El crimen de Sylvestre Bonnard – Anatole France

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El crimen de Sylvestre Bonnard - Anatole FranceAnatole France figuraba desde hace tiempo en mi lista de autores pendientes. Siempre es satisfactorio eliminar un nombre de esa lista, y la satisfacción sólo aumenta cuando esa acción viene emparejada con el descubrimiento de un autor que promete más horas de buenas lecturas.

«El crimen de Sylvestre Bonnard» es una novela breve con un argumento que puede resultar algo bobalicón (de esos donde los buenos ganan); y sin embargo, por la calidad de la escritura de Anatole France y por el talante socarrón que éste otorga a su personaje, se convierte en una novela divertida, inteligente y no exenta de un toque filosófico, que le concede la narración del protagonista, situado ya en la última curva del camino de la vida.

Sylvestre Bonnard es un viejo filólogo, paleógrafo y bibliófilo que ha dedicado toda su vida al estudio de viejos manuscritos y ha vivido sepultado entre libros. En su vejez vivirá dos pequeñas aventuras que vendrán a darle en sus años postreros un nuevo aire a su existencia de erudito y a aportarle un conocimiento quizá más importante que todos los acumulados hasta la fecha: el conocimiento de las innumerables pasiones que alberga el alma humana.

Bonnard va poniendo por escrito los detalles de esas dos aventuras, demostrando la humildad con la que su alma de sabio, que conoce de la vida el reflejo que de ella puede haber en los libros que estudia, descubre que no sabe nada del fulgor que en la realidad tienen la bondad, la gratitud, la envidia y las pasiones frustradas que mueven a sus semejantes. Aunque Bonnard puede echar mano de la cita erudita apropiada para cada acontecimiento, su experiencia de primera mano acerca de cualquier asunto práctico resulta a veces sorprendentemente reducida. Ese es el hilarante caso de su conversación con su amigo De Gabry cuando nuestro hombre admite conocer los decretos formulados por Childeberto en Colonia en el año 593, o la capitular de Carlomagno, pero no el Código civil vigente.

Las dos aventuras en las que se ve inmerso son también la excusa para el viejo Bonnard para echar la vista atrás y recordar algunos pasajes de su vida: las evocaciones de su niñez marcada por la figura de su padre, un intelectual indolente, de su enérgico tío y de su amorosa madre, se entremezclan con el recuerdo del cariño que siempre conservó por la mujer que fue su primer y único amor, o con las evocaciones de sus tiempos de estudiante, cuando había tanto por descubrir y tantos honores que alcanzar.

Pero Bonnard no se aferra a una nostalgia enfermiza o a un deseo de volver atrás y corregir aquellos errores que sabe que cometió. Simplemente, como un viejo, recuerda por el placer de recordar y acepta con humor e ironía todo lo que el destino le deparó y cuanto aún pueda reservarle.

Precisamente ese es el eje sobre el que gira la narración, la idea de que hasta el postrer aliento hay vida y no debemos desaprovecharla. Por eso, las aventuras que zarandean y descolocan la vida metódica del erudito le confieren una nueva energía y, a pesar de los innumerables achaques de la vejez, decide no resignarse a esperar la muerte convertido en una momia enterrada entre libros, sino que buscará dar un giro a su existencia, explorar intereses nuevos y cumplir su deseo de terminar sus días en algún apacible rincón campestre dedicado al estudio de la Naturaleza viva, tal vez como compensación a tantas horas de estudio entregadas al estudio de manuscritos muertos.

Las aventuras que vive nuestro jovial Bonnard acaban por resolverse a su favor, para regocijo del lector, quien considera que es justo pago a la bondad del viejo y a tanto sobresalto, entre los que se incluye las intenciones de una solterona de violentarle para obtener su blanca mano; y quien además cierra la novela con la sensación de haber leído una obra de dimensiones mucho mayores de las que se aprecian a simple vista. Una de esas obras que saben condesar en unas páginas la esencia milagrosa de toda una existencia.

4 COMENTARIOS

  1. He leído algunas de sus novelas; Anatole France, de acuerdo fue muy inteligente como sus argumentos se le comparaba con George Bernard Shaw.Sylvestre Bonnard , es como la mayoria dj sus personajes un erudito. Y si uno se da cuenta en sus novelas siempre hay varias historias entrelazadas. Atendiendo al argumento comentado, la novela del mismo autor «El Señor Bergeret en París». Viniera a ser otra prolongación de este tipo de personaje que es el interesante France.Marcel Proust lo tenía en un altar. Me atrevo a recomendar dos obras suyas «El jardín de Epicureo», y «el Genio Latino».

    Jorge López Zegarra

  2. Bueno, yo también estoy haciendo el intento de ir leyendo a muchos autores célebres que aún desconozco. Tal es el caso Anatole France, Premio Nobel de Literatura en 1921.
    Me hecho a la idea de ir leyendo a un premio Nobel, a uno que no lo sea. El resultado de mi experimento es interesante. Porque a veces la diferencia de nivel es muy notoria; otras no tanto.
    Aunque por supuesto, todos sabemos que esto de los premios es muy subjetivo e incluso político. A mí, por ejemplo se me hace una lástima que no se lo hayan dado nunca a Italo Calvino o Jorge Luis Borges.

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