Cuentos completos – Leopoldo Alas, «Clarín»

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Cuentos completos - Leopoldo Alas, «Clarín»Leopoldo Alas, «Clarín» es conocido por la novela La Regenta, su obra magna, pero fue también un prolífico autor de cuentos que, completos y ordenados cronológicamente, publicó el pasado año la editorial Cátedra. Sin duda, es el cronológico el orden más apropiado por la multitud de temas que Clarín trató en sus cuentos a lo largo de su larga e incesante producción literaria. En esta edición se incluyen además algunos artículos periodísticos de sus inicios como escritor y algún que otro cuento inacabado.

La variedad apreciable en la producción cuentística de Clarín no impide que, al leer una extensa recopilación como la presente, el lector reconozca la repetición de algunas ideas y temas: el profundo cariño de Clarín por Asturias y sus gentes, escenario y protagonistas, respectivamente, de algunas de sus más emotivas historias. La dura crítica de la corrupción y el nepotismo imperante en la administración y los gobiernos españoles (también entonces… y siempre). O el ansia de riquezas, de amasar una fortuna, a ser posible con el mínimo esfuerzo y aun de manera turbia, que recorría la nación (también como ahora). Son estos temas que reaparecen una y otra vez, de distintas formas, como núcleo de un relato o como idea secundaria pero certera.

Es el estilo de Clarín llano, muchas veces jocoso, pero también poético y sentimental. Sus cuentos tienen dos cualidades inequívocas: su talento para las descripciones y su capacidad para profundizar en la psicología de sus personajes, cuyos vicios y virtudes presenta con claridad. Son estos personajes, casi siempre, gentes tristes, personas decepcionadas a las que la fortuna no trata bien. En especial cuando son personas netamente honradas, virtuosas, incorruptibles, su destino es negro; solo a los pillos, a los faltos de escrúpulos, pueden las cosas irles mejor. Y de esta manera los cuentos de Clarín nos dejan un regusto de tristeza, destilan pesimismo, como si nada hubiera de poder el ser humano contra la brutalidad del mundo, que aplasta a los humildes.

Tal vez por esta íntima convicción del mal imperante que Clarín vuelca en sus cuentos, cada vez más aparece en ellos un prurito religioso: la necesidad de creer en la existencia de un ser superior que premie y castigue, de un ser superior ingeniero de este mundo, de un ser superior regidor de destinos… En resumen, la necesidad de creer que todo lo que acontece no es fruto del azar y, en lo humano, de la maldad del hombre. Esa necesidad de una fe, de una religión (Clarín había pasado por una crisis espiritual en 1892) acaba por impregnar sus relatos y lleva al autor a criticar (de forma más o menos abierta), las corrientes filosóficas o literarias que predicaban precisamente la ausencia de dios. El naturalismo, el positivismo que, por entonces, luchaban contra siglos de fanatismo y superstición, son señalados por Clarín como perjudiciales. Su sueño parecía ser el construir un mundo científico y moderno, pero donde la religión (más bien entendida como fe personal), fuese un puntal fundamental de las sociedades futuras.

Por otro lado, muchos de los cuentos de Clarín carecen de los elementos que hacen atractivo al género. Hemos hablado de su estilo y de la calidad de sus personajes, pero, aparte de eso, las historias de Clarín adolecen muchas veces de falta de garra, de una trama atractiva. No hay en ellos esos «trucos», quizá por propia decisión del autor, que cautivan la atención del lector y que, bien usados, hacen de los cuentos piezas exquisitas. No están, desde luego, los cuentos de Clarín, salvo aquellos más conocidos por el público y recogidos en la mayoría de sus antologías, a la altura de los que otros escritores (la misma Emilia Pardo Bazán, por citar una española coetánea), escribían en la misma época.

Dada la fama de Clarín parece a todas luces justo recopilar todos sus cuentos. Ahora bien, ¿son de verdad todos sus cuentos dignos de un autor de su fama? Sin duda, no. Es evidente que en una antología de este calibre lo mejor y lo pero tienen cabida, pero al leerla queda patente que Clarín fue autor de una gran novela, La Regenta, y de algunos cuentos reseñables. Con esos méritos indiscutibles entró en el panteón de los grandes escritores españoles, pero leer todos sus cuentos logra empañar esa visión.

De la lectura de esta antología sale el lector algo cansado, algo desilusionado, con la sensación de que la luz de un escritor querido ya no brilla tanto. Tal vez valga un consejo: lean esta antología poco a poco, de manera espaciada, para evitar el empacho.

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