La guerra continúa – Mijaíl Shólojov

En 1929 aparecía la continuación de El Don apacible. Con el título de La guerra continúa, en ella daba cuenta Mijaíl Shólojov de la retirada de Rusia de la Gran Guerra, asolada como estaba por las luchas intestinas entre bolcheviques y blancos que rodearon a la Revolución Rusa, y que pronto desembocarían en una cruenta guerra civil.

Ese periodo de inestabilidad que precedió al estallido de la guerra civil —con los soldados abandonando el frente de la guerra contra Alemania, un intento de golpe de estado fallido contra el gobierno provisional del primer ministro Kérenski por parte de los generales conservadores y la lucha de los bolcheviques por hacerse con el poder— queda retratado a través de las vivencias de los propios protagonistas de la novela, dando así una escala humana a los acontecimientos históricos que el libro recoge.

Como en El Don apacible, Shólojov se sirve de una miríada de personajes (la mayoría de los cuales ya fueron presentados en el primer volumen) a los que va tomando y dejando a lo largo de la narración, de modo que consigue ofrecer una visión poliédrica de los hechos. Pero a la vez —y eso hace que el lector avance página tras página ávidamente—, consigue dotar a la narración de una profunda dimensión humana. La Historia parece patrimonio de los Kérenski o los Kaledin que figuran en los anales, pero realmente pertenece a miles de hombres anónimos como los que Shólojov retrató.

Por eso resulta imposible hablar de esta novela sin resaltar la capacidad del autor para crear personajes sencillos, creíbles y, en definitiva, (perdonen la insistencia), humanos. A pesar del periodo convulso que la novela retrata, Shólojov no nos presenta a esos falsos héroes que muchas veces rozan el fanatismo y que suelen ser comunes en las novelas históricas. Por el contrario, sus personajes dudan, sufren, se conmueven, actúan por impulso, cambian de bando… mientras tratan de comprender, de ver claro, de tomar la decisión correcta.

Esa duda, esa lucha por tomar la decisión correcta, por ponerse del lado de la justicia, queda perfectamente encarnada en Grigori Mélejov. Las vivencias de Grigori sirven como hilo conductor en El Don apacible y, aunque el personaje queda un tanto relegado en La guerra continúa —una novela si cabe más coral que la primera—, su evolución deja constancia de la dificultad de tomar partido en un asunto donde no hay lugar para la neutralidad.

Mélejov (y como él el resto de cosacos), ha conocido en las trincheras el horror de la guerra, ha sentido la imperiosa nostalgia de su vida en la aldea y ha vislumbrado que, en la lucha, no defiende exactamente sus propios intereses.  Por otro lado, los cambios que trae consigo la Revolución parecen amenazar el modo de vida que los suyos han conocido durante generaciones. Grigori Mélejov es un cosaco semianalfabeto, pero tratar de escuchar a todas las partes y elegir el camino más justo, aunque la decisión no es en absoluto fácil.

Si unimos a este planteamiento la capacidad de Mijaíl Shólojov para construir unos diálogos vibrantes, naturales, auténticos; y su genio para introducir a la naturaleza en el devenir de la narración mediante unas descripciones hermosas, originales y, a veces, inquietantes. Si unimos todo ello, decía, obtenemos una novela grandiosa, imprescindible, que arrastra en volandas al lector desde la primera página y le deposita en la última dando gracias porque aún quedan dos volúmenes de la tetralogía del Don apacible.

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