Memento Mori – Muriel Spark

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Uno se quedó con ganas de adentrarse de nuevo en la narrativa de Muriel Spark después del maravilloso descubrimiento que supuso La plenitud de la señorita Brodie; con Memento Mori he tenido la oportunidad de hacerlo, si bien después veremos por qué esta experiencia no ha sido en absoluto placentera.

Memento Mori es una novela sobre la muerte; su título, como es lógico, ya da idea de ello. Spark presenta una galería de personajes en los últimos años de su existencia a los que una voz anónima les avisa por teléfono de que deben recordar que la hora de su muerte está cerca; este hecho aterroriza a algunos, importuna a otros e inquieta a la mayoría. Pero en realidad esas llamadas no constituyen el meollo del texto, sino que sólo sirven de piedra de toque para que la autora muestre las personalidades de los protagonistas y ponga en evidencia sus facetas ocultas: envidias, celos, deudas pendientes, temores, secretos… todo lo que va emponzoñando una vida y que parece aflorar en su acabamiento.

Los ancianos personajes del libro se relacionan entre sí dentro de una red social tejida a base de mentiras y poses, manteniendo amistades que tienen más de antagónicas que otra cosa. Parece como si Muriel Spark quisiese enseñarnos la soledad que nos acompaña durante toda nuestra existencia: una soledad fruto del egoísmo, de la mezquindad que subyace en muchos de nuestros tratos con otras personas. En Memento Mori apenas hay un solo personaje que se preocupe de forma desinteresada por otro, puesto que sus relaciones son producto del interés, la casualidad o la dependencia.

Y sin embargo se podría afirmar con rotundidad que este libro celebra la vida. Aunque la peor de los personajes asome con frecuencia y llegue a dictar comportamientos, lo cierto es que la novela rebosa de una vitalidad desbordante. El recuerdo del pasado se utiliza para asomarse al futuro, para continuar elaborando proyectos y sueños: en algunos casos se trata de reuniones para tomar el té; en otros, la escritura de un tratado gerontológico. Incluso la señora Taylor, recluida en un sanatorio para ancianos, es consciente de la necesidad de vivir cada momento con intensidad: «Todos nos parecemos a nosotros mismos frustrados en nuestra vejez», dice, «porque nos agarramos demasiado a todo. Pero en realidad aún estamos completando nuestras vidas.» Spark pone a sus protagonistas ante la certidumbre de su condición mortal, asustándoles y provocando sus dudas; pero a nosotros, lectores, también nos asaltan las preguntas. ¿Se puede vivir con plenitud hasta el último momento? La respuesta dependerá de cada uno, pero lo cierto es que la novela parece indicar que lo más importante es mantener fiel a los principios propios: la rectitud de una vida conduce a una muerte honrosa.

La novela, más allá de los mensajes que cada cual pueda extraer, es magnífica por la pericia con que Spark maneja la psicología de los protagonistas; diálogos chispeantes y personajes con una profundidad encomiable sirven para que la rotundidad del tema escogido parezca liviana. Sin embargo, hay un punto insoslayable que afea la edición en castellano del libro: la traducción. Está repleta de construcciones retorcidas, de frases sin sentido o traducidas de manera literal: «predicción remarcable»; «excepto (por «a no ser») que una lo haga todo por sí misma»; «debo tomar el tema en mis propias manos»; «era curioso que no parecía que…»; «una pierna se colapsase sobre la otra»; «tiró la carta en el buzón». En general, el volcado al castellano es rudimentario y atropellado, fusilando el placer de la lectura y convirtiendo cada párrafo en un ejercicio de paciencia. A pesar de la genialidad de la obra, y del indudable talento de Muriel Spark, sería mejor que los que tengan los conocimientos se atrevan con la lengua original; y esperemos que la editorial tome nota de un hecho que necesita ser corregido de inmediato, por amor a la literatura.

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3 COMENTARIOS

  1. Estoy leyendo el libro y algo raro encontraba en la narración,no me estaba gustando e iba a desertar.Creo que lo buscare en su idioma original.

  2. Qué lástima! se me quitan las ganas de leer el libro. Doy mucha importancia a la traducción y además considero que en nuestro país tenemos buenos traductores. El trabajo de estos, en mi opinión, es muy importante. Pienso que muchas obras pueden quedar en el anonimato si tienen una mala traducción. Además no es de recibo que se «fusile» un idioma. Bastante tenemos con las atrocidades que se leen con frecuencia en periódicos o que tenemos que escuchar en la televisión.

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