El color de la paz – Mijaíl Shólojov

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El color de la paz - Mijaíl Shólojov«Solamente comparable a Guerra y paz», es como definió Maxim Gorki esta tetralogía del Don, a la que El color de la paz pone punto final. Y aunque tal vez demasiadas novelas hayan sido comparadas con la inmortal novela de Tolstói, lo cierto es que los cuatro volúmenes escritos por Mijaíl Shólojov entre 1928 y 1940 son un excelente ejemplo de la mejor literatura.

En El color de la paz los cosacos insurrectos logran unirse con el Ejército Blanco —saliendo así de la situación desesperada en que los dejamos en el anterior volumen—; sin embargo, los blancos serán obligados a retroceder hacia el mar Negro, desde donde la mayoría abandonará Rusia y la lucha. Grigori Mélejov se unirá al Ejército Rojo, donde prestará servicios como oficial en un intento de lavar la culpa de haber intervenido en el levantamiento cosaco. Sin embargo, cuando con la licencia definitiva regrese a casa, comprobará que no existe el perdón y se verá abocado a huir nuevamente a través de la estepa.

Se define El Don apacible como una novela épica, y lo es; pero es también y sobre todo una novela humana. La violencia, la crueldad, el sinsentido de la guerra o la injusticia conviven con la esperanza, la paciencia, el amor, el deseo de paz y la dignidad. En el enorme mural que pinta Shólojov lo mejor y lo peor del ser humano queda expuesto, no sólo en los protagonistas de la obra, sino también en la miríada de personajes que les secundan. Esa riqueza de caracteres proporciona una prestancia a la obra que reluce especialmente en los diálogos: irónicos, chispeantes, reales.

La realidad, o si se prefiere, el verismo, es el puntal donde se asienta la novela. El ruso maneja los hilos que conforman la urdimbre sin concesiones. De este modo, se tiene la sensación de asistir al desarrollo de la historia vital de gentes verdaderas, que padecen, gozan y rara vez poseen entre sus manos las riendas de su destino. Pero esas riendas las maneja con destreza, y con la olímpica indiferencia de que el destino se serviría, Shólojov.

Con un estilo narrativo expositivo y de gran sencillez, el autor logra sumergir al lector en la historia de tal modo que, al volver la última página, uno siente abandonar la estepa y a unos personajes muy queridos. Un lirismo sobrio aflora en las descripciones de la estepa, de los campos de labor, de las aldeas y del Don, como un contrapunto que pretende acentuar la inmutabilidad de la tierra frente a las tribulaciones efímeras del ser humano.

Esa es la enseñanza latente que recorre la totalidad de los cuatro volúmenes: que el hombre está hecho para la vida tranquila del trabajo y del hogar. Y a la vez, que su sino es sufrir, cercado como está por la enfermedad, la muerte y la pérdida.

Y con todos estos elementos, pobremente reseñados aquí, se construye una novela inmensa, hermosa, trágica, amena, conmovedora. Uno novela cuyas excelencias sólo se pueden resumir en una palabra: léanla.

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3 COMENTARIOS

  1. Empecé a leer el Don apacible hace ocho meses, y conseguí leerme del tirón los 3 primeros libros,dejando el 4º para más adelante…. Por más que he intentado retomarlo, he de reconocer que me han faltado las fuerzas, necesitaba cambiar de registro. Tanta estepa, tanto cosaco, tanto nombre ruso con sus patronímicos, apodos, ciudades, pueblos, ríos y montañas rusas terminaron por saturarme. Pero ahora, después de leer esta reseña creo haber recuperado las fuerzas para terminar lo que inicié y de lo que tanto disfruté, salvo el volumen segundo que he de reconocer que se me atragantó. Gracias por todo.

  2. Hace un par semanas finalicé la cuarta entrega de “El Don apacible”, que comprende las partes séptima y octava de la novela, concluyendo así la inmensa epopeya de Grigori Mélejov.

    Este último libro, sin abandonar su ya típico canto a la tierra, a la estepa sagrada que nutre de vida al pueblo cosaco, creo que se sumerge más en el lado íntimo y humano de los protagonistas. La tierra, sí, está presente, su fuerza queda visible en innumerables ocasiones del modo más bello: “Era amargo y doloroso este viento alado de la estepa que venía de oriente. Exhalaba el calor de la tierra negra abrasada, los aromas embriagadores de todas las hierbas agostadas por el sol, pero que ya sentían la proximidad de la lluvia. Se sentía el olor insípido de las aguas del Don; las golondrinas, casi rozando el suelo con sus alas puntiagudas, surcaban el aire y lejos, muy lejos, planeaba un águila de la estepa, huyendo de la tormenta que se acercaba”, pero Shólojov ahonda mucho más en la fibra sensible de los personajes. Todos, sin excepción alguna, interiorizan terribles presagios, intuyen momentos decisivos que marcarán sus existencias repletas de sinsabores: Grigori, angustiado por un confuso presentimiento, contempla en su despedida el pañuelo negro de luto que agita Natalia, desde el portón de su casa; Axinia, rememora toda su vida, tan parca en alegrías y tan rica en desdichas, y se siente cansada y vieja; Natalia, acaricia a sus hijos, mientras llora amargas lágrimas por el engaño de su marido; Ilíchnina, madre de Grigori, sabia y valerosa antaño, se sienta a la puerta de su casa esperando el regreso de su hijo, indiferente, a todo y a todos, ve como transcurren los últimos días de su vida; solo, Prójov Zikov, el asistente de Mélejov, recién regresado del frente tras la pérdida de un brazo, mantiene su tono guasón, mientras ahoga las penas en vodka.

    Finalmente, tras años de lucha, el pueblo cosaco no ha podido doblegar a los “mujiks”. El poder de los soviets acaba sometiendo al “Ejército del Don” y, como dice Shólojov, “los descendientes de los cosacos libres, en adusto silencio, se limitaban a escuchar la majestuosa canción, mientras retrocedían vergonzosamente derrotados en una guerra sin gloria contra el pueblo ruso”.

    Es éste cuarto libro, como ya he dicho, el más emotivo de la obra de Shólojov. En él, afloran sentimientos mucho tiempo ocultos; sus protagonistas, y en especial Grigori Mélejov como el primero de ellos, se humanizan, consiguen exteriorizar sus temores y afectos, engrandeciéndose a los ojos del lector. La guerra consigue doblegar la vida de muchos, pero no logra derrotar las esperanzas de los que sobreviven; la escena final (hagamos un mutis al «spoiler» para evitar posibles quejas), se convierte así en una semilla que alumbra la promesa de un nuevo futuro.

    Hermoso colofón para una obra inmensa, que se me escapa a pensar cómo pudo estar tantos años censurada en nuestro país (hablo, claro está, de tiempos muy pretéritos). La gesta del pueblo cosaco, encarnada en la historia de la familia Mélejov, es un grito desesperado contra la guerra, a la vez que un canto a la tierra, como origen de vida.

    Sra. Castro, coincido totalmente con su apreciación final de la reseña. Excelente libro que debe ser leído.

    Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros

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