Las buenas chicas no leen novelas – Francesca Serra

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Las buenas chicas no leen novelas - Francesca SerraLas buenas chicas no leen novelas es un breve libro donde la crítica literaria Francesca Serra repasa no sin humor (o amarga ironía) el rol de la mujer como lectora. Remontándose al siglo XVIII y avanzando con ligereza hasta nuestros días, la autora repasa y reflexiona sobre la relación de las mujeres con los libros y la lectura en cinco secciones bajo los epígrafes de «Deseo», «Ficción», «Masturbación» «Consumo» y «Muerte».

Serra nos dice que las mujeres llegamos con siglos de retraso a la lectura. Para cuando llegamos ya estaban las cartas repartidas y, a pesar de que concebimos (o nos han hecho concebir) la lectura como una herramienta de emancipación, lo cierto es que las lectoras hemos asumido sin cuestionarlo demasiado el papel que nos han querido adjudicar.

En un principio la mujer lectora fue considerada un monstruo. Encasillada en el papel de débil mental, se suponía que no sabría distinguir ficción de realidad y que las impresiones de la lectura podían alterar sus ciclos menstruales, hacerla perder la virginidad o incluso dejarla embarazada. Todo podía ocurrir al mezclar la fuerza recreadora de la literatura y la fragilidad femenina.

Aunque todavía el número de lectoras era escaso en proporción al de lectores —recordemos la tendencia a no alfabetizar a las mujeres, una lacra todavía existente—, los representantes de la alta cultura describieron despectivamente como lectora (en femenino) a los lectores que devoraban los folletines que empezaban a popularizarse: eran lectores que buscaban en la lectura la aventura, la pasión, no la formación del pensamiento.

Ese lector que buscaba la emoción en los libros tenía que ser, por fuerza, mujer. Y esa emoción pasaba a ser fisiológica, orgánica e, incluso, orgásmica. De ahí la proliferación de grabados, pinturas y fotografías (internet es fuente inagotable bajo el epígrafe «Reading is sexy») de mujeres desnudas leyendo. La relación de la mujer con el libro es, por tanto, física, no intelectual; y en el fondo está pensada para que el hombre disfrute de ella, como un voyeur.

Con la progresiva mercantilización de la literatura, la mujer lectora (Serra la denomina «pornolectora») se ha convertido en la consumidora fetiche de las grandes editoriales. Una lectora impulsiva y hasta cierto punto compulsiva, que busca historias que aludan a su corazón o a su vulva, poco exigente, a la que resulta fácil seducir con una campaña de marketing que oculte la vacuidad de un nuevo título. Una consumidora/lectora manipulable a la que el mercado editorial no quiere renunciar.

Las buenas chicas no leen novelas presenta un panorama que, para la lectora que esto escribe, resulta ciertamente desolador. Aun sin estar de acuerdo con todos los postulados de Francesca Serra, el libro resulta esclarecedor. Las estadísticas confirman que las mujeres leemos más que los hombres, pero las listas de los libros más vendidos muestran qué títulos suelen preferir las lectoras. Baste recordar el preocupante éxito de un libro de tan dudosa calidad literaria, y a la vez machista, como Cincuenta sombras de Grey. La realidad parece confirmar la existencia de las pornolectoras.

Así pues, lectora, antes de elegir la próxima lectura, plantéate a quién beneficia que elijas el último bestseller o la nueva novela erótico-festiva. A tu desarrollo como persona (no como consumidora de cremas, detergentes o moda primavera/verano), seguro que no.

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