Mary; Maria/ Mathilda – Mary Wollstonecraft/ Mary Shelley

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2000

Mary; Maria/ Mathilda - Mary Wollstonecraft/ Mary ShelleyEl presente volumen recoge tres novelas con nombre de mujer. Las dos primeras fueron escritas por Mary Wollstonecraft, y la tercera por su hija, Mary Shelley. Las tres pretenden reflejar una idea de la feminidad concebida desde sí misma y no desde la perspectiva que una sociedad patriarcal pudiera tener.

Esa premisa es desde luego cierta en el caso de Mary y Maria, las dos novelas de Mary Wollstonecraft. Pionera del feminismo, Wollstonecraft denuncia en ambas historias la indefensión de la mujer en una sociedad que la sojuzga desde su nacimiento, privándola de derechos fundamentales.

Mary desarrolla la idea de la infelicidad fruto de los matrimonios impuestos que obligaban a personas sin ningún interés común o afinidad a guardarse fidelidad de por vida. Mary, casada con un muchacho más joven que ella al que apenas conoce, encontrará en un viaje a quien sí pudiera ser su alma gemela. Evidentemente, las convenciones sociales y la propia educación de la protagonista impedirán que esa historia de amor se concrete.

Un paso más allá irá la protagonista de Maria. Casada con un hombre lleno de vicios que malgasta la fortuna de ella, Maria se otorga la autoridad moral para emanciparse de su marido, prescindiendo de la opinión de una sociedad que la considera unida a él por un lazo indisoluble.

Maria  —novela lamentablemente inconclusa— presenta una trama interesante en la que la protagonista sufre persecuciones y un encierro contra su voluntad en un manicomio; pero además, la autora supo introducir otros personajes femeninos que, contando su propia historia, dan una visión completa de la lamentable existencia de las mujeres en general, prescindiendo de la clase social a la que pertenezcan.

Maria repasa las desigualdades que oprimen a la mujer y los estereotipos a los que debe responder si no quiere ser juzgada y condenada (incluso en sentido literal). Desde la educación y las actitudes: «Tal es, en efecto, la fuerza del prejuicio, que lo que en él se consideraba brío e ingenio, en mi lo amonestaban como descaro.», pasando por la falta de oportunidades y la desigualdad en lo laboral: «Un hombre con la mitad de mi diligencia y—puedo decirlo— de mis actitudes podía haberse procurado un sustento digno desempeñando alguna de las tareas que permiten integrarse en la comunidad, mientras que yo, […] era relegada junto a la escoria de la sociedad». O bien la condena a ser un objeto sexual que, además, se desprecia: «La sociedad convierte a las mujeres en monstruos, al no permitirles más que una única vía de ascenso (incitar el libertinaje de los hombres), y entonces sus vicios innobles se presentan como prueba de su inferioridad intelectual.»

Sin embargo Mathilda, la novela de Mary Shelley que cierra el volumen  se corresponde poco con esa visión reivindicativa que empapa los títulos de su madre que la preceden.

Mathilda es desde luego una novela perfecta como representante de la corriente romántica. Desde los pasajes desolados a la historia desgarradora y tenebrosa que marca para siempre a su protagonista. Pero, precisamente por esa incapacidad de oponerse a su destino, Mathilda no es comparable a personajes como Mary o Maria.

Ante el primer revés de su existencia, —bien es cierto que no será un asunto baladí—, Mathilda decide retirarse y rumiar su pena hasta la muerte. Y, en consecuencia, se puede decir que es el arquetipo de la mujer que precisamente Wollstonecraft quería combatir: sumisa, dócil, una mujer que acepta su destino por cruel que sea y se somete a él.

Todas las novelas de esta recopilación merecen la pena en cuanto textos literarios; aunque las dos primeras lo hacen especialmente, en cuanto textos morales:

Pero, nacida mujer, y condenada a sufrir intentando reprimir mis emociones, siento con más agudeza los diversos prejuicios a los que mi sexo está condenado a enfrentarse; y veo que los agravios que están obligadas a sufrir las mujeres las degradan tan por debajo de sus opresores que casi les hacen justificar esta tiranía, al tiempo que llevan a algunos filósofos superficiales a identificar como causa lo que sólo es consecuencia de un ciego despotismo.

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