Basil Howe, inédita hasta la fecha en castellano, fue la primera novela escrita por G. K. Chesterton cuando tan sólo contaba veinte años de edad, y tal vez por ello peque de cierta candidez. Pero esa candidez, que no debe entenderse necesariamente como un defecto, se ve ampliamente compensada por la ironía que rezuma la obra y por el conocimiento de lo humano que despunta en ella. Un conocimiento de lo humano que se centra en esa difícil y movediza etapa de la primera juventud, donde los sentimientos están a flor de piel y se tiende a darles una magnitud desorbitada. Una magnitud que, si se analizasen fríamente, nadie les otorgaría, pero por suerte esa frialdad no es propia de la juventud.
Basil Howe nos habla de la necesidad que sentimos en esa etapa de inventarnos máscaras tras las que ocultarnos, a fin de que nadie nos pueda herir, o tal vez para parecer mejores de lo que consideramos que somos; así como de la soledad que, en consecuencia, nos asalta, una vez que comprendemos que nadie conoce la verdadera esencia de nuestro ser.
El joven Basil es, en apariencia, un excéntrico muchacho que se esconde detrás de una nube de paradojas, frases ingeniosas y juegos de palabras, con los que divierte a sus amigos. Irónico e inteligente, su carácter nada convencional pronto encandila a Gertrude Grey, una joven voluntariosa que se niega a caminar por los caminos trillados que sigue la mayoría. Gertrude y Basil pronto harán buenas migas, sin embargo una sombra enturbiará su cordial amistad.
Gertrude Grey presiente que, pese a la afectuosidad y simpatía de Mr. Howe, existe en él un enigma, una puerta cerrada tras la que guarda a buen recaudo una parte importante de sí mismo. Y es precisamente esa parte de su ser que se obstina en ocultar, la que atormenta también a Basil Howe. Porque el joven Basil esconde tras sus bromas y disparates y su perenne buen humor un perpetuo temor a no ser aceptado, al desprecio de los demás. Su afabilidad esconde el miedo al rechazo, y con su ironía pretende distanciarse lo suficiente de cuantos le rodean para fingir que no le importa si le hieren.
De esta suerte, Basil se considera a sí mismo el bufón obligado a llorar sus penas en silencio. El papel que ha adoptado le obliga a permanecer siempre jovial, pero comprende que la gente ha de despreciarle precisamente por ser incapaz de tomar nada en serio, ni de mostrar una preocupación sensata por cualquier tema trascendente. Así, se siente siempre aparte, sólo, un desconocido para quienes le rodean, quienes en absoluto saben quién es él.
Y es precisamente en la descripción del verdadero ser de su protagonista donde Chesterton demuestra su pericia. Un muchacho que finge ser quien no es y en consecuencia se siente solo puede parecer un tema pueril, pero el acierto del autor es conseguir devolvernos a ese momento temprano de nuestra vida donde sabemos levantar una montaña de un grano de arena y sentarnos a su sombra a llorar. Basil Howe no es ridículo: es joven, y siente con una intensidad que los años y la vida desgastan. El lector lo sabe, y sabe que es cuestión de tiempo que el joven se acepte tal cual es, con virtudes y defectos, y entienda que hace tiempo que los demás también le aceptaban así.
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De Chesterton he leído algunos cuentos del Padre Brown y ese libro, en mi opinión un poco sobrevaluado, que es El hombre que fue Jueves.