A veces me pregunto si es necesario leer ciertos libros; libros de divulgación como este «Sabotaje cultural», por ejemplo. Me lo pregunto porque algunas de las ideas que se exponen parecen tan evidentes, tan de perogrullo, que parece mentira que sea necesario publicarlas y difundirlas para que alguien las lea. En el caso concreto de este libro, esta evidencia tiene una doble lectura: por una parte, las tesis de Kalle Lasn son certeras y apuntan a una degradación intelectual que existe y puede observarse a nuestro alrededor; por otra, esas tesis se basan en un profundo optimismo que roza la ingenuidad y que el autor defiende con un ardor naif y exultante.
Lasn es fundador de la revista Adbusters, cabeza visible de un movimiento que utiliza la contrapublicidad como medio de información de masas para contrarrestar la manipulación que la publicidad tradicional (y, por extensión, la capacidad mediática de las grandes empresas) ejerce sobre la inmensa mayoría de la población. En «Sabotaje cultural» presenta la influencia nociva que la sobreabundancia de publicidad y de información tergiversada tiene sobre una población acostumbrada desde hace mucho tiempo a dejarse conducir por los caminos del consumismo desaforado. Dividido en cuatro partes, el autor se dedica a mostrar la degradación que las grandes empresas han causado en nuestra forma de ver el mundo mediante la sobrecarga de información, las agresivas (a veces, inmorales) campañas publicitarias, la manipulación intencionada (cuando no la mentira más directa) y la sobreexplotación de recursos. Después trata de ofrecer alternativas a esta degradación masiva que provoca lo que él denomina «contaminación mental», para finalmente esbozar un futuro donde esas alternativas pudieran ejercerse con libertad y valorar los resultados.
Como decía al comienzo, los problemas que Lasn presenta son tan reales (aún más hoy día, ya que el libro fue publicado en 1999) que es casi imposible sustraerse a ellos: la publicidad que guía nuestros hábitos y nos crea necesidades inexistentes; las corporaciones que mueven cantidades ingentes de dinero, fruto de sus (por no utilizar otro adjetivo) cuestionables prácticas empresariales; el deterioro del medio ambiente, que avanza sin cesar pese a las advertencias y las continuas evidencias…; la lista puede ser casi interminable. Y los problemas están ahí para cualquiera que se detenga y observe, para cualquiera que tenga un mínimo interés y preste algo de atención. Es casi un problema en sí el hecho de que alguien deba expresar (sea en forma de libro, como éste, o mediante otro sistema) estas cuestiones para que otros —por desgracia, una mayoría— se aperciban de ellas.
Lasn ofrece ejemplos concretos y actuaciones puntuales que ayudan a formarse una idea cabal de lo que sucede y de las formas de oposición que propone. No obstante, hay dos puntos que enturbian un tanto las posiciones del escritor y que rebajan el propósito del libro: el primero, como dije, la inocente actitud que Lasn adopta para encarar el problema. Entre un espíritu sesentayochista trasnochado y un entusiasmo juvenil, su postura toma a veces una senda tan cándida que parece casi una broma: convencer a un grueso de ciudadanos para que envíen cartas a las emisoras de radio, o exigir la producción autóctona (en forma de pequeños huertos) en mitad de Chicago o Los Ángeles, son ideas que mueven a la hilaridad. No por malas, o ineficaces, sino por ingenuas. Lasn parece contagiado de un fervor optimista, muy típico del ciudadano medio estadounidense, que le lleva a considerar como viables vías de actuación que son inverosímiles; insisto: vías lógicas hasta cierto punto, pero impracticables en una sociedad como la de hoy. Prueba de ello es que él mismo expresa, en la última parte del libro, su esperanza de que al cabo de unos años (en 2002, dice) la gente, al ver pasar una limusina por la calle, exprese su descontento por la contaminación que causa un vehículo de tales dimensiones, en lugar de inclinarse hacia las ventanillas tratando de ver al personaje que viaja en su interior.
El segundo punto al que hacía referencia es la machacona insistencia en hacer del ejemplo norteamericano un espejo en el que el resto de mundo deba mirarse. Ese optimismo recalcitrante que tanto gusta al autor es también fruto de una determinada mentalidad que, aplicada fuera de las fronteras de ese país concreto, no tendría efecto alguno; de hecho, parece que tampoco tenga ningún efecto allí. El mensaje que puede leerse entre líneas es que, pese a que «América®» (en terminología de Lasn) se ha corrompido y ha caído en las garras del consumismo más voraz, los mismos valores que hicieron que se convirtiera en el gran país que llegó a ser —y que, a tenor del discurso, continúa siendo— la salvarán y conseguirán que se redima: «El pueblo americano experimenta un gran despertar», dice en algún momento. Como es obvio, este discurso pseudoimperialista sólo provoca incredulidad, mofa y algo de hastío.
Por todo ello, y a pesar de las buenas intenciones y de los certeros mensajes, «Sabotaje cultural» no aporta casi nada a la lucha antiglobalización y al movimiento contracultural. Su mensaje es demasiado ingenuo y con una carga ideológica que no contribuye a derribar barreras culturales. Aunque la labor de Adbusters sea interesante, la posición de Lasn es localista y excluyente en su fondo, algo que desmerece el propósito último de un movimiento que, creo, debiera ser más neutral y en sus postulados.
Mis felicitaciones por el articulo, yo igual seria mas cruel, diria que el autor es alguien que ha hecho negocio con su «alternativismo», alguien que en realidad cree que izquierdismo y capitalismo son lo mismo, y posiblemente no s equivoca ya que ambos creen que el progreso es algo estrictamente material, los enemigos reales del capitalismo estan en las iglesias como ya advirtio Max Weber y en las mezquitas. Un producto en resumen para consumo de la pequeña burguesia con infulas pseudorevolucionarias que busca su confrontacion con el sistema sin darse cuenta que el sistema son ellos.
jan.8,2013
Pienso que en esencio, Sr. Lasn esta luchando por lo basico del ser humano, que es pensar, sentir, y actuar dentro de un telaraña de comercializacion, monopolizacion, mecanizacion,
y robotizacion.
La reto es a conservar el bueno de este ambiente y descartar lo malo.
Muchas gracias por el análisis, la verdad no lo he leido pero voy a buscarlo para confrontar versiones. El punto es que ahora, con el occupywallstreet la cosa se vuelve a poner en la mesa para discusión y la pregunta ¿cómo luchar contra «esa» cultura sin caer en las mismas trampas?.
[…] leido en algunas críticas a sus libros que muchas personas lo encuentran naif y cándido a la hora de intentar la pelea […]