Posteconomía – Antonio Baños Boncompain

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1996

Posteconomía - Antonio Baños Boncompain«Hacia un capitalismo feudal» es el subtítulo de este (sui generis) ensayo que elucubra sobre la posible (y visto el estado de cosas actual, más que probable) deriva autoritaria del capitalismo de este siglo XXI. A través de una mirada muy ácida y con una escritura que prima el sentido del humor sobre todo lo demás, Antonio Baños realiza un análisis de lo acontecido con la economía y la política capitalistas de las últimas décadas para intentar mostrar el oscuro camino que estamos encarando.

¿Por qué «posteconomía»? Pues, según el autor, porque la economía ya no regula las transacciones financieras, se ha desnaturalizado. «La posteconomía es una forma de dominio absoluto basado en el miedo y la deuda, que genera una obediencia servil a un nuevo estamento señorial que rige por encima de la geografía, el Estado y la ley.» Al estilo del pensamiento doctrinario religioso que dominó la Edad Media, la posteconomía no sería una disciplina con intención científica, sino un conjunto de reglas para sojuzgar a la mayoría del mundo para lograr la supremacía de una élite. En realidad, la evolución es lógica, puesto que la economía actual, tal y como está concebida desde las esferas de poder, no es estrictamente una disciplina que teorice sobre la realidad para intentar explicarla, sino que pretender «crearla», alumbrar reglas ex nihilo que le permitan imponer sus esquemas de acción. Si la economía, pues, conforma la realidad, es lógico pensar que la posteconomía a la que supuestamente nos enfrentamos no solo la cree, sino que la domine…

Al trazar unas normas que rigen lo real, la economía ha transformado toda una forma de vivir. Aunque en un principio trataba de proporcionar reglas para comprender determinados asuntos (transacciones financieras, deudas, créditos, etc.) con el paso del tiempo esa función ha ido dándose la vuelta hasta llegar a un punto en el que la propia estructura del mundo debe adaptarse a esas doctrinas. De ahí el peligro de una posteconomía que, más que estudiar la realidad, la fabrica: como es lógico, esa realidad es la ideada por una casta de personas que sólo están interesadas en la acumulación, no en la producción. De ahí que el capitalismo feudal al que se refiere el subtítulo no sea tan absurdo como pudiera parecer; una posible evolución lógica para un colapso del capitalismo como el que estamos sufriendo en estos momentos es la aparición de una sociedad neofeudal: pérdida de poder del Estado, jerarquización extrema de la sociedad, violencia represora ante cualquier tipo de disidencia…

¿Cómo se llega a todo ello? Pues con el ascenso de una clase social «plutonómica»: es decir, un grupo de personas interesadas únicamente en el lucro más allá de la política; seres humanos con instintos depredadores, con trazas psicopáticas y ajenos a cualquier progreso social. Gente que puede enriquecerse comerciando con hipotecas, alimentos o armas sin ningún tipo de consideración moral acerca de las consecuencias de sus actos. Una clase social que premia al emprendedor antes que al comerciante: porque, como explica el autor, «la posteconomía desprecia la materia y adora el espíritu». Y a todo ello se llega con un proceso que en verdad viene fraguándose desde hacer algunas décadas, con una progresiva individualización de la sociedad y un menoscabo constante de la educación; de esta forma se ha conseguido una sociedad desestructurada, egoísta y sin criterio que asiste muda al asalto al poder por parte de las élites.

¿Solución? Hay que reconocer que, sin recetas mágicas, el autor «se moja» y aboga por la resistencia anticapitalista: desobediencia civil, crítica constante, educación, información, decrecimiento y autogestión. Ideas sencillas, pero complicadas de poner en práctica. No obstante, cualquiera que lea el epígrafe «Nosotros, los villanos», dedicado a las lindezas que desde el poder se exhortan a la población, seguro que toma partido por todas ellas y las acomete con vigor. Falta nos hace.

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