La conservación de los afectos – Antonio Pascale

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«Con «La conservación de los afectos», Pascale se confirma como el más significativo de los jóvenes escritores contemporáneos». Eso se nos vaticina antes de comenzar a leer este libro de relatos que, se supone, hablan de ‘situaciones cotidianas, pero también de la dimensión que pueden adquirir esas relaciones que se dan entre parejas, padres e hijos y amigos; incomunicación, frustraciones, recuerdos que no se olvidan’. Pero, ciertamente, si la escritura de Pascale es significativa, la literatura italiana debe estar en un estado (lamentable) semejante al de la española.

¿Son malos los relatos de Pascale? ¿Son buenos? A mi juicio, simplemente, no son. Las historias se deshacen, inconsistentes; los personajes van de acá para allá, sin un motivo cierto; el hilo conductor de cada cuento no es suficientemente fuerte como para amarrar la totalidad de la narración. Hay también un intento de relacionar los relatos que componen el libro, repitiendo algunos de sus personajes. Pero hasta ese intento es flojo, como un impulso que no tiene fuerza para materializarse.

Indiferencia es lo único que provocan estos relatos. El lector pasa por ellos sin acabar de entender qué pretende contar su autor. Tal vez se pretenda verdaderamente reflejar dimensiones inadvertidas dentro de las relaciones humanas, pero todo eso no pasa de ser un simple esbozo que difícilmente se adivina a lo largo de las páginas.

En cuanto a las «deliciosas metáforas narrativas -y vitales-» que se nos prometen en la contraportada, tampoco he sido capaz de dar con ellas, pues el estilo de la narración es absolutamente simple. Lo que, por otro lado, es de agradecer.

Aunque la comparación no sea afortunada, pienso en los cuentos de Chéjov que leí hace no mucho y que me dejaron, como no podía ser de otro modo, impactada. De una manera simple, con historias sencillas, Chéjov fue capaz de retratar en sus cuentos esas ‘dimensiones inadvertidas’ que otros pretenden ahora, infructuosamente, reflejar en sus historias.

2 COMENTARIOS

  1. Qué triste que la crítica y los que escriben en las contraportadas de los libros presentando a los autores perdieran el freno y quieran traer a escena un nuevo descubrimiento imprescidnible cada dos por tres. Se cargaron la inocencia y la confianza de muchos lectores. Y siguen, ¿verdad?

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