Inopia – Juan Manuel Gil

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Inopia - Juan Manuel GilNo es de extrañar que el prólogo de «Inopia» lo firme Enrique Vila-Matas, puesto que las historias que conforman el libro tienen como tema común la desaparición o la huida (hacia fuera o hacia dentro). Y ese plural, «historias», tiene su importancia en este punto, porque «Inopia» se vende como una novela, pero tiene poco de ello; bien es cierto que el propio prologuista lo confirma: «Es una novela de género llamémosle híbrido […]. Me gusta su estructura. No es exactamente la de una novela, tampoco la de un libro de relatos, más bien una escritura o, si se prefiere, Divagaciones, Voces, Historias rotas.»

Aunque es verdad que su estructura no es (ni por lo más remoto) la de una novela, creo que sí se acerca más a la de un libro de relatos: cierto que a un libro de relatos sui generis, dado que tenemos varias historias entrecruzadas en un todo poco unitario, pero me parece más importante la evidente cohesión interna de cada una de las tramas: cada una de ellas, por sí sola, podría configurar un relato autónomo. De hecho, es difícil entender «Inopia» como un todo, como una narración única, a no ser que se tenga en cuenta ese nexo que comparten las historias, el de su temática común; más allá de ese detalle (que serviría, insisto, para agrupar esos textos bajo el paraguas de un libro de relatos), buscar un asomo de unidad en el libro es inútil.

¿Es esto importante? No, en absoluto; menos aún si consideramos que Juan Manuel Gil es también poeta, un detalle que no se pasa por alto a lo largo de la lectura de este libro. Su concepción técnica de la narración, su visión de la prosa como herramienta estilística precisa y bella, están presentes en cada párrafo, en cada palabra. Otro motivo más para asumir la rareza de «Inopia» como un defecto (que no lo es, pero así lo nombraré) de forma, que no de fondo. La lectura de este libro es intensa y está salpicada de momentos preciosos, de instantes mágicos que conmueven al lector, que le hacen mirar el mundo de otra forma, porque también el estilo de Gil es de otra forma.

Esa forma es indefinible, inefable, porque el sentimiento de vacío, de ausencia, que recorre las páginas de «Inopia» se transmite a base de silencios o de susurros: en ese sentido, la historia de Héctor y Lola, un joven escritor y una joven publicista cuya relación oscila entre el extrañamiento y el cariño, es el mejor exponente de ello. El autor explora los límites de la huida hacia adelante, las posibilidades de abandonar a alguien quedándose a su lado. Las palabras no sirven para llenar unos vacíos que pueden interpretarse de múltiples modos, que no significan nada o pueden significarlo todo. Juan Manuel Gil expone, gracias a una prosa sencilla, pero precisa, la indefensión de cualquiera ante esos vacíos a los que irremediablemente nos vemos abocados en algún momento.

La habitación pareció ensancharse en cuestión de minutos. Tanto que, si alguno de los dos hubiera decidido pronunciar algunas palabras, las justas para renovar otra ansiada espera, o un silencio viciado, no se habrían entendido. Las palabras, en su desplazamiento por aquella estancia, habrían perdido su forma natural para acabar hechas un nudo de ruidos, una lengua muerta.

También la historia de ese personaje nombrado por una P. (Pier Paolo Pasolini) es enternecedora a causa del afán que muestra por alcanzar su definitiva desaparición (fue asesinado en Ostia en circunstancias extrañas, el 2 de noviembre de 1975): el hombre dibujado por el autor es un ser agonizante en su fuero interno, pero lleno de una luz más vital de lo que cualquiera podría imaginar.

«Inopia» es un libro curioso y difícil de clasificar, pero muy hermoso de leer. (También, por cierto, por el exquisito trabajo que llevan a cabo en la editorial El Gaviero, con unos volúmenes cuidados, pintorescos y pulcros.) Sin necesidad de enzarzarse en fútiles discusiones acerca de su estructura, su composición o su afiliación genérica, no hay duda de que merece la pena transitar por él, dejarse engatusar por su autor y las historias que nos propone. Pocas veces el tedio y la necesidad de huir han sido tan bien representados, y pocas veces de forma tan lograda. Créanme si les digo que «Inopia» merece mucho la pena.

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