En este libro, el especialista francés Jean-Marie Schaeffer se propone dar un nuevo impulso a la disciplina de la estética tratando de superar los debates que vienen anegándola en teorías superfluas desde hace casi dos décadas.
En la primera parte, Schaeffer sienta las bases para una clara exposición de lo que vendrá a continuación. En pocas palabras, el erudito francés cree que la filosofía (y, por ende, también la estética) se encuentra en una encrucijada total que debe conducirla a una renovación absoluta. Las ciencias han definido al hombre como ser biológico, por lo que las teorías del conocimiento, la ética y el sujeto deberían ser (re)pensadas por completo; esto, claro está, puede cambiar la relación de la propia filosofía con otras disciplinas. Es evidente que el carácter netamente biológico del hombre no permite a la filosofía sustraerse de ciertas acepciones «cientifistas» o «dualistas», aunque siempre haya tratado de evitarlas. Schaeffer propone una estética más «naturalizada», de orden antropológico, pero aceptando la parte biológica del ser humano que influye —de forma evidente— en la cultura y su desarrollo.
La segunda parte comienza por ofrecer una definición de «hecho estético»: un acto cognitivo que pone en relación a la persona con su entorno a través de los sentidos y que debe estar cargado afectivamente; es decir, que se valora por el placer (o disgusto) que es capaz de provocar. Es importante subrayar el hecho de que el acto cognitivo debe ser voluntario, ya que existen momentos en los que «vemos» (u olemos, o palpamos) una obra de arte, pero sin un afán estético. Además, Schaeffer también puntualiza que puede haber relación estética (el hecho estético aplicado a un objeto) con cualquier elemento, ya que la naturaleza, por ejemplo, también es susceptible de generar respuestas en el individuo. Lo cual conduce a una deducción obvia: es el sujeto el que proyecta su cognición estética sobre el objeto, ya que éste no tiene cualidades estéticas per se.
Todos estos hallazgos suponen que la relación con la cosa estética es «interesada»: esto es, uno mantiene ciertas creencias respecto al objeto y las propiedades que posee pueden parecerle deseables o indeseables. La relación estética busca el placer, la satisfacción, frente a otras actividades cognitivas intencionales que persiguen fines más utilitaristas. Esto es lo que desmarca a la obra de arte del objeto estético: la primera tiene un propósito, mientras que el segundo acontece, sin más.
Esto conduce a Schaeffer a teorizar sobre el juicio estético, que el considera eminentemente subjetivo y secundario. El valor de las obras estéticas siempre es variable y múltiple, lo cual el autor ejemplifica gracias a la consideración de las artes y su relación con la crítica y la estética: una novela, una canción, suscitan emociones (placer o displacer) diferentes a distintas personas. Es importante resaltar el hecho de que Schaeffer hace mucho hincapié en igualar los hechos estéticos de todas las disciplinas; es fácil asociar estética con pintura o escultura, pero el francés trata de aplicar su argumentación a todas las artes, igualando así la consideración estética y sin privilegiar una disciplina concreta. Quizá por ese motivo su teoría es «populista»: para él, tanto tiene que decir el crítico especializado como el espectador ‘de a pie’; la cultura ha aupado a algunas artes (pintura o escultura en particular) hasta un estatus que debe ser decodificado por unos pocos para que se entienda por una mayoría, mientras que otras disciplinas (escritura, cine, música) mantienen un nexo con el pueblo que es heredero de sus funciones primigenias —relatos orales, canciones religiosas…—.
Lo que, en suma, pretende hacer Schaeffer con este breve ensayo es legitimar la teoría subjetivista de los juicios estéticos. El hecho de que haya determinados grupos que se arroguen el derecho a emitir juicios normativos es, simplemente, consecuencia de la formación de comunidades que respetan las mismas reglas a la hora de juzgar; sus lenguajes (y, por ende, sus juicios) son válidos sólo dentro de su ámbito, ya que el carácter subjetivo del hecho estético no puede ser impuesto —aunque pueda ser compartido, y de hecho lo es—. Lo que el autor puntualiza es que los juicios que emitimos, con ser subjetivos, no son igualmente correctos, ya que las competencias de una persona (sus conocimientos sobre la materia, su discernimiento cognitivo o el interés que pongo en él) son muy diferentes de las de los demás.
Aun cuando «Adiós a la estética» sea un texto profuso y algo denso, es muy interesante seguir las argumentaciones de Schaeffer hasta llegar a sus conclusiones, que no son tan evidentes como pudiera parecer, y que arrojan mucha luz sobre la situación del arte contemporáneo y la disciplina estética que (parece) se le supedita.
[…] Adiós a la estética – Jean-Marie Schaeffer https://www.solodelibros.es/22/06/2007/adios-a-la-estetica-jean-marie-schaeffer/ […]
El libro de Schaffer me pareció muy estimulante y pertinente a los tiempos actuales, es una buena referencia para reflexionar sobre los discursos estéticos en cada una de las actividades artísticas, en mi caso, es un incentivo para repensar los discursos de la música «de concierto» o como la etiqueta Richard Taruskin «literate music».
la felicidad radica en la sencillez,
en la sencillez esta la elegancia estetica.