El juicio de Dios – Heinrich von Kleist

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El juicio de Dios - Heinrich von KleistEste breve relato de Kleist, de corte decididamente romántico, tiene el sabor de los cuentos de príncipes y princesas con final feliz y pequeña lección moral que han llenado tantas infancias. En él no falta la dama virtuosa, el caballero enamorado dispuesto a defender su honor, ni el terrible villano.

El duque Wilhelm von Breysach es asesinado una noche frente a su castillo y las sospechas recaen sobre su hermano, Jakob el Barbarroja, quien debería ocupar su trono. Para sorpresa general el Barbarroja no muestra interés en ocupar el lugar de su hermano, pero cuando las pruebas le señalan como culpable se ve obligado a confesar que, la fatídica noche de la muerte de su hermano, se encontraba en los aposentos de la virtuosísima Littegarde von Auerstein.

Los hermanos de ésta no dudan en desterrarla de su castillo, ansiosos de hacerse con sus bienes, y la pobre muchacha, hasta entonces de reputación sin tacha, busca la ayuda de Friedrich von Trota. Este noble y enamorado caballero no duda en ponerse al servicio de la dama y acepta defender su honor en un ‘juicio de Dios’ decretado por el Emperador en un intento de resolver tan fenomenal entuerto.

En los llamados ‘juicios de dios’, dos caballeros se batían a muerte, pues a través de ésta, Dios indicaba de parte de quién estaban la verdad y la razón. Si el perdedor no moría por las heridas recibidas en la lid, era la justicia humana quien se encargaba de darle muerte, pues la voz de Dios había hablado en el duelo y no había lugar a dudas a la hora de cumplir la sentencia.

Durante el duelo, el valiente Friedrich recibe varias heridas mortales que deciden su suerte y la de su amada, mientras que el Barbarroja apenas sufre un rasguño a manos de su adversario. La voz de Dios se ha hecho oír: Littegarde es doblemente culpable, por haber negado que yació con el Barbarroja y por haber arrastrado a un hombre inocente a la muerte para defender un honor que ya había entregado. Littegarde y Friedrich son condenados a morir en la hoguera.

Para llevar a cabo la ejecución se espera a que Friedrich sane de las graves heridas que su adversario le causó durante el duelo. Sorprendentemente, las heridas mortales sanan sin mayor cuidado y el que debía hallarse moribundo se restablece sin problemas. Mientras tanto, el Barbarroja cae gravemente enfermo a causa del rasguño que la espada de su contrincante le ocasionó. La infección se extiende por su cuerpo, amenazando su vida.

Todo el mundo se muestra sorprendido, ¿dio Dios su mensaje en el momento del duelo, o la está dando ahora, cuando el culpable sana y el inocente enferma? Pero el mayor sorprendido es el propio Barbarroja, pues tiene la certeza de que la noche del asesinato del duque, se solazó con la bella Littegarde.

El misterio no tarda en resolverse cuando la doncella de Littegarde reclama al Barbarroja la manutención de una criatura nacida como consecuencia de sus amoríos en la noche fatal. Enamorada del Barbarroja y celosa porque éste prefería a su señora, le engaño y se hizo pasar por la dama.

El Barbarroja comprende horrorizado que, verdaderamente, el juicio de Dios es infalible. Y si bien lo certero de su juicio puede tardar en ver la luz, la verdad y la inocencia siempre triunfan sobre la maldad. Arrepentido y a las puertas de la muerte, confiesa la verdad de los hechos, logrando el indulto de Littegarde y Friedrich, que, sobra decirlo, viven felices para siempre.

Un relato entretenido sin dejar de ser sutil, que hace realidad aquello de ‘los caminos del Señor son inescrutables’.

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