La familia Abe – Mori Ōgai

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La familia Abe - Mori ŌgaiLos tres relatos que recoge La familia Abe pertenecen al ciclo de relatos históricos que caracterizó la última etapa de la escritura del escritor Mori Ōgai, basados en historias y personajes del Japón anterior a la Restauración Meiji: el Japón de los samuráis, tan fecundo en historias apasionantes.

Todos estos relatos tienen su origen en antiguas crónicas que el propio Mori investigó de forma exhaustiva y en ellos aparecen personajes históricos, de cuya biografía se da noticia con brevedad en la propia narración. El resultado son unos textos con un indudable sabor literario, pero al tiempo con un acento de veracidad, de crónica histórica, que les añade atractivo.

Pero además estos tres relatos tienen otro nexo: todos abordan y ayudan a entender mejor la tradición del seppuku, el suicidio ritual conocido vulgarmente como haraquiri.

Todo samurái debía estar preparado para afrontar la muerte, e incluso buscarla con su propia mano cuando el honor lo exigía. Es ese sólido e inquebrantable sentido del honor el que recorre las páginas de estos relatos y, a pesar de su complejidad, se hace comprensible para el lector occidental.

El primer relato es ya ilustrativo del sentimiento que empujaba al samurái a someterse a seppuku. En “El testamento de Okitsu Yogaemon” (del que se incluyen dos versiones en el volumen), su protagonista rinde un servicio a su señor, pero para hacerlo mata a otro samurái. Su conciencia le dicta entonces que debe quitarse la vida, pero su señor se la perdona. Sin embargo, Okitsu está firmemente decidido a abandonar este mundo por su propia mano y finalmente realizará junshi (es decir, el suicidio ritual de un vasallo para acompañar a su señor a la tumba); la peculiaridad es que su señor había muerto trece años antes y, por diversas vicisitudes, Okitsu no le pudo acompañar antes en la muerte.

Este relato pone de manifiesto el férreo sentido del deber que parecía inoculado en los genes de un samurái. Okitsu, juzgado por su propia conciencia, dictamina que debe morir y aguarda lo que resulta toda una vida para hacerlo. La historia, escrita en forma de testamento y narrada por tanto en primera persona, resulta exquisitamente personal.

Pero, sin duda, es “La familia Abe” la pieza fuerte entre estos tres relatos y apasionará a los amantes de las historias de samuráis. El cabeza de la familia Abe desea acompañar en la muerte a su señor cuando este cae gravemente enfermo, pero este se lo prohíbe. Dividido entre la obediencia debida y el orgullo herido (el resto de sus compañeros le censuran porque consideran que, a pesar de las órdenes recibidas, debería practicar seppuku), Abe se enfrenta a una terrible disyuntiva y tomará una decisión de graves consecuencias para todo el grupo familiar.

“La familia Abe” está lleno de elementos fascinantes tanto en su forma como en su fondo. El fondo es un resumen de los motivos, creencias y tabúes que marcaban las relaciones entre vasallos y señores, incluso después de la muerte. Y la forma se concreta en un relato brillantemente escrito, repleto de detalles cautivadores y con un tempo narrativo vigoroso que mezcla datos históricos con escenas de lucha al más puro estilo samurái.

Como contraste, en “Sahasi Jingorō”, su protagonista escapará para no verse obligado a suicidarse. Una reacción inusual por parte de un joven que está seguro de haber servido en cuerpo y alma a un señor que se muestra no obstante desdeñoso con sus desvelos.

En resumen, tres relatos complejos y bien tramados que recogen y conservan la esencia de una antigua tradición que siempre resultará extraña a los ojos de Occidente. Pero las tres historias escritas por Mori Ōgai, además de su indudable valor como piezas literarias, son excelentes ejemplos de la normalidad con la que la sociedad japonesa percibía el rito y aun presionaba a los samuráis para cometerlo. Ya en el siglo XX, y ante la rapidez de la occidentalización de Japón, Mori quiso preservar, contextualizar y defender una costumbre tildada de bárbara por los europeos, pero que forma parte indisoluble de la forma de ser japonesa y de su historia.

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