La madre es sin duda una de las novelas más notorias del pasado siglo. Publicada en 1907, es principalmente una novela de ideas en la que Maksím Gorki consignó las tesis sobre las que se asentaba el socialismo; pero es también un canto a la vida y al compromiso de los revolucionarios que luchaban por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, ayudando a nacer una nueva sociedad que debía ser más justa y solidaria.
La peculiaridad de esta novela es que Gorki no eligió como protagonista a un obrero implicado en la lucha o a un intelectual que explicara de forma erudita las propuestas socialistas; por el contrario, escogió a un ser humilde: una mujer mayor, semianalfabeta, una viuda que había sido maltratada por su marido. Y a través de sus ojos, acercó las ideas revolucionarias a los lectores. La madre pudo ser un método efectivo de agitación en la Rusia de las primeras décadas del siglo XX porque cualquier obrero podía sentirse identificado con su protagonista y comprender que la progresiva toma de conciencia de Pelagia Nílovna podría ser la suya propia.
Es a través de su hijo Pável Vlásov, un trabajador fabril y pequeño líder revolucionario, que Pelagia se compromete cada vez más en la lucha subversiva. Al principio solo siente un gran temor por las consecuencias que puedan tener para Pável sus actividades. Más adelante, juzga que su hijo es un hombre bueno y que aquello que defiende no puede ser erróneo. Poco a poco se va implicando cada vez más: aceptada y querida en el círculo de su hijo, Pelagia va haciendo suyas las consignas revolucionarias y aceptando la suerte de arriesgar lo que más quiere —a su hijo— en favor de la justicia social.
Probablemente Gorki quiso utilizar la figura humilde de la madre para simbolizar la paulatina toma de conciencia de las masas trabajadoras. Sin embargo, a pesar de ser un personaje entrañable, Pelagia presenta el defecto de ser demasiado maternal. Aunque Gorki hace que la madre evolucione a lo largo de la narración, parece no haber por parte de esta una asunción propia y personal de las ideas socialistas: es el amor por su hijo y sus camaradas (de los que se siente un poco madre también) lo que la lleva a la lucha, pero no una conciencia clara de que lo que hace es trabajar por un nuevo estado de cosas. Además, Pelagia se siente feliz de poder seguir y servir a su hijo, pero no existe una reflexión profunda sobre sus propios logros.
Y sin embargo, Pelagia Nílovna es un ejemplo de superación personal. Las pinceladas que Gorki nos da de su vida antes de acompañar a su hijo en la tarea revolucionaria demuestran que, como apunta la propia Pelagia «a las mujeres nos ofenden tan de continuo». Su padre le recomendó «¡Cuando te topes a un imbécil que quiera casarse contigo, vete con él! Todas las mujeres se casan, todas las mujeres paren hijos» y Pelagia ve ante sus ojos un destino inexorable que le impide rebelarse cuando su marido la maltrata. Pero al involucrarse en el trabajo subversivo, poco a poco empieza a tomar conciencia de sí misma, aunque sea siempre como madre de Pável Vlásov.
La escritura muy sencilla de Gorki, en la que no se encuentra ninguna clase de preciosismos literarios, buscaba contribuir a sembrar las ideas socialistas en las mentes poco cultivadas de la masa obrera. De ahí también que los personajes de La madre sean poco complejos: los camaradas de Pável son valientes, bondadosos, inteligentes, solidarios y están entregados a la causa sin un solo titubeo, arriesgando su vida y afrontando sacrificios personales sin un momento de vacilación. Pero esos rasgos con los que el autor quiso ensalzar al revolucionario ideal causan cierta indiferencia en el lector, que preferiría encontrar un poco más de esos defectos que hacen humano al hombre —duda, temor, egoísmo…— y prestan relieve a las personalidades.
Sin duda La madre es una de esas lecturas canónicas a las que todo lector debe acercarse. Por desgracia, la presente edición de Akal adolece de tantas erratas de todo tipo que dificultan un tanto el disfrute de la inmortal novela de Gorki.
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