Código de barras lineal – Krisztina Tóht

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El código de barras lineal era el exótico distintivo que, en los países comunistas del Bloque del Este, señalaba los productos que venían de Occidente; la poetisa húngara Krisztina Tóth lo ha elegido como título para el presente volumen de relatos —su primera incursión en la prosa—, que recoge la esencia de aquellos años de comunismo liberal que vivió Hungría durante el par de décadas previas al derrumbe de la Unión Soviética.

Cada uno de los relatos que forman Código de barras lineal representa una línea del código de barras con el que la autora ha marcado el conjunto de sus recuerdos, sueños y aspiraciones de aquella época, que ha volcado en estos relatos, en muchos de los cuales se adivina su carácter autobiográfico. Sin embargo, las narraciones que recoge el volumen no son el reflejo de aquella época de «comunismo de gulash»: éste sólo aparece como un telón de fondo de las historias contadas, que en ocasiones se vuelve más preciso, pero que casi siempre aparece como un contexto bastante difuminado.

El corte de estos relatos es bastante intimista. Se centra casi por completo en impresiones, recuerdos, temores o dichas de sus narradoras. Estas a veces se asoman al mundo exterior y hacen algún apunte sobre él, pero por regla general se centran en su universo interior. Sólo en «Muñeco de nieve negro (Cuadrículas alineadas)» se describe la vida en una barriada de clase media, con sus bloques de edificios todos iguales y su tienda de Artículos Básicos de Consumo. Una barriada cuyo ritmo vital, por cierto, en poco se diferencia del de cualquier barriada de un país capitalista.

He hablado de narradoras, porque todos los relatos están contados en primera persona y por una voz femenina. La voz que narra puede ser una niña, una muchacha o una mujer adulta, pero siempre es una mujer. De hecho, casi siempre la narradora es una mujer que recuerda momentos de su infancia o adolescencia, infiltrándose entonces en la narración  cierto sentimiento de nostalgia que nimba lo contado. Así «El plumier (Líneas directrices)» o «¿Qué tienes ahí? (Línea de bikini)».

Esa narradora que se retrotrae a algún momento de su niñez se demuestra como una observadora sagaz, despierta y muchas veces irónica. Por el contrario, cuando la narradora cuenta desde una perspectiva de mujer adulta, se zambulle de lleno en el cliché de lo femenino. Ya no es un ser inquieto, interrogando al mundo y a sí mismo: se ha convertido en una mujer que, por lo general, narra historias de rupturas sentimentales: «Había una vieja (La línea está ocupada)» o «Me gusta bailar (Línea continua). Como si, a partir de cierta edad, lo único que pudiera importar a una mujer fueran las relaciones de pareja.

Pero si exceptuamos el error en que concurre Krisztina Tóth, como la mayoría de las escritoras, cuando se empeña en sacar a relucir ese toque femenino que siempre se acaba traduciendo en el monotema de las relaciones de pareja, Código de barras lineal es en conjunto un buen libro de relatos. Tal vez algunos de ellos adolezcan de una pequeña falta de ilación, que hace que sea difícil ubicarse en el contexto de los mismos, pero en general son historias bien llevadas, sencillas y finamente humorísticas.

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