear los derechos del pueblo al que pretenden representar. O sobre el papel de los medios de comunicación a la hora de crear opiniones y dormir conciencias.

Especial atención merece el capítulo titulado ‘La democracia’ que invita a deliberar seriamente sobre el papel que realmente jugamos los ciudadanos en ese sainete con cuya representación todos nos sentimos satisfechos y que alcanza su paroxismo durante unas elecciones, lo que algunos llaman, con humor, ‘fiesta de la democracia’.

En los sistemas democráticos, tal y como los conocemos hoy, una vez que hemos permitido que se conviertan en una caricatura de lo que la democracia debería ser, la ciudadanía no es más que un actor pasivo. Un actor que cada cierto tiempo se encamina a una urna con la cabeza llena de las medias verdades (cuando no mentiras a secas) que ha dejado que introduzcan en ella, para después regresar a su casa con la conciencia tranquila para seguir viendo la televisión.

Esa es la democracia que desde los centros de poder establecen como paradigma de perfección. De este modo, cuando desde ellos se habla de ‘crisis democrática’, se refieren a la posibilidad de que los ciudadanos intenten participar en la vida política, Cuando aquellos que deben permanecer apáticos, insensibles, desean realizar su propio programa político, por lo general basado en intereses radicalmente distintos de los que promueven desde las élites que ostentan el poder, eso se denomina ‘exceso de democracia’, y es una situación peligrosa que debe evitarse.

Lo cierto es que, en este momento, estamos donde nos quieren tener: sentados en nuestras casas viendo la televisión, pensando en la ‘operación bikini’ y en pedir un crédito para pagar las vacaciones de verano. Es decir, perfectamente alienados, felices de vivir en un sistema al que interesamos como fuerza de producción y, sobre todo, fuerza de consumo, con los ojos cerrados a todo cuanto ocurre a nuestro alrededor, considerando que tal vez alguien, algún día, hará algo que convierta este mundo en un lugar sino mejor, al menos, más justo. Sin pensar que las manos sirven para algo más que para mandar mensajes con el móvil, y que en ellas tenemos la posibilidad de enseñar qué es la verdadera democracia.

Chomsky es, en mi opinión, demasiado optimista: según él el activismo político, el espíritu verdaderamente democrático, permanece vivo en numerosos grupos que se enfrentan a ese modo de cosas que habitualmente nos dejamos imponer. Y esos grupos lograrán cambiar esa realidad que sólo a unos pocos conviene. Considero que tal vez sin estos grupos la situación sería aún más lamentable, pero desgraciadamente, carecen de la fuerza suficiente.

Chomsky es un autor necesario. Si bien es cierto que sus libros repiten siempre las mismas ideas, nunca está de más que nos refresquen la memoria.

8 COMENTARIOS

  1. gracias señor chomsky de alguna forma usted me ha abierto los ojos a una realidad que particularmente ignoraba

  2. «Probablemente nadie puede permitirse el lujo de pagar un precio excesivamente elevado debido a la muy intrincada red de relaciones sociales, interpersonales y laborales que sujetan a cualquier persona en las sociedades occidentales y que le impiden hacer lo que sabe que debería hacer. A pesar de todo, todo el mundo puede pagar algo, aunque sea poco; todo el mundo puede realizar algún tipo de sacrificio, aunque sea pequeño y en apariencia insignificante. Depende de cada uno y cada uno debe elegir cuánto está dispuesto a esforzarse para contribuir a derrotar a un entetanimiento que está corrompiendo al mundo. Es una cuestión ante la que, como en todos los dilemas vitales de importancia, estamos solos: deberíamos tener la valentía de decidir qué es lo verdaderamente importante en nuestras vidas y qué es lo superfluo y comprometernos seriamente para conseguir lo primero y rechazar lo segundo.»

    salu2.

  3. La clave del asunto, a la hora de valorar la democracia, está en si consideramos que este sistema, con sus «defectos», es lo mejor que podemos conseguir en la actualidad o si pensamos que en verdad no es más que lo mejor que nos quieren dar. Mis sospechas se encaminan por la dirección de considerar que esos «defectos» inevitables no lo son tanto y que a nada que de verdad lo quisieran los poderes fácticos de nuestra sociedad, podríamos vivir perfectamente en una organización social mucho más lograda y justa. Y no me refiero, por dios, al comunismo ni nada de eso, solo a una democracia menos formal y sí más sustanciosa.

  4. No me acaba de gustar Chomsky,no he leído mucho suyo,pero cada vez que lo leo,me parece que deslegitima un sistema que,con sus defectos,es bueno,en nombre de una utopía que cree posible,pero que es absolutamente incompatible con la visión de las personas que tiene.Un plañidero que vive de la mala conciencia del «homo occidentalis»

  5. No me valen las críticas maximalistas, del tipo nadie hace nada.
    Sí hay personas que hacen algo. En cierto modo este blog o aquella revista son una prueba. La cuestión es si estamos con ellas y si estamos dispuestos a un modo de vida más lúcido, pero, también, más esforzado.

  6. Es muy cierto todo esto. Y triste. Pero, si los ciudadanos participásemos en una democracia «de verdad», ¿realmente estaríamos preparados para enderezar el mal rumbo que llevamos?
    Temo que sea demasiado tarde, el aborregamiento aumenta cada día, y la educación es, en general, un asco.
    Que conste que yo tampoco hago nada por mejorar las cosas. Así nos va.

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