Cora – George Sand

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Cora - George Sand«Cora» es un brevísimo relato en el que George Sand logra, con total seriedad, caricaturizar el tema amoroso tal como era entendido por los autores del romanticismo. Con ironía, la autora construye un relato ligero y cautivador, plagado de golpes de humor, que supone un repaso por los tópicos al uso con los que se fabricaban las novelas de la época.

El joven Georges será el sufrido enamorado que, recién llegado de las Indias a una pequeña población de provincias, caiga rendido a los pies de la hermosa Cora, sufriendo por ella las penas de amor preceptivas para los corazones apasionados, según los cánones del momento.

La sensibilidad de Georges ha sido tallada por las lecturas de Walter Scott y E.T.A. Hoffmann, de modo que no puede resistirse a lo que, casi con sarcasmo, denomina, un «mortal veneno» que infecta a todos los jóvenes de la ciudad, entregados a imitar al protagonista de los Cuentos fantásticos.

Cora es la mujer de belleza etérea, majestuosa, máscara perfecta para su talante reservado, lejano, pensativo. Es, qué duda cabe, la encarnación del ideal romántico: la bella que parece atormentada por un secreto pesar. Pero, y ahí comienza a percibirse el talante juguetón con el que George Sand tramó este relato, la hermosa Cora es la hija de un tendero. Como la prosaica Aldonza Lorenzo se oculta tras la ideal Dulcinea, así la hermosura distante de Cora oculta una mujer de condición bastante más trivial que la que quisiera achacarle el apasionado Georges.

El enamorado alquilará un cuarto frente a la vivienda de la joven y allí, oculto tras una cortina, dedicará sus días a contemplar a una Cora que pasa las horas sentada junto a una ventana, leyendo. Esa platónica contemplación se verá enturbiada cuando un pretendiente real comience a visitar a Cora y, finalmente, contraiga matrimonio con la joven.

El despecho provocará que el enardecido Georges caiga enfermo ante la idea de que su hermoso ángel pertenezca ahora a un vulgar aprendiz de boticario. Sin embargo, la enfermedad será su fortuna, porque Cora y su padre, el tendero, comenzarán a interesarse por su salud y le admitirán como amigo en el hogar familiar. Son días de ensueño para el joven, que puede pasar las horas junto a su Cora, que se muestra un poco indiferente a su compañía. El ingenio de la autora no desaprovecha la ocasión de incluir escenas en las que la pasión romántica asciende enteros, para acabar precipitándose en una situación hilarante por su banalidad. Así, el momento en que Cora anuncia a Georges que debe hablar un momento con él a solas, momento que aprovecha para entregarle una misteriosa nota… que resulta ser la cuenta de lo que Georges le debe a su padre por los productos que éste le ha suministrado durante su enfermedad.

La jovial ironía y un humor fresco convierten este relato en una pieza deliciosa, en una divertida parodia, realizada con sutileza y gracejo, de tantos otros cuentos románticos, que hará pasar un buen rato a cualquier lector.

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