Monsieur o El Príncipe de las Tinieblas – Lawrence Durrell

Con Monsieur o El Príncipe de las Tinieblas da comienzo la serie que Lawrence Durrell bautizó como «El quinteto de Aviñón». En la línea de la magistral serie de cuatro libros que componían «El cuarteto de Alejandría«, de nuevo el inglés se lanza a la aventura de descomponer unas historias en fragmentos minúsculos que pasan por el tamiz de la mirada de diversos personajes involucrados en ellas. Si bien tenemos otra vez la multiplicidad de voces, en esta ocasión la apuesta estilística es un poco más osada, ya que en el libro no se limita el punto de vista a un solo personaje (para narrar la historia de manera secuencial) y salta de un protagonista a otro, modificando no sólo el epicentro de la observación, sino incluso la forma de abordarla. Podríamos decir que es un libro más complejo a nivel técnico, pero que ofrece un desarrollo interesante y atractivo a medida que se suceden las narraciones.

La trama general es muy sencilla: Bruce acude a una remota zona del sur de Francia, cerca de Aviñón, para ocuparse del entierro de su gran amigo Piers. Ambos formaban, junto a la hermana del fallecido, Sylvie, un extraño trío que compartía amores, vivencias y deseos, atrincherados todo lo posible en el castillo de la familia de los hermanos. Mientras se hace cargo del funeral y de las disposiciones ulteriores, Bruce va rememorando detalles y momentos compartidos con Piers y algunos otros compañeros de correrías, como el escritor Rob Sutcliffe, casado con la hermana de Bruce, Pia, el despistado historiador Toby o el enigmático gnóstico Akkad. Los lazos entre todos ellos se revelan de forma sutil a medida que vamos conociendo algunos pormenores de sus vidas a través de las voces de los narradores. Será Bruce quien comience la historia, pero la mirada se desplazará a Rob, a Toby o incluso a otros personajes no tan importantes, pero cuya visión aportará detalles inesperados a la comprensión cabal de la trama.

Es difícil dar cuenta de la cantidad de cosas que tienen lugar en Monsieur o El Príncipe de las Tinieblas. Durrell teje una historia con unos mimbres endebles, pero pronto advertimos que el epicentro de todas esas aventuras que se desgranan es muy distinto de lo que cabría esperar. La sensualidad de la prosa del escritor inglés nos traslada de Oriente a Occidente para, en verdad, revelarnos los entresijos de unas relaciones humanas basadas en el amor: un amor extraño, poco común, pero profundo e imperecedero. Así, tenemos el amor de Bruce por Sylvie, algo confuso y dominado por la presencia constante de su hermano, que les lleva a conformar un triángulo bastante singular; o el amor de Rob por Pia, mantenido más allá de la separación y objeto de las reflexiones del escritor.

En realidad, Lawrence Durrell no está tan interesado en la sucesión de acontecimientos como en el impacto que estos provocan en los protagonistas. La muerte de Piers, por ejemplo, pese a ser el detonante de la narración no se erige en parte relevante del libro; más bien sirve como catalizador al cúmulo de sentimientos que otros personajes, empezando por Bruce, sienten a raíz del fallecimiento. Los recuerdos no sólo ayudan a crear una imagen del personaje ausente, sino que pasan a ser el verdadero motor del libro, conformando a los distintos protagonistas con una sutil maestría. La imbricación de pasado y presente, de realidad y ficción, de mentira y verdad, irá mostrando aspectos insospechados de todos ellos, hasta culminar con un clímax sorprendente.

Si gustan de la buena literatura, de aquella que conmueve y asombra sin necesidad de recurrir a tramas descabelladas, tienen una apuesta segura con este libro; si tenemos en cuenta que es sólo el primero de una pentalogía, el deleite está asegurado.

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