Kim – Rudyard Kipling

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El grandísimo narrador que fue Rudyard Kipling consiguió con Kim una historia inolvidable desde todos los puntos de vista, tanto formales como estilísticos. La prosa colorida y sonora de esta novela es tan maravillosa que seduce casi sin proponérselo: la sensualidad de las descripciones, la vivacidad de los diálogos y el carácter de los personajes están tan bien trazados, tan soberbiamente construidos, que la atmósfera de la obra, ese elemento tan abstracto e inaprensible, nos atrapa desde las primeras palabras.

Al estilo de las clásicas lecturas de formación, Kim también nos sumerge en las aventuras de un adolescente, Kimball O’Hara, hijo de un soldado irlandés destinado en la India de comienzos del siglo XX. Huérfano a muy temprana edad, el pequeño Kim pronto se convierte en un avezado conocedor de los entresijos de Lahore, la ciudad donde habita; espabilado y valeroso, el muchacho es conocido con el apodo de “Amigo de todo el mundo” por su habilidad para extraer información y resultar afable. Estas características harán que el jefe del servicio secreto británico de la India se fije en él como posible integrante de su equipo, aunque eso será una historia que no llegará a contarse en la novela. El encuentro de Kim con un lama tibetano al comienzo del libro generará toda una serie de acontecimientos que pondrán a prueba el valor, la lealtad y, sobre todo, el corazón del joven protagonista.

Porque más allá del sesgo aventurero de la trama, lo cierto es que Kim es una historia de humanidad. Al igual que ocurría con el joven protagonista de Las aventuras de Huckleberry Finn, Kim es también un pillastre, un muchacho con pocos escrúpulos a la hora de relacionarse con su entorno, pero con un inmenso corazón que le impele a actuar de manera honesta en casi todas las ocasiones. Tanto es así que su fidelidad al lama con el que se tropieza al comienzo se extiende a lo largo de todo el libro, convirtiendo así su progreso como futuro espía en una tierna y emocionante historia de amistad y lealtad.

Además de todo ello, la novela es un texto de una sensualidad excepcional, un prodigio de color y vida que se despliega con energía ante los ojos del lector. Kipling plasma con sorprendente facilidad un universo, el hindú, que se nos ofrece con su multiplicidad de voces, de visiones, de credos, de razas y de sensaciones. La viveza de las descripciones es sobrecogedora, como puede leerse a continuación:

La luz fue concentrándose sobre sí misma con delicadeza y por un instante pintó de rojo sangre los rostros, las ruedas de los carromatos y los bueyes. Luego llegó la noche, y cambió el tacto del aire, y cayó una bruma baja, uniforme, como un velo azul, sobre el rostro del país, e intensificó, dándole nitidez, el olor a humo de leña y a reses, y el delicioso aroma de las tortas de trigo cocinadas al calor de las brasas.

Es una auténtica maravilla paladear una novela que aúna aventura y estilo a partes iguales. Los personajes en Kim son casi menos importantes que el entorno en el que se desarrollan sus acciones, ya que el protagonismo de éste es absoluto y se apropia del devenir de la obra. Una genialidad que no está al alcance de muchos y que Rudyard Kipling lleva a cabo con una sencillez impresionante.

Por si no ha quedado claro a estas alturas, el resumen de esta reseña es: lean Kim. Es un placer para cualquier amante de la literatura, de cualquier género y de cualquier edad. Su belleza, sus entrañables y humanos personajes y su espléndida puesta en escena sólo pueden deparar unos momentos de lectura deliciosos.

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3 COMENTARIOS

  1. A diferencia de Miguel, Kim me parece una novela magistral. No creo que los ingleses salga tan bien parados (en el fondo el único que lo hace es el protagonista) y se aleja bastante de la idea de un Kipling corista del Imperio (al menso ese es mi recuerdo de hace tiempo, aunque he leído el libro dos veces).
    En cuanto a que sea un tostón, es cierto que el arranque puede resultar algo confuso pero creo que enseguida toma un buen ritmo. En fin, es una cuestión de gustos (¡y mi edición venía sin mapa!).

    Tu reseña me ha parecido perfecta y ha conseguido el principal objetivo, que vuelva a tener ganas de volver a leerla.

    Un saludo.

    • Hablar sobre literatura es como opinar sobre colores, cada uno expresa su comentario de acuerdo a sus gustos, todos respetables y todos válidos. A mí, no se me ocurriría seguir la trayectoria literaria de Pérez-Reverte, pero otros lo hacen porque disfrutan con su lectura; hay gente que opina sobre Kafka y lo convierte en poco más que un mequetrefe literario, yo tampoco lo haría, pero allá cada cuál con sus gustos.

      Digo esto, porque la impresión que me quedó sobre «Kim» fue la de una lectura decepcionante, aburrida, pero comprendo que a otros les parezca una obra magistral e insuperable. Me quedó también un tufillo colonialista bastante marcado y hoy, para entretenerme un rato, he dado un repaso por encima al libro y he comprobado que el tufillo era cierto (posiblemente no sea la novela más corista del Imperio, pero no quiero pensar como serán las otras).

      Aquí van unas pocas perlas:

      – 1ª página del libro (se corresponde con la pág. 57 si contamos la introducción): «Kim tenía justificación – había sacado de un puntapié al chico de Lala Dimanath del muñón -, ya que los ingleses detentaban el control del Punjab, y él era inglés».

      – Pág.61: «Su padre poseía una fortuna equivalente a medio millón de libras esterlinas, pero la India es el único país democrático del mundo» (estamos hablando lógicamente de la India gobernada por los ingleses).

      – Pág.122,(Un viejo, integrante de un regimiento de caballería, habla sobre la rebelión de los cipayos):
      «Sin embargo, si de vez en cuando no se asesina a los hombre malos, este no sería un mundo bueno para los soñadores desarmados. Hablo con el conocimiento de alguién que ha visto el país bañado en sangre desde Delhi hasta el sur.
      – ¿Qué locura fue esa?
      – Sólo los dioses lo saben, ellos la enviaron como una plaga. La locura consumió a todo el ejército, y sus soldados se volvieron contra sus oficiales. Ese fue el primer acto de vileza, aunque no habría sido irreversible si en ese momento se hubieran refrenado.»

      No he querido seguir buceando en el libro, pero me imagino que debe haber más joyas parecidas a éstas.

      Por cierto, mi edición del libro tiene casi la misma carátula de la que figura en la reseña, pero se añade también el nombre de la traductora Verónica Canales Medina. Mondadori la publicó en su colección DEBOLS!LLO como la 1ª edición en junio de 2007. Lo digo, porque sí, en la página 56 hay un pequeño, pequeñísimo plano de la India Noroccidental.

      Cordiales saludos.

  2. Leí «Kim» hace algo más de un año guíado por los excelsos comentarios que levantaba la obra; bueno, por eso, y por los hermosos recuerdos infantiles que guardaba de las películas de Errol Flynn en sus periplos por la India.

    Mi decepción fue apuballante, mayúscula, pocas veces me he aburrido tanto con una novela de aventuras. Aunque parezca un contrasentido, precisamente por las múltiples peripecias del protagonista, la novela me pareció lenta y aburrida como pocas; me quedo ahí en mi comentario, por no hablar del tufillo maniqueísta (a veces peste hedionda) que impregna toda la narración; ya sé que es ésta una característica bastante común en este tipo de literatura y no debe importar mucho, pero es qué los ingleses son demasiado buenos incluso para esta historia.

    La lectura, desde su principio, no empezó bien. La introducción del intelectual palestino, fallecido hace ya algunos años, Edward W. Said, trajo a mi memoria algún que otro tostón sin digerir, «Cultura e imperialismo» (un título, que ni pintiparado para la obra de Kipling), y después las profecías guerreras sobre el pequeño O’Hara, los inteligentes C25 o R17 del más intelegente aún Imperio Británico, la búsqueda metafísica del río sagrado junto a su amado lama tibetano… En fín, a mí me pareció una auténtica tabarra; aunque eso sí, gracias al pequeño plano de la India donde seguí escrupulosamente los viajes de Kim, aprendí un poco más de geografía.

    Quizás hubiera sido una lectura más adecuada muchos años atrás, aunque lo dudo dada la atmósfera tan etérea y tanscendental que rodea a la narración, pero sea como fuera no me arrepiento de no haber leído a Kipling. Julio Verne, Walter Scott y Mark Twain, por citar algunos, me hicieron divertirme mucho más.

    Lamento discrepar de la casi hagiografía que rodea a «Kim» y a Kipling, pero mis impresiones directas fueron las que he descrito.

    Cordiales saludos para solodelibros

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