Kojiki. Crónica de antiguos hechos de Japón

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Kojiki. Crónica de antiguos hechos de JapónA finales del siglo VII d.C., el emperador Temmu ordenó la confección de unas crónicas que recogieran los hechos y datos del pasado, en un intento de fijarlos de manera fidedigna y veraz. En la recopilación de estos anales se trabajó durante tres décadas y en el año 712, tras la muerte del propio Temmu, fueron presentados a la emperatriz Gemmei.

El “Kojiki” responde entonces a una intención historiográfica, pues el emperador mandó realizar esta compilación preocupado porque muchas de las historias que versaban sobre el pasado remoto del Japón se estaban desvirtuando. En parte, evidentemente, porque su trasmisión era oral, y en parte porque eran leyendas que variaban de una localidad a otra.

Sin embargo, el “Kojiki” responde también, y sobre todo, a una intención política: la de legitimar a la línea dinástica en el poder, evitando así posibles alzamientos en una etapa de tensiones entre los distintos clanes que ocupaban cargos en la corte imperial.

Estas “Crónicas de antiguos hechos” corresponden entonces a ese tipo de literatura mitológica que otras culturas también poseen, donde las historias acaecidas a dioses y héroes míticos sirven para explicar el origen del mundo y sus fenómenos. En ese sentido, la historicidad que buscaba recoger Temmu está bastante poco justificada, en cuanto el “Kojiki” reúne mayoritariamente leyendas y sólo de algunos de los emperadores que figuran al final de las crónicas puede verificarse su existencia histórica.

La obra recopila una serie de leyendas que justifican la ascensión al poder del clan de Yamato, la expansión de sus territorios y la manera en que sometieron a otros clanes, anexionándose sus provincias. Es importante señalar la habilidad con la que los compiladores supieron servirse de las leyendas de otros clanes para forjar nuevas historias en las cuales, tanto sus dioses tutelares como sus héroes, acaban sometiéndose, por fuerza o de grado, al clan de Yamato. De esta manera la primacía del linaje imperial quedaba explicada, no pudiendo ponerse en duda la legitimidad de su gobierno. El clan de Yamato se aseguró muy especialmente esa primacía gracias sobre todo a la leyenda del origen divino del emperador, según la cual, éste era descendiente directo de Amaterasu, la diosa del sol.

El mundo de los dioses, el mundo de los héroes y el mundo de los hombres desfilan a lo largo de estas crónicas de una manera ordenada, presentando un mundo lleno de colorido donde lo épico es un elemento de cohesión que contribuye a la creación de la identidad cultural de una nación que comienza a formarse. Una nación que busca ya reconocerse en unos orígenes remotos e identificarse con unos ritos que, viniendo del pasado, van a perpetuarse en el futuro con el que enlazan.

Especial mención merece la cuidadísima edición de Trotta, preparada por Carlos Rubio y Rumi Tani Moratalla, quienes han traducido los textos directamente desde el japonés. La enjundiosa introducción y las innumerables notas al pie, que demuestran la erudición de los traductores, hacen las delicias de quienes queremos saber más de la milenaria cultura nipona.

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