F.A.Q.

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1. Hay diferentes tipos de editor, pero creo en la figura del editor no sólo como intermediario entre el autor y el lector, sino también como una mezcla de hermeneuta primero y agente o activista cultural… Un editor es un lector apasionado y también un lector crítico. Un editor es alguien que “recomienda”, que quiere recomendar como apasionado que es, que quiere compartir, lo que leyó previamente (al menos, nosotros sólo publicamos aquello que hemos leído y disfrutado o pensado previamente; nunca contratamos a través del parecer de otros o de propuestas de agencias que no vienen acompañadas de un texto…).
Un editor de este tiempo puede convertir su editorial en su propio partido político, en su ONG, en su espacio de reflexión, y esto produce al editor que así lo entienda, sin lugar a dudas, una satisfacción especial, nacida ( y obligada de paso a ello) del compromiso como ciudadano: una editorial puede intervenir en la realidad de un modo evidente: la cultura y la vida política de muchos países la han formado sus editores: Italia fue reconstruida gracias a los libros de Einaudi y, luego, Feltrinelli; basta con leer los periódicos de la época.
Una editorial es, pues, un laboratorio social y una escuela. No hay nada más importante para crear una “realidad” que un libro, mucho más que cualquier otra cosa, digan lo que digan: y concretaré más con un ejemplo que todo el mundo entenderá: los libros de texto.

2. Lo audiovisual y lo tecnológico “frente” al libro tradicional, sí. Pero, ¿y las imágenes? Una editorial de este tiempo no es ni puede ser ajena al “mundo de las imágenes”, a su importancia. Es más, no hay nada como un texto para crear imágenes (o ensoñaciones, en el decir de Pound y algunos “imaginistas”)… Y no sólo me refiero a esas imágenes (de la poesía), sino también a las que nacen de las palabras y que no son sólo cinematográficas, es decir, a las imágenes que nos hacen actuar o comprender. A las creadas, o recreadas, por Cervantes, Shakespeare, Kafka, es decir, a las llamadas, por Brecht, “imágenes fuertes”, pues rápidamente se incrustan en el imaginario general e incluso se convierten en adjetivos: cervantino, kafkiano…
Y si hablamos, en sentido estricto, de “lo audiovisual”, creo que el error sería contraponer literatura a imágenes… Hay que fomentar la lectura por “complementación” y no por enfrentamiento o exclusión… Además, cada vez hay más lectores, eso es evidente; al contrario de lo que suele pensarse. Si comparo cuánta gente leía o podía leer cuando yo era niño con la gente que lee ahora, en el tiempo de mis sobrinos niños, la cuenta es evidente.
No creemos que se acabe el libro en el soporte actual. Éste se mantendrá, aunque sea para una inmensa minoría, tal y como está sucediendo con la vuelta del (valga este ejemplo, pero se me ocurren muchos otros) tocadiscos y el vinilo. Digamos que el valor de lo “analógico” es a veces insuperable, y no sólo en cuanto a lo sentimental… Eso ocurrirá también con el libro, y no tenemos miedo, es decir, creemos que hay cabida para la edición electrónica y para la “tradicional” al mismo tiempo, pueden convivir. Incluso es posible que los sellos más “artesanales”, que más mimen sus ediciones, tanto en lo formal y natural: la cola o el hilo vegetal de sus encuadernaciones, el papel respetuoso con el medio ambiente, etcétera, etcétera, como en el diseño o la “puesta en escena”, puedan sobrevivir mejor a esos cambios. Siempre hay espacio para lo vintage bien entendido… Y, por otra parte, quién no quiere tener cien libros, o quinientos, en un solo aparato: también me parece fascinante… Creo que lo ideal sería poder disfrutar de ambas opciones, que lo “digital” o inmaterial ayude a lo “analógico”, como las nuevas tecnologías (adsl, tarifas planas de móvil, skype, ordenadores baratos, transportes urgentes con tarifas culturales…) nos ayudan en nuestro trabajo, tan tradicional (¿o no?), nos ayudan a ser editores… cuando hace unas décadas esto hubiera sido costosísimo, e inimaginable para la clase social de la que procedemos.

3. A pesar de algunas visiones agoreras, nosotros nacemos en una época donde podemos ser editores sin ser ricos. Esto puede parecer una tontería o una simpleza, pero no lo es. Basta reflexionar un poco en ello o mirar hacia atrás… Por otra parte, hemos llegado a un momento de aparente saturación pero también de normalización respecto a modelos editoriales vecinos; es decir, existen gigantescos grupos editoriales por una parte, grandes y medianas editoriales independientes, y, por último, pequeñas editoriales. Este sector es el que antes no existía, o apenas existía. Los tres sectores mantienen a la vez líneas, digamos, de consumo y líneas literarias. Todos publican buenos, regulares y malos libros. Pero curiosamente, son las pequeñas editoriales las que menos libros malos publican. ¿Por qué? Porque su programación es tan corta que pueden elegir sólo lo mejor, lo más interesante, y porque su prestigio, aún en vías de consolidación, se fundamenta en la calidad constante.
Por suerte, además, existen hoy distribuidores en España que comprenden que lo que en Francia llaman “microedición”, o edición a cargo de los pequeños editores, puede ser entendida por su parte como un I+D para el futuro: investigación más desarrollo… E incluso I+D+i, es decir, innovación (hasta donde se puede inventar hoy día)… En el futuro, piensan estas distribuidoras, los pequeños editores de hoy podrían ser grandes editores… Esto, en realidad, no ha de importarnos (quiero decir qué creen los distribuidores respecto al futuro), pero nos sentimos satisfechos de haber encontrado un buen distribuidor, un distribuidor, digamos, literario, que cree en nuestro proyecto y sabe “explicar” nuestros libros, por muy difíciles que sean. En España, por ejemplo, UDL; en México, SP Distribuciones, vinculado a Sexto Piso.

4. Se critica mucho que las grandes editoriales han empezado a orientarse más por criterios de venta que estéticos a la hora de seleccionar los libros a publicar, pero no estamos totalmente de acuerdo. Hay grandes editoriales, o grandes grupos editoriales, que publican excelentes libros de los mejores autores. Vivos o muertos. ¿Quién edita, si no, en España, a Beckett, a Coetzee, a Naipaul, a Carver, a Camus, a Bernhard, a Kundera, a Ferlosio?

5. ¿Qué es independiente? ¿”Independiente” de qué? Conocemos buenos sellos editoriales que pertenecen a grandes grupos, y que publican, como dijimos antes, excelente literatura, o literatura a secas, sin pensar en la cuenta de resultados. Al menos sus directores literarios… En realidad, todos, de un modo u otro, dependemos de alguien: de nuestros banqueros, lectores, distribuidores, libreros, críticos… La única independencia está en tratar de elegir siempre qué vas a editar sin pensar en ellos… Nuestro propósito es, en ese sentido (y aunque, sinceramente, tengamos en cuenta todos esos factores), de una independencia total.
Lo dicho: hay editoriales aparentemente independientes, algunas muy importantes, que sólo publican libros a la moda (sea la que sea) y títulos avalados por esto o lo otro; y, por otro lado, hay editoriales dentro de los grandes grupos que publican sólo aquello que pueda servir como exploración o investigación, a veces no del mercado sino contra el propio mercado. La independencia está en, como decía Einaudi hace décadas, no hablar del mercado, en no pensar en él, cuando se traza la programación de todo el curso.

6. El catálogo… Evidentemente, el catálogo de una editorial es su principal y único valor; su energía y su aval. Da igual el nombre, da igual el lugar o país desde el que edites, da igual tu “poder” mediático o económico: para juzgar a una editorial lo único que hemos de recorrer son las líneas (los nombres propios, tanto los “sonantes” como los poco “sonantes” o asonantes) de su catálogo. Y, sobre todo, la conjunción entre todos esos nombres. A todo esto algunos lo llaman “perfil”, me parece bien: el perfil de un rostro llamado editorial.

7. El primer criterio que seguimos en Periférica a la hora de trabajar es la calidad. Publicamos aquello que nos interesa y que tiene “sentido” dentro del programa editorial que nos hemos marcado. Pretendemos crear un catálogo “orgánico” (los títulos para los primeros años han sido elegidos siguiendo esa pauta), es decir, vivo y con obras relacionadas entre sí, aunque cada lector las leerá, por supuesto, de modo independiente… Hay una relación clara entre muchos de los autores que vamos a recuperar… Esto respecto a los clásicos. Pero también publicamos autores todavía jóvenes, entre los 30 y los 40 años, de la Europa cercana (que tienen al menos dos o tres títulos, lo que nos permitirá seguir toda su trayectoria y apostar por obras que ya pueden evaluarse en buena medida) y, además, “rescatamos” un buen número de libros de autores latinoamericanos de relevancia que aún no habían llegado a España… Estamos trabajando en un catálogo muy organizado y coherente a pesar de su pluralidad… En cuanto pase algún tiempo cualquier lector atento se dará cuenta…

8. Nuestra relación con la literatura latinoamericana… Desde antes de poner en marcha tuvimos en cuenta en Periférica el mercado Latinoamericano… No me gusta esta palabra, la verdad, “mercado”: prefiero hablar de lectores y autores latinoamericanos. La literatura en castellano que más nos interesa es, con total seguridad, latinoamericana, y en nuestra editorial hemos publicado y vamos a publicar a algunos de los autores latinoamericanos que, creemos, representan la literatura del presente y también del futuro. En castellano o en cualquier otra lengua… Por otra parte, en lo relativo al asunto “mercado”, si hemos de usar de alguna manera esa palabra, trabajamos con un exportador que a su vez trabaja en toda América, con decenas de librerías importantes, y difundimos nuestros libros entre los principales medios de comunicación de aquellos países donde radican nuestros autores: Costa Rica, Venezuela, Colombia, Chile… Por otra parte, trabajamos mucho en un aspecto: difundir en Europa la obra de los autores latinoamericanos cuyos derechos tenemos para todo el mundo… Así, hemos logrado vender algunos de los títulos que ya hemos publicado a diferentes lenguas… Y además de esas ventas de derechos cerradas, cada vez más algunos editores extranjeros, así como scouts y agencias internacionales, se interesan por pedir nuevas opciones de nuestros escritores latinoamericanos, por conocer qué nuevos títulos de ellos vamos a publicar en breve, por asesorarse sobre los autores que hemos dejado en el tintero, etcétera…

3 COMENTARIOS

  1. Mi sensación con respecto a todo el mundo de la edición, independientes o no independientes es que sólo van a lo seguro. Las editoriales pequeñas publican libros ya testados en otros países y pocos libros de gente nueva siempre con temas que están en el mercado. Lo que falta son editores que arriesguen y busquen, por eso estamos en un momento literariamente bastante estancado.

  2. Estoy de acuerdo…un editor es eso, mucho más que un «hacelibros» o un «vendelibros». Por encima de todo, tiene que AMAR al libro. Pero es un mundo duro y difícil. Tampoco a mí me gusta la palabra «mercado» (pienso en filetes de merluza o bistecs) pero está en el transfondo…Ay.
    Es difícil lo de Hispanoamérica o Latinoamérica…sólo asoma la punta del iceberg. Me cae simpático eso de poder ser editor sin ser rico…Les deseo que sigan. Y que el libro en su formato natural siga por los siglos de los siglos…Me gusta hasta el olor. Saludos. Lídice Pepper Rincón. (Escritora)

  3. […] Jules Vallès nació en junio de 1832 en Puy-en-Velay. Tuvo una infancia desgraciada, que recreó en El testamento de un bromista. Desde muy joven fue consciente de los problemas de los más desfavorecidos y de lo que llamó «la servidumbre del hambre».
Frecuentó a numerosos grupos revolucionarios mientras estudiaba Derecho y comenzaba su trabajo como periodista, que le llevaría a fundar entre otros el famoso diario crítico Le Cri du peuple. Encarcelado en varias ocasiones por sus crónicas y artículos, que más tarde reuniría en distintos libros, se presentó como candidato a las elecciones legislativas. En 1871, en medio de la guerra franco-prusiana, se produjo la insurrección popular en las calles de París: Vallès se convertiría en uno de sus cabecillas y sería, por ello, condenado a muerte. Exiliado en Londres, donde escribió El niño y El bachiller, pudo regresar a Francia gracias a una amnistía. Murió en 1885, víctima de una diabetes.
En el prólogo a su traducción al catalán de El insurrecto, publicada en 1935, Andreu Nin recuerda cómo más de 60.000 obreros acompañaron el ataúd de Jules Vallès al grito de «Viva la Comuna».
Michel Tournier escribió: «Uno es vallesiano por el mismo motivo que es stendhaliano: por amor al hombre, al hombre de bien, antes incluso que por la admiración que nos despiertan sus escritos». Algunas ideas del editor aquí. […]

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